Los Cirolines de Benavides, de hijos a biznietos del Tí Cirolin

Los históricos músicos de la familia Majo volvieron a coger los instrumentos para ‘amenizar’ el homenaje que les rendían en un pueblo en el que muchas veces habían tocado en sus fiestas, Celadilla. Las emociones y los recuerdos estaban a flor de piel

Fulgencio Fernández
06/09/2021
 Actualizado a 06/09/2021
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¡Los Cirolines somos hermanos, / de Benavides pueblo natal, / con nuestros cantos y melodías, / les deseamos felicidad!».

En cuanto sonaron las primeras palabras de este estribillo, que cantaban dos de aquellos hermanos, fueron muchos de los veteranos asistentes al homenaje que se les rendía en las jornadas culturales de Celadilla que les acompañaron, es una estrofa que habían escuchado muchas veces en el inicio de cualquier verbena, y no fueron pocos a los que se les iban los pies... pero no se podía bailar, las normas Covid están vigentes incluso con los recuerdos más antiguos.

Miguel y Pepín Majo, el apellido de la saga Cirolín, fueron desgranando anécdotas de sus numerosas presencias en fiestas de esta comarca, una prima que les acompañaba a la dulzaina, Graciela, recordaba que «con once años ya venía yo a este pueblo con la familia a tocar» y poco después, ante una baja inesperada, «todos pensaron en mi pues como andaba todo el día alrededor de ellos me sabía todas las canciones... y así empecé y me sumé a Los Cirolines».

Era una sesión vermú —el tradicional y desaparecido baile vermú— en el último día de las jornadas culturales de Celadilla en las que los responsables tuvieron la feliz y acertada idea de homenajear «a esta banda sonora de tantas vidas de nuestro pueblo», explicó Gari Ferrero, quien no quiso ocultar que «para decidirnos por el homenaje hemos tenido muy presente el recuerdo de Jorge Majo, tan cercano a tantos de nosotros, que nos ha dejado hace tan poco y tan joven». La espontánea ovación al finalizar sus palabras lo decía todo.

La última actuación, la traca final del homenaje, contaba con la presencia de los dos integrantes de la saga más veteranos, Miguel y Pepín Majo, junto a su prima Graciela; pero el salón estaba lleno de gente con una camiseta común que simplemente ponía Los Cirolines. Y es que allí se homenajeaba a cuatro o cinco generaciones desde el origen en el recordado Tí Cirolín a los más jóvenes, Diana y Richard, los integrantes de Domani Sapone, que hacen una música que ya nada tiene que ver con la de aquellas orquestas pero que siguen animando todo tipo de fiestas, el sello de identidad de todos los Majo. Ellos habían ofrecido antes un pequeño concierto, como también lo hizo en acústico Alex, de La última legión, donde la sangre Majo también está presente. «Hemos querido acudir todos, estamos muy agradecidos a la gente de Celadilla por este detalle, que es muy emotivo, sobre todo para gente como Pepín y Miguel, que ya andan por los ochenta años y ahora se dan cuenta de la importancia de lo que hicieron», decía uno de los más jóvenes de la saga, Richard, ataviado con su camiseta de Los Cirolines.

Un homenaje que recibieron estos que acudieron pero que también era para todos los descendientes de aquel famoso Tí Cirolín de Benavides, que ya tocaba la zuzaina en las fiestas y verbenas y fue enseñando a los que venían detrás. Ellos mismos tiraban de recuerdos, «después de ‘el abuelo’ ya se formó la que podría ser la primera orquesta Los Cirolines: estaban (estábamos) en ella Miguel, José, Manuel, Santiago y Silvestre Majo Martínez; y poco a poco, generación a generación se iban incorporando nuevos Majo, pero también cuando las orquestas fueron creciendo incorporábamos a músicos que íbamos necesitando», como Arancha, presente en el homenaje y cantante del grupo durante varios veranos cuando ya se llamaban Segunda Generación, «es fácil adivinar de qué y de quiénes eran la segunda generación».

Todo un mundo que dos de ellos, los más veteranos, fueron desgranando con el saxofón y los palillos en la mano en un baile vermú improvisado. Cuando sonó una nueva melodía, encadenaron varios temas muy conocidos, todos sabían que era el final pues con ellos despedían siempre las verbenas. «Y aquí lo dejamos, somos Los Cirolines, hermanos de Benavides, esperamos haber sido de su agrado... Hasta la próxima».

Las caras de felicidad decían mucho más de lo que yo pueda contar.
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