El libro "que sienta las bases del estudio de los pendones" leoneses

Jorge Martínez coordina la publicación que reúne los temas tratados en el primer congreso sobre este elemento patrimonial y que este martes tiene su puesta de largo en el Palacio del Conde Luna

03/12/2024
 Actualizado a 03/12/2024
El director de la Escuela de Arte de León, Jorge Martínez, junto a la publicación que coordina, ‘Nuestros pendones’, en la redacción de La Nueva Crónica. | L.N.C.
El director de la Escuela de Arte de León, Jorge Martínez, junto a la publicación que coordina, ‘Nuestros pendones’, en la redacción de La Nueva Crónica. | L.N.C.

Titulado ‘Los pendones: historia, conservación y puesta en valor de un bien inmaterial’, el primer congreso sobre el elemento patrimonial fue celebrado en León en abril de este año, coincidienco con el quinto aniversario de su reconocimiento como Bien de Interés Cultural. La cita congregó entonces a más de medio centenar de profesionales y aficionados a una tradición que –como anunciaban sus organizadores–, va mucho más allá de una «tela rica en arca vieja». De las numerosas actividades que culminaron con un imponente desfile por las calles leonesas, la editorial Saliegos Birding ha publicado un exhaustivo ejemplar.

Con la iniciativa de «poner de manifiesto la relevancia de este tipo de bienes», el director de la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de León, Jorge Martínez, funcionó como director de aquel encuentro sin precedentes. Igualmente, saca lustre a su faceta como coordinador de la publicación ‘Nuestros pendones’ para la que ha acudido a fuentes primarias que le han permitido dilucidar nombres, apellidos y hasta tejidos relacionados con la tradición. «Es un libro bastante novedoso porque sienta las bases del estudio de los pendones», explica: «A excepción de la que realizó, con un cariz más divulgador, Alejandro Valderas hace 40 años, no hay ninguna publicación del campo de estudio de los pendones tan actualizada». 

Y es que esta obra, que puede conseguirse ya a través de la página web de la editorial, consta de cuatro grandes bloques con diferentes capítulos. El primero de ellos lo escribe el propio Martínez. «Consiste en un análisis de todo lo que he encontrado durante más de 20 años de investigación en este campo de estudio», relata sobre los contratos que los bordadores –«o brosladores»– tenían con el mayordomo de la cofradía, el párroco del pueblo o el representante de la junta vecinal. Contratos que, entre las páginas de ‘Nuestros pendones’ abarcan desde el año 1598 hasta el siglo XVIII. «Son documentos que establecen las características del pendón», continúa sobre unas fuentes con las que el autor ha conseguido documentar 50 pendones inéditos: «Esos contratos nos dan las características de cómo eran los pendones originarios para saber si los que están desfilando actualmente cumplen con los criterios de originalidad o si se han ido desvirtuando». 

No faltan otras cuestiones entre los párrafos que firma Martínez, como la propuesta de catalogación acorde al sistema de documentación Domus que el autor ha cedido a la Asociación Cultural de Pendones del Reino de León para que «les sirva como modelo». En sus palabras, «todo lo que no se cataloga, no se conoce o no existe».

Del segundo capítulo se encarga Alejandro Valderas, que «hace una retrospectiva de lo que ha pasado desde hace 40 años hasta hoy» a modo de «análisis globalizador del tema» de los pendones. Antonio Barreñada pone término a este primer bloque con la puesta en papel de su ponencia sobre «el camino recorrido por los pendones concejiles cinco años después del reconocimiento como BIC»; en sus páginas, el filólogo se embarca en la tarea de analizar «las dificultades y los desalientos que tuvo la asociación y él en primera persona al llevar a cabo la declaración».

El segundo gran bloque estudia los pendones reales y militares «para contextualizar el origen» de los mismos. El profesor de vexilología –ciencia que estudia las banderas y estandartes– del Instituto de Historia y Cultura Militar, Luis Sorando Muzás, realiza «un recorrido por tres pendones históricos: el de Baeza de San Isidoro, el de las Navas de Tolosa y el de la Catedral de Cuenca». 

María Carmen Tapia del Arco se encarga de dar continuidad a la publicación con una tercera parte que tiene que ver con las «zonas de irradiación del pendón desde el antiguo Reino de León» ajustándose específicamente a «los llamados viriatos, propios de la comarca de Sayago en Zamora». Daniel Sanz Platero cierra este bloque con un estudio de los pendones vallisoletanos «de toda esa zona de Peñafiel y lugares límitrofes de la Ribera del Duero». 

Dos artículos ponen punto y final a la publicación en el último bloque, «que es el dedicado a la conservación y restauración de los pendones». La restauradora de la Real Fábrica de Tapices en Madrid, Verónica García Blanco, y el restaurador textil Iván Mateo Viciosa firman respectivamente cada uno de ellos. «Es fundamental que nos den unas nociones tanto de conservación como de mantenimiento con el paso del tiempo e, incluso, de intervención de urgencia», opina el coordinador: «Si se dan unos criterios fundamentales, el pendón se va a conservar en un estado mucho más óptimo y, sin embargo, si se hace sin criterio, sin base o sin información, se cometen luego daños importantes en las piezas».

Cada artículo, cada bloque, la obra en general responde a la intención que refiere Martínez: «Ir de lo general a lo particular con todas las líneas básicas de actuación». Todo en una publicación que este martes se presenta a las 19:30 horas en el Conde Luna y que parece no dejarse nada en el tintero sobre los pendones concejiles; término que no recoge el diccionario de la RAE y que el periodista Fernando Ónega reivindica en su prólogo, al que titula ‘Enciclopedia del pendón leonés’. «Estuve con él el sábado pasado y le dije que me parecía muy atrevido por su parte llamarlo así», ríe el coordinador en su confesión: «Pero me incidía en que era único y que además tenía unas características que le hacían sabedor de esa denominación».

Y es que Ónega, que nunca «levantó, ni llevó, ni siquiera tocó un pendón de este histórico Reino», es aun así pendonero de honor de la Asociación ‘Reino de León’; quizá por su fuerte empatía al valorarlos, pues él mismo escribe que son «un símbolo, un orgullo y, cuando hay un desfile, un emocionante espectáculo que sólo en León se puede contemplar y disfrutar».

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