Los personajes del tío Ful: Marga de Benavides, mecánica y excarnicera

Fue carnicera muchos años y los añora, le gustaba el oficio y el trato con la gente;después llegó el taller familiar y era una de las pocas mujeres con mono de mecánica, sigue trabajando

Fulgencio Fernández
13/08/2022
 Actualizado a 13/08/2022
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Le gusta hablar a Marga y se agradece porque es una gozada escucharla, va de una historia a otra, salta de la carnicería al taller, de vender chuletones a coches, de hablar de las gentes con nombre y apellidos a su pueblo, Benavides de Órbigo. «Cuando teníamos nosotros la carnicería había cinco en Benavides».

- Hablas mucho de la carnicería, ¿la echas de menos?
- No sé si es echarla de menos, pero me acuerdo mucho de ella, por la gente, la clientela, el contacto con los clientes, como me gusta tanto hablar. Y en la época de las matanzas venía a comprar carne gente de todas partes, desde la montaña incluso...

- Pero tuviste un cliente muy especial, que ¡menudo revuelo se formó en la carnicería!
- ¿Te lo ha dicho mi hijo? Claro, fue un domingo a la salida de la misa de 12, cuando más gente había en la plaza, y apareció a comprar Paquito, el esquiador (Fernández Ochoa), que ya había ganado la medalla de oro y lo conocía todo el mundo.

Y el tiempo, la vida, llevó a Marga a otro negocio bien  diferente, un taller mecánico.

- ¿De jefa?
- De todo. De mecánica, que yo me ponía el  mono y me metía en el foso, que entonces no había elevadores.

Y más si tenemos en cuenta que en los meses de verano José, su marido, se pasaba el día de pueblo en pueblo arreglando empacadoras sobre el terreno. «En la época de la hierba él marchaba donde le llamaban, la gente no podía esperar a llevar la empacadora a un taller y todo el lío, entonces iba él de un sitio para otro».

Y así se producía que muchas veces llegaban al taller preguntando por ‘el jefe’ y Marga cuenta con una mezcla de humor y orgullo: «Ya les explicaba, aquí el jefe soy yo» y desvela que, a veces, «por no andar con explicaciones les decía: Déjalo ahí, que ya viene José y le echa una mirada; y según marchaba me ponía el mono y me metía en el foso. Todavía hoy el hijo me pregunta mi opinión muchas veces, que yo sigo trabajando, como toda la vida».

Y contando historias, como toda la vida... ¡qué mujer!
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