La libertad pertenece a los valientes

Pedro Ludena comenta la película de Jeff Nichols 'Bikeriders. La ley del asfalto'

19/07/2024
 Actualizado a 19/07/2024
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‘Bikeriders.La ley del asfalto’
Director: Jeff Nichols

Intérpretes: Jodie Comer, Austin Butler, Tom Hardy, Michael Shannon
Género: Drama/Crimen
Duración: 116 minutos

Ser libre no es para cobardes, el colectivo es celoso y no titubea a la hora de excluir o castigar a quienes no viven conforme al orden común. Parte del magnetismo de la figura del ‘rebelde’ viene dado por esa valentía inherente a quienes están dispuestos a vivir bajo sus propias normas, dispuestos a afrontar las consecuencias de no cumplir las establecidas. Y digo parte porque esa actitud insurrecta suele venir rodeada de toda de toda una idiosincrasia aneja a cada grupo de insurgentes, unos códigos, unos atuendos, incluso unos vehículos, que propugnan su estilo de vida alternativo, sumando así cada vez más acólitos a sus filas más atraídos por su estética que por su causa. ‘Bikeriders’ muestra la degradación de un sueño de libertad de unos pocos, que se ve contaminado a medida que pasan a ser muchos, pero que, tal y como estos nuevos reclutas, se deja llevar por el canto de sirena que rugen los motores de las Harley-Davidson, sin ahondar más de lo necesario en lo que llevó a aquellos marginados a ponerse una chupa de cuero bordada en primer lugar. 


En ‘Bikeriders. La ley del asfalto’ se nos cuenta el auge y la decadencia de un club de moteros de Chicago, ‘Los Vándalos’, durante la década de los 60, a través de las entrevistas de un periodista con Kathy (Jodie Comer), esposa de Benny (Austin Butler), un joven motero y uno de los miembros principales del club liderado por Johnny (Tom Hardy), que verá como lo que surgió como un grupo de inadaptados amantes de las motos irá degenerando en una banda criminal. 

 

Imagen poster
Cartel de la película. 

La película de Jeff Nichols se basa libremente en el libro fotográfico ‘The Bikeriders’, de Danny Lyon, el cual fascinó al director cuando por casualidad llegó a sus manos, despertando en él un interés inusitado por la subcultura motociclista. La obra de Lyon se componía de una serie de fotografías en blanco y negro de los miembros de los ‘Chicago Outlaws’, que Nichols rebautizaría como ‘Vandals’ para su filme, acompañada de varias entrevistas a algunos de sus protagonistas. El cineasta parte por tanto de una obra originalmente de corte documental, tratando de unir una recolección de anécdotas e instantáneas mediante una narración coherente y ficticia que rellenase los huecos de una historia de la que no se tienen todas las piezas. Debido a esto Nichols apuesta por estructurar la trama mediante las entrevistas del propio Danny a la mujer de uno de estos moteros, Kathy, que no es otra que la narradora de este relato. Sin embargo, la narración de Kathy no es omnisciente, sino que su condición de testigo limita el retrato que la cinta esboza sobre el resto de protagonistas. Como Kathy, Nichols asiste a esta historia desde fuera, dando vistazos fugaces de las auténticas motivaciones de los personajes, pero sin adentrarse lo suficiente para comprenderlos del todo. Salta a la vista que el realizador está más centrado en capturar el duende de esas fotos que en su día le atraparon que de elaborar una historia que, al fin y al cabo, le entró por los ojos. 


No obstante, ¿Quién puede juzgar al director por embelesarse con el carisma irresistible de los moteros?. En un mundo con una exponencialmente creciente diversidad de opiniones las personas parecen avocadas a entenderse cada vez menos, pero aún quedan ciertos remansos de comprensión comunes a una mayoría considerable de la población. La reciente victoria de España en la Eurocopa es un ejemplo perfecto de esta milagrosa afinidad popular, más este tipo de fenómenos son cada vez más escasos. Sin embargo, aún más raro es el caso de un hombre que no gire la cabeza, hasta el punto de casi romperse el cuello dependiendo de su grado de asombro, cuando escucha el bramido de una motocicleta. Estas máquinas de dos ruedas que aterrorizan a las madres suscitan una atención irrefrenable en los hijos, que en la mayoría de los casos ni siquiera pilotarán una jamás, pero no pueden esconder la fascinación por el poderío de sus motores y el status que confieren a sus conductores. Solo el coqueteo de los moteros con el riesgo del asfalto es motivo suficiente para asombrar a más de uno, pero es la imagen del libre, del rebelde, ilustrada por iconos como James Dean o Marlo Brando, la que se ha inscrito en nuestra memoria colectiva de forma indeleble. A mediados del siglo pasado, el vaquero fue sustituido por el motero como el nuevo estilo de forajido, un jinete a lomos de una Harley-Davidson sin más ataduras que las que él elegía. Esta fascinación por las motos y el estilo de vida de quienes viven por ellas impregna toda la cinta, dando buena cuenta de la profunda impresión que dejó en su director, una compartida, en mayor o menor medida, por muchos de los que disfrutarán del atronador sonido de las ‘chopper’ en la sala de cine. 


Como amantes de las motos que son, los personajes de ‘Bikeriders’ encuentran entre el olor a gasolina y a rueda quemada su subterfugio del resto del mundo. La idea del club se le ocurre al líder de la banda, Johnny, un día viendo la película ‘Salvaje’, de Marlon Brando, en el que aquel encuentra a su referente, como un rebelde sin más causa que la de ser libre. Con esta premisa no tarda en sumar a su tribu urbana a otros inadaptados que comparten su pasión, pero de entre todos ellos destaca Benny, un joven silencioso y seductor que vive y muere por sentir el viento en la cara y un motor entre las piernas. Ya sea por su aspecto o por su libre albedrío, Benny cautiva tanto a Johnny como a la mencionada Kathy, iniciando una pugna a dos bandas por el corazón del chico, que es el motor de esta historia sobre ruedas. Jeff Nichols, como guionista además de director, se saca de la manga este triángulo amoroso para traer a la vida la colección de fotografías que tanto le gustó de joven, pero pierde el pulso a la hora de profundizar en el verdadero sentir de sus protagonistas. Kathy, dada su condición de narradora en primera persona, es la mejor desarrollada de los tres, pasando de sentirse cómoda con el estilo de vida de su marido a tratar de alejarle de esa vida antes que le mate. Aunque uno no puede comprender de donde sale tanto amor por una persona como Benny, que más allá de su cara de ángel se siente totalmente vacío, cuyo único interés en la vida es darle gas a su Harley, persiguiendo una libertad en bruto, sin rumbo ni dirección, ni responsabilidad ninguna. Y por último tenemos a Johnny, con una actuación estelar de Tom Hardy que demuestra que aún quedaba mucho del personaje en el tintero; dándonos atisbos de otras pasiones, además de las motos, que no ha podido destapar, terminando por verse prisionero de la persona en que se ha convertido en busca de esa susodicha libertad.


En definitiva, ‘Bikeriders. La ley del asfalto’ hará las delicias de todos aquellos amantes de la cultura motera, con una puesta en escena y una mezcla de sonido al servicio de la magia que desprende. Para todos los menos allegados no deja de ser una historia clásica de violencia y crimen a la americana, muy en la línea de Martin Scorsese, pero en la que se echa en falta un poco más de coraje para explorar a fondo unos personajes que tenían mucho más que contar. 
 

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