Los babuinos mendicantes

Bruno Marcos recuerda la figura del desaparecido escritor Rafael Sánchez Ferlosio a través de uno de sus mejores cuentos

Bruno Marcos
03/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Rafael Sánchez Ferlosio de joven.
Rafael Sánchez Ferlosio de joven.
En un enigmático y maravilloso cuento Rafael Sánchez Ferlosio, muerto este lunes, narra el encuentro de un grupo humano que atraviesa un desierto —que se mide en cuerpos de caballos— con una extraña progenie de monos que les salen al camino y cómo de entre ellos uno mayor se adelanta y prorrumpe en un discurso dislocado con sonidos cercanos a la palabra humana.

Los babuinos habían seguido en su vagar errático a los humanos supervivientes de una inundación terrible de las tierras en las que habían vivido con ellos en armonía. Al final las gentes, queriendo deshacerse de los simios, los abandonaron con el hombre más viejo, que era también al que tenían los animales más querencia. Este los llevó al borde de un camino al que salía para pedir limosna a los viajeros en nombre de tan extraña prole. El mono mayor, una vez muerto el anciano, siguió haciendo lo que el hombre y explicaba su historia con voces y con gestos inquietantemente humanos. Los babuinos renunciaron así y de forma definitiva a su modo de vivir libres y por sus propios medios naturales de subsistencia porque ya estaban adheridos a las palabras.

Intento buscar el verdadero mensaje de esta creación tan pura y cuantas más veces la leo más fascinado acabo por su misterio. Y el misterio no es sólo el que encierra la fábula sino el que se va creando con la literatura de Ferlosio, con las palabras tan viejas y tan nuevas que avanzan por cada renglón como si fueran haciendo de materia lo que narra. Creo yo que el misterio que embruja este cuento es el del cuento mismo, el de las palabras fundando el mundo a la vez que se pronuncian o se escriben, la literatura haciendo el mundo a la vez que se hace a sí misma.

En el pasaje de la muerte del maestro en ese prodigio que fue ‘Alfanhuí’ nos dice Ferlosio que morirse es quedarse muy quieto, no decir nada más e irse al reino de lo blanco, donde se juntan los colores de todas las cosas… Alfanhuí nunca había visto morir con sus ojos amarillos como los de los alcaravanes que gritan: ¡Alfanhuí…!

Este lunes se ha ido él al reino de lo blanco a fundirse en los colores. Con Ferlosio no se va nada sino que se quedan cosas como mundos y nos quedamos nosotros sosteniendo la palabra, acaso él ese hombre viejo que se apiadó de la tribu de simios errantes, acaso nosotros los babuinos mendicantes.
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