Nacida en 1889 en León, María Sánchez Miñambres perteneció a una conocida familia de la burguesía de la ciudad. Mujer en un mundo de hombres, tuvo que sortear muchos inconvenientes propios de su condición femenina y de las circunstancias personales e históricas que le tocó vivir. Tras su muerte en 1977, su recuerdo se ha diluido entre algunos tópicos interesados y muy pocas certidumbres.
La necesidad de dimensionar su figura, a través de la consulta de un volumen considerable de documentación personal hasta ahora inédita, ha permitido a Marta Prieto Sarro aportar certezas sobre ella y sus contemporáneos. Así, la publicación ‘María Sánchez Miñambres. La jaula de cristal’ aborda aspectos muy poco conocidos, como sus estudios y estancias en Madrid desde niña, su estrecho vínculo con sus dos hermanas, su gran interés por las artes o sus viajes a varios países europeos, sobre foto Francia, donde pudo acercarse a los movimientos feministas que se daban en pro de la participación de la mujer en política. Algo que Miñambres conoció de primera mano, pues fue una de las pocas mujeres que escribían en su época y llegó a convertirse en concejala del Ayuntamiento de León desde 1925 hasta 1930.
A partir de 1931, en consonancia con la evolución social y política de la época, María Sánchez Miñambres aparecerá vinculada durante la II República a movimientos como el Bloque Femenino de Izquierdas de León, del que fue presidenta, aunque a su vez participaría en actos de tendencia derechista, como el que tuvo como protagonista en 1935 al líder de Falange, José Antonio Primo de Rivera, con cuya hermana tenía relación. Al iniciarse la guerra civil, sería detenida junto a su administrador y hombre de confianza, Daniel García Solarat, quien sería paseado poco después. Presa en el campo de concentración de San Marcos, requisados sus bienes y embargado su patrimonio, terminaría condenada por la justicia militar a 12 años de prisión. Una persecución que ella misma achacaría a su oposición a las pretensiones que la Azucarera de Santa Elvira había tenido para apropiarse de un importante caudal de riego de la Presa del Bernesga, a lo que ella se había opuesto por el perjuicio que causaba sobre una finca de su propiedad, Marzanas, muy próxima a la estación de Torneros.
Víctima de la represión franquista, permaneció más de tres años y medio en prisión, hasta su libertad en 1941, en la cárcel de mujeres de Saturrarán (Guipúzcoa), a la que fueron a parar muchas leonesas como ella.