Los personajes del tío Ful: Tania Santamarta, ganadera

Vive en su pueblo, Villar de Santiago, de la ganadería, como su madre y su abuelo, le gusta su trabajo y su mundo, pero se rebela contra los que lo ven como "los mundos de Disney"

Fulgencio Fernández
25/09/2021
 Actualizado a 25/09/2021
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Tania trabajó en León en un centro comercial, de camarera en bares de su comarca... y cuando todo el mundo se replanteó el futuro en aquella crisis de 2007 ella pensó en retomar una vida que le gustaba, la ganadería, de la que había vivido su madre –su padre fue minero– y su abuelo; la que le permitía salir al campo con su perro y disfrutar de amaneceres de brezo y bosques otoñales incomparables... «Y comencé con mi ganadería, en Villar de Santiago, donde soy la única ganadera que queda?».

- ¿Cuántas vacas tienes?
- 25.
- Más la que te comió el oso.
- Esa la repondré cuando la cobre, si la cobro, porque esto va así. Hace dos meses que me la mató, el guarda certificó que había sido el oso, pero ahora... a esperar, ya me dijeron que podían ser meses, un año...

Y remata con una frase muy suya, la misma idea que le dijo a la ministra de Transición Ecológica cuando indignada por estos hechos y otros anteriores le escribió una carta. «Viven en los mundos de Disney», en referencia a la legislación que está haciendo muy complicada la situación del ganadero. «No siempre se puede certificar que fue el lobo o el oso y los pierdes. El año pasado se despeñaron tres vacas, ¿alquien cree que se tiran ellas? ¿qué las llevó a no tener otra salida? Había pisadas de gran plantígrado por allí, pero no estaban atacadas, así que lo pierdes y punto».

Le molesta a Tania que todo parezca cuestión de dinero, no es así, pero sí de justicia y ella no se calla, lucha, escribe... pero es feliz en su mundo, con su vida y, por ejemplo, cuando el oso le mató a una vaca porque se quedó sola para buscar dónde parir lo dijo con claridad: «Lo que más me duele es pensar en lo que habrá sufrido la vaca y su cría, horas de angustia sin poder defenderse, hasta la muerte».

Llega su perra. Juegan y disfrutan. Se van de paseo camino del color de las urces, llamando a los mastines, que hacen su trabajo, «pero no puedo alimentar cinco mastines para cada vaca».

No son los mundos Disney.
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