Los personajes del tío Ful: Carrasco, ex minero, ex guardia civil y actor aficionado

Lleva en la cara y en el alma las cicatrices de una vida. Pastor desde niño, minero del talco, encontró en la guardia civil una vida que casi le siegan en un atentado

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
23/02/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Mientras ahora pasea tranquilo alrededor de Riaño, su pueblo para siempre aunque naciera en Madrid, reflexiona el popular Carrasco sobre una paz que se ha ganado después de una vida llena de cicatrices y que arranca en la capital de España, «donde crecí en un colegio hasta que vine para Puebla de Lillo. Era solo un chaval de 15 años y ya empecé a trabajar como pastor de vacas... era casi un niño, pero los amos estaban contentos conmigo».

Y en Lillo tomó un camino habitual en aquellos tiempos, las minas de talco, donde fue minero ocho años. «El polvo del talco es mucho peor que el del carbón, más dañino, tanto que a mi estuvo a punto de jugarme una mala pasada».

De niño fui pastor, después minero del talco y en la guardia civil sufrí un atentado terrible, con una bala en la cara, viví de milagro... Lo pasé mal en el conflicto de pantano de Riaño  Se fue a su Madrid natal buscando una vida más amable pero no la había y regresó a León para ingresar en la Guardia Civil. «Estuve a punto de no poder entrar por culpa de las secuelas de los años que trabajé en las minas del talco». Pero sí ingresó y ahí encontró una vida que podía haber sido mucho más tranquila pero parece que no era para él la tranquilidad. «Estuve destinado en el País Vasco y sufrí un atentado terrible». Y muestra en la cara la cicatriz de por dónde le entró la bala que le quedó alojada en la mandíbula. «Aquí se nota la traqueotomía, la lengua me la cortó por la mitad, tuvieron que cosérmela... viví de milagro, porque no me afectó a ningún órgano vital, pero fue una recuperación terrible. Y nada más que pude me reincorporé, era lo mejor para estar ocupado».

Perdió a un hermano en otro atentado... y llegó a Riaño donde le tocó la guerra del pantano. Lo volvió a pasar mal. «Yo no tenía nada que ver, era escribiente, pero hasta mucho tiempo después alguna gente me miró mal». Y, sin embargo, se quedó a vivir allí, cicatrizó heridas, se sumó al coro del pueblo y al grupo de teatro, donde desde hace veinte años siempre saca adelante uno de los papeles más largos de cada comedia.

- Y aquí me voy a quedar, me siento un riañés más... solitario, eso sí.
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