De los libros viejos que se vuelven jóvenes

Bruno Marcos escribe sobre los libros viejos con ocasión de la nueva edición de la Feria del Libro Antiguo de León, que estará abierta hasta el 3 de noviembre

19/10/2024
 Actualizado a 19/10/2024
Felipe Ménguez, de la librería leonesa Oblómov, con una edición del ‘Parnaso’ de Quevedo de 1703 en su puesto de la feria. | MARIO PAZ GONZÁLEZ
Felipe Ménguez, de la librería leonesa Oblómov, con una edición del ‘Parnaso’ de Quevedo de 1703 en su puesto de la feria. | MARIO PAZ GONZÁLEZ

Los libros envejecen y también envejecemos nosotros, sin embargo ellos rejuvenecen de una manera apenas advertida: los autores se quedan parados en la edad en la que los escribieron y los lectores, poco a poco y año a año, la superamos. 

Gustavo Adolfo Bécquer, por ejemplo, es lo que escribió un hombre que vivió tan sólo hasta los 34 años. En cuanto pasamos de esa edad y nos alejamos de ella su romanticismo lo vemos de otro modo. Los libros a la segunda vuelta, o la tercera, nos parecen menos ficción y más vida vivida; los encontramos más inocentes a medida que vamos observando lo que hay en la realidad; con la experiencia entendemos que el Lazarillo del río Tormes era un pobre chaval que se vio forzado a pasar aceleradamente de la infancia al despiadado mundo de los adultos, un muchacho como tantos que hay hoy y habrá siempre. 

Al ver las palomas de Nueva York le parece a uno que Lorca exageraba porque sólo tenía 31 años cuando viajó allí y escribió aquellos versos maravillosos de «un huracán de negras palomas», porque, en verdad, las palomas son pocas y apenas llegan fatigadas a los aleros de las iglesias hundidas entre los rascacielos. 

Cuando se vuelve a leer, ya mayor, ‘La insoportable levedad del ser’, se encuentra enternecedor que Kundera, con más de cincuenta años, diera tanta importancia a determinadas cosas y que su gran personaje, Teresa, no fuera sino una Madame Bovary al revés que pretendía ingenuamente lo mismo que la otra pero con la fidelidad, o que dedicase capítulos enteros a demostrar la estabilización del amor en que ambos protagonistas amaban al mismo ser siendo este un perro en vez de un hijo.

El enorme pesimista, Cioran, que escribió nada menos que ‘En las cumbres de la desesperación’ con apenas 23 años, nos aparece en sus libros viejos, hoy, como un joven al que habría que haber enseñado a vivir.

En la feria del libro viejo, antiguo, de lance u ocasión, todas las obras son de segunda, tercera o cuarta vuelta porque en ella no hay novedades; pero casi todos los libros van convirtiéndose en volúmenes escritos por personas más jóvenes que nosotros a medida que pasa el tiempo; si se vive mucho puede ser que visitarla sea ir a ver los libros viejos que se vuelven jóvenes, si se es longevo es posible que acudir a su cita anual no sea ir a la feria de lo viejo sino a la de lo joven, a la de lo que escribieron unos cuantos jóvenes.

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