Cada vez que escribo sobre aquellas emigraciones y el exilio, el corazón se me encoge y, no hay forma de darle vida durante días. Es como si un cúmulo de tristeza se aferrara a su latido, y se ponen los recuerdos y la memoria de brazos caídos. La de cosas que me ha contado mi abuelo Faustino cuando se fue a Cuba, pero era tan pequeño,que apenas recuerdo nada, o poco; solo aquel comentario de cuando la familia le envió dinero para volver. No todos los emigrantes hicieron fortuna en aquellas tierras; pero esa es otra historia. La historia, la nuestra, está descarnada y salada de mares enteros de lágrimas; sobre ellas, navegaron muchos hombres en principio, luego iban mujeres y algún hijo, y por aquí, por este territorio de la España septentrional, la emigración en barco hacia las Américas fue muy habitual; cientos de buenas gentes se lanzaron a una nueva vida con la idea de prosperar, pues aquí, al hambre se le comía la «hache», claro, como es muda, pues nunca se quejaba.
No cuesta nada imaginar, -si uno es consciente de estos avatares de la vida- el tomar tamaña decisión; no sería fácil el dejar a la familia, dejar el poco ganado, las tierras de la indolencia, aquellos miserables sueldos trabajando en lo que hubiera, generalmente de jornaleros en el campo, o en alguna pequeñafábrica donde las horas te comían por cuatro perras. Imagino los días previos, los nervios, el insomnio, el cansancio, la compra de billetes, dejar las alpargatas y galochas y ponerse unos zapatos o botas, las camisas de lino, la zamarra y el pensamiento en aquella travesía en barco que duraba unos veinte días, dependiendo de un buen montón de circunstancias. Y sí, se embarcaba generalmentedesde la Galicia fin del mundo, de aquella Coruña o Vigo, ciudades solidarias y trasnochadas de tanto emigrante somnoliento y cansado, rodeados de maletas y bultos para la eternidad; eran las maletas cargadas de sueños y algún que otro recuerdo; pocas fotos, alguna cruz pequeña, y algún reloj regalo del padrino más pudiente; algunos, pocos, se hicieron ricos, fueron los Indianos. El motivo más frecuente para los más de tres millones de españoles que emigraron a Latinoamérica en esa época, fue el económico: la búsqueda de empleo para huir del hambre, ya que en la Europa industrializada sobraba mano de obra y los pequeños campesinos no tenían acceso a las tierras. Muchos de aquellos que llegaron a suelo argentino lo hicieron con la misión de encontrar la forma de mantener a sus familias, que se quedaban en España entre 1880 y 1930. Hubo tres etapas cruciales: la primera, (1882-1930). Es la etapa de la emigración española masiva a Iberoamérica, debido a problemas de tipo económico, problemas demográficos, etc... Cuatro de cada diez españoles se asientan en La Habana, y una proporción similar en las provincias azucareras de Oriente, Camagüey y las Villas.La segunda, (1931-1945). De la emigración económica al exilio político. Se producen en Cuba las primeras reticencias a la emigración española a aceptar la llegada de refugiados, escudándose en los problemas laborales. Realmente era el temor a estos emigrantes, considerados peligrosos desde el punto de vista político, pues podían alterar su paz social. Y la tercera… (1946 -1958). El retorno a la emigración económica. De nuevo se produjo una situación de reanudación del flujo migratorio, gracias a la expansión económica que sufre esta zona, coincidiendo con el rápido desarrollo de la industrialización.Es bien conocida la irónica afirmación de que los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos. Aquellosbarcos tan impresionantes, incluso para los más mayores muchos de aquellos emigrantesjamás habían visto el mar... cuando llegaban a los muelles de embarque, el tragar saliva era lo más recomendable para no echarse atrás. Nombres como el Avon, El Cabo de Buena Esperanza, el vaporBalvanera, el Córdoba, el Cabo de hornos, El trasatlántico Santa María… el Infanta Isabel de Borbón, el Reina Victoria Eugenia… El Satrústegui, El Paraná, El Alcántara… aquellas compañías navieras seguían muchas rutas, entre las que destacaban: La Compagnie Generale Transatlantique, con sede central en París. Representada en España por Francisco Setuain; cubría la ruta que conducía desde Francia y España hasta el Caribe, con escalas finales en La Habana, Santiago, Puerto Rico, Martinica, Trinidad, Cartagena y La Guayra. The Pacific Steam Navigation Company. Con domicilio central en Liverpool, representada en España por Sobrinos J. Pastor. Muchosemigrantes españoles optaban por desplazarse hasta Lisboa y desde allí embarcar en los buques que, procedentes de Liverpool, tenían como destinos intermedios Brasil, el Plata, Caldera, Molendo y Callo. Con la apertura del Canal de Panamá, el acceso directo al Pacífico se realizó por esta vía, a través del Caribe,estableciéndose una línea que cubría la rutaCoruña-Vigo-La Habana y el Pacífico. Otras compañías con sedes en Barcelona, Cádiz, Málaga… Y muchos emigrantes del norte, acudían al sur del país, pues no había billetes en las compañías del norte. Iban en tren hasta Málaga y Cádiz.
Muchos de aquellos emigrantes no volvieron jamás a España. Embarcaron a finales y principios del siglo XIX y XX, y allí fallecieron.Al principio, las familias también llegaban a los puertos en «caravanas», viajando por España a pie o en carros. Ya en las ciudades portuarias, pasaban una larga espera hasta que llegase el ansiado momento de embarcar. A todo esto se sumaba la compleja documentación que los emigrantes tenían que presentar ante el Gobierno Civil del puerto para poder embarcar. Los momentos del embarque y la despedida en los muelles alcanzaban cotas de gran dramatismo. Muchos de ellos no volverían a ver a sus familias, ni a su pueblo ni a su país. Era un punto de no retorno.
Sin embargo, en muchos casos, algunos emigrantes no pudieron resistir los momentos de tensión previos al embarque. Las deserciones y arrepentimientos no fueron infrecuentes. El embarque no se efectuaba directamente a los buques sino mediante lanchas y barcazas que les conducían desde los embarcaderos hasta los buques fondeados en las dársenas. Durante la travesía, hombres mujeres y niños tenían que soportar un viaje cuya duración nunca era inferior a 20 días. La travesía de los barcos migratorios estaba llena de penalidades, a pesar de las inspecciones por parte de las autoridades de Marina e Inmigración españolas. Éstas no fueron muy rigurosas en aquellos años, y acababan embarcando más pasajeros de los que debían, o se llevaba un número insuficiente de chalecos salvavidas, e incluso se separaban familias o iban los hombres por un lado y las mujeres y los niños por otro. Además, sufrían incomodidades, falta de higiene, hacinamiento, suciedad, parásitos en la literas, frío o calor, hambre (era habitual la escasez de alimentos, las comidas mal cocinadas, la suciedad de los alimentos), y hasta era normal la escasez de agua potable a bordo. En definitiva, se padecían condiciones de vida infrahumana. Ya en el siglo XX mejoraron bastante estas condiciones. Las leyes fueron más exigentes con las navieras. Se multiplicaron las inspecciones sanitarias, hubo mayor espacio por pasajero, mayor ventilación en los camarotes, calefacción, enfermería, baños, un médico, agua potable, víveres suficientes y de calidad y una adecuada alimentación. -¡Para la Habana me voy, madre, a comer plátanos fritos, que los pobres de aquí, son esclavos de los ricos!
No hay que olvidar los barcos del exilio a finales de los treinta, terminada nuestra Guerra Civil, desde diferentes puertos franceses zarparon barcos abarrotados de españoles, obligados a iniciar una nueva vida como ‘transterrados’ al otro lado del Atlántico. «España que perdimos, no nos pierdas; guardanos en tu frente derrumbada, conserva a tu costado el hueco vivo de nuestra ausencia amarga que un día volveremos, más veloces, sobre la densa y poderosa espalda de este mar, con los brazos ondeantes y el latido del mar en la garganta». A bordo del Sinaia, Pedro Garfias.«Y al cabo de muchos años estaban de vuelta en su tierra de origen, y nunca habían olvidado nada. Ni al irse, ni al estar, ni al volver: nunca habían olvidado nada. Y ahora tenían dos memorias. Y tenían dos patrias»; de Eduardo Galeano. Todavía, se avista el horizonte de aquellos años en la memoria del paso del tiempo, y el mar y aquellos barcos, nos la devuelven.
Los barcos de la emigración y el exilio
Más de tres millones de españoles emigraron a Latinoamérica por motivos económicos. Cruzaron el charco sin saber a ciencia cierta qué se iban a encontrar. Muchos de ellos no regresaron nunca, como nunca olvidaron aquella travesía
23/10/2017
Actualizado a
19/09/2019
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