Literatura precoz para entender el autismo

Virginia Mota Sáenz de Miera ya ha visto editado su primer trabajo literario, que no es otro que un cuento muy especial dedicado a su hermana María, que considera "un ser mágico"

Mercedes G. Rojo
18/06/2024
 Actualizado a 18/06/2024
La autora Virginia Mota Sáenz de Miera con Mercedes G. Rojo en la pasada edición de la Feria del Libro de León.
La autora Virginia Mota Sáenz de Miera con Mercedes G. Rojo en la pasada edición de la Feria del Libro de León.

Primer lunes en la Feria del Libro de León, y la lluvia ha vuelto a hacer de las suyas una vez más. Comparto  caseta de firmas con otras dos personas. Una de ellas es una niña menudita, con gafas que, sentada a la mesa, despliega en la mesa unas hojas de papel y lápices de colores mientras se enfrasca en el dibujo. Entablo conversación con la mujer adulta que la acompaña pensando que es ella quien está preparada para compartir espacio de firmas conmigo. Pronto salgo de mi error, la escritora no es la adulta sino la jovencísima personita que  –todavía sin público a esa hora de la lluviosa tarde– se  encuentra absorta en sus dibujos. Se llama Virginia Mota Sáenz de Miera, tiene apenas 10 años y esta es su primera experiencia de este tipo. Me sorprende la circunstancia pues, absorta como he estado los últimos meses en asuntos literarios varios, no me enterado hasta hoy mismo de su existencia; y es que, aunque lo intente, me es imposible estar a todo. 

Me intereso por su historia. Con tan temprana edad, ya ha visto editado su primer trabajo literario que no es otro que un cuento muy especial dedicado a su hermana María.  La historia lleva por título ‘María, la niña mágica en el mundo de las hadas’, y lo más llamativo de todo es que se trata de un libro que aborda un complejo tema desde una perspectiva infantil, la de la propia Virginia, un libro en el que tanto la idea como texto e imágenes son de ella.  Aprovechando esa pereza que la lluvia parece haber impregnado en las personas que tuviesen previsto acudir a la feria (¿han reparado que no hay feria del libro en León en la que el agua no haga acto de presencia en algún momento de la misma?) dedico la oportunidad de un momento tranquilo a charlar con ella de forma distendida y descubrir como ha llegado hasta este momento. 

Una de las ilustraciones de Virginia.
Una de las ilustraciones de Virginia.

Virginia tiene cuatro hermanos, entre ellos, una hermana más pequeña, María, por la que, tal como se desprende de sus palabras al contarme la historia, tiene auténtica devoción. María es una niña especial que está diagnosticada de autismo, aunque –aún sin conocer el libro– me cuesta trabajo llegar a dicha realidad porque para Virginia su hermana, en realidad, es un ser mágico. Y en ello insiste todo el tiempo. Finalmente consigo descubrir que la historia que recoge en este su primer libro es la verdadera historia de María y su relación con nuestra joven autora, y que surge en la cabeza de Virginia al ver como la mayoría del resto de niños y niñas tratan a la pequeña en su día a día. Ella nos cuenta que la historia «surgió porque veía a otros niños llamando rara a mi hermana pequeña y yo no quería que la vieran de esa forma». Lo hacían porque «ella puede quedarse mirando un mismo objeto por varios minutos, horas, incluso días»; porque hace movimientos que pueden resultar extraños o diferentes, «incluso hay gente que la ha llamado ciega porque toca las paredes» cuando en realidad  es su tacto lo que le gusta... También les llaman la atención «que haga sonidos por la cara, que no hable», y entonces preguntan que si es muda. Y, ante todo esto, Virginia lo que quiere es que no la vean rara, sino mágica, con esa magia que técnicamente no puede explicar  pero que es lo que define a su hermana; y esa misma magia de la que ella la ve impregnada, sería la que debería llevar la definición médica de la palabra autismo, y que aporta a estas personas una diferencia que, a sus ojos de niña y sobre todo de hermana entregada, las hace diferentes, sí, como diferentes somos unos de otros si nos ponemos a analizar nuestras propias realidades, pero sobre todo «especiales», con una capacidad inmensa de ver más allá de lo que el común de los mortales vemos, de los que percibimos con nuestros sentidos: “cuando toca las paredes, –dice– yo creo que puede ver detrás de las mismas».

Virginia comienza a escribir este libro las pasadas navidades «porque vi un día a mi hermana observando un objeto que tenemos dentro de nuestra decoración de Navidad, que es una pequeña noria. La observó durante días, fijándose en todo, hasta el punto de que si se le movía un poco de sitio rápidamente tenía que volver a colocarla como estaba». Fijarse en su hermana le hizo ver que ella, María, «veía cosas que nadie podía ver, ni mis padres, ni yo misma, solo los niños tan mágicos como ella, que llega a sitios donde los demás no llegamos». Y tras la historia llegaron los dibujos (porque también le gusta mucho dibujar) en los que –según nos cuenta– va utilizando diversas técnicas, ya sea utilizando lápices de colores, témperas o acuarelas, hasta  acabar pasándolas a un juego de ordenador que las adapta y transforma, con ayuda de la propia editorial que le da el retoque definitivo.  En las mismas podemos reconocer fácilmente a las dos protagonistas, María y Virginia, de tal manera que discurrir por las mismas, tras conocerlas a ellas, nos aproxima sin dudarlo a las propias protagonistas que son fácilmente identificables dentro de las ilustraciones que componen esta publicación. 

 

En cuanto a María, la verdadera protagonista de la historia a quien está dedicado el libro y en quien se inspira, hemos de decir que estudia en el Colegio de Educación especial Paz Peña, un Centro de Educación Especial Específico Concertado, el único especializado para personas con T.E.A. (trastorno del espectro autista)  y grandes necesidades de apoyo de la provincia de León, que cuenta con un alumnado entre 6 y 21  años que pueden encontrar en el mismo unidades de Educación Básica Obligatoria así como otras de Transición a la Vida Adulta, en las que está presente tanto la adaptación de la LOMCE a las necesidades particulares de cada alumno como la puesta en práctica de programas muy específicos, con una planificación centrada tanto en la persona como en la familia. Pero hay otros muchos niños autistas que están también presentes en otros centros escolares más, pudiéramos decir, normalizados. Y no siempre se habla del tema con el resto del alumnado o de la comunidad educativa. Por eso Virginia, a partir de la poca experiencia que ya ha vivido en este sentido, piensa que el hecho de que en las escuelas pudiera haber más libros como el suyo, ayudarían a hablar con naturalidad de temas con el autismo, independientemente de que en los mismos pudiera haber niños diagnosticados de ello. Y por eso, desde el pasado mes de febrero en el que salió el libro, ha disfrutado mucho la oportunidad de hablar con compañeros de otros centros que ya ha visitado (como el Peñacorada, en el que ella misma estudia, o el CEIP ‘San Claudio’); allí ha hablado del libro y, sobre todo,  del autismo, pero  con sus propias palabras; no como una enfermedad, sino como una capacidad muy, muy especial, que convierte  a quienes la tienen diagnosticada en seres muy especiales capaces de ver y sentir más allá de donde los demás lo hacemos. Esta experiencia la ha hecho sentirse feliz de verse escuchada, de que le hicieran preguntas al respecto.

Su ilusión es que pueda llegar a convertirse en un libro de referencia para aprender a respetar a niños y niñas con las mismas características que María, y que desaparezcan actitudes negativas  como la de usar (por ignorancia) la palabra «autista» como un insulto. Virginia insiste (y por eso lo hago yo también) en que para ella  ser «autista» es algo bueno, algo muy especial, aunque sea diferente a como es la mayor parte de la gente y se muestre miedo o respeto frente a tal circunstancia,  precisamente porque esa diferencia lleva a que no se comprenda a las personas que las tienen. Insiste en que para ella la palabra «autismo» le suena mágica, como mágico le parece poder quedarse durante horas (como su hermana) mirando fijamente una flor (como imaginando todo un mundo que pueda habitar en ella), o tener una memoria tan prodigiosa que le permita ser capaz de colocar cincuenta rotuladores de distintos colores y tonalidades de una manera determinada y volver a reproducirla, al mes siguiente, de manera exacta solo dejándose guiar por dicha memoria, aunque la casual desaparición de uno de ellos le impida terminar la tarea y poner a todo el mundo a buscar la pieza que falta. 

Otra de las ilustraciones del libro.
Otra de las ilustraciones del libro.

Por ir concluyendo, recordaré que a punto de terminar la feria del libro, Fulgencio Fernández, le dedicó en este mismo diario su sección ‘Los personajes del tío Ful’, bajo el título de ‘Virginia, la niña leonesa que escribió para su hermana’, una pequeña entrevista en video que yo les invito a recuperar y a escuchar con atención, porque hay muy pocas ocasiones de conocer en la vida a personitas tan grandes de corazón y de empuje como los que nos muestra esta jovencísima Virginia, una niña que se desvive para que los demás sean capaces de comprender a niños y niñas como su hermana María.  Pocas veces habrán oído hablar a un escritor de sus historias o de sus personajes con la misma vehemencia con que lo hace Virginia. Le gustaría que su libro llegase a muchos sitios, tanto en España como incluso –si fuera posible– fuera de ella, porque aparte de considerarlo como un regalo para su hermana, también  lo hace extensivo a cuantas personas padecen este trastorno.  

Ella nos decía: «Si un niño autista encuentra un amigo con mi libro, ya soy feliz». Pero es que este no será el único libro que Virginia nos dedique. Ya tiene en mente toda una colección para seguir contándonos más cosas sobre el autismo al mismo que intentará seguir fomentando el respeto y la comprensión hacia todas esas personas «especiales y mágicas» que ella encarna en su querida hermana María. La primera de esas nuevas historias ya se está cocinando en su mente de escritora precoz. Como primicia contarles que llegará acompañada   de un nuevo personaje, un perro asistente llamado ‘Oli’. Y hasta ahí puedo contar.

A la espera de volver a encontrarme con ella de nuevo, como tarde, en la feria del próximo año, yo les invitaría a que no la pierdan de vista y se acerquen a una historia que es infantilmente sencilla y totalmente auténtica. Ella nos dice: «con este libro pueden cambiar muchas cosas para bien». Si nos ayuda a ponernos en la piel de las personas autistas y a descubrir, aunque solo sea en parte, la magia que Virginia ha sabido descubrir en ellas a través de su hermana, ya habremos andado un buen trecho del camino hacia una igualdad efectiva cargada de respeto y de generosidad. El verano puede ser un buen momento para ponernos en marcha.

Archivado en
Lo más leído