‘Vooyeur’ colmó aforos de una manera continua durante los tres años que permaneció en Madrid, un hecho realmente inusual, y ahora ha emprendido viaje por toda España desbordada por el éxito y sometida a la expectación y el respaldo de los públicos que la disfrutan. El Teatro San Francisco acoge su representación este viernes en doble sesión (20:30 y 22:30 horas; entradas a 17 euros) y será allí en su escenario donde se ponga en escena esta comedia que, por encima de cualquier otra consideración, abraza las posibilidades expresivas que le ofrece el lenguaje teatral. "Si el público sólo viera a gente follando y follando estaría ante pornografía. Por eso, nosotros necesitábamos un contexto y este nos lo proporciona la comedia. Si tuviéramos a los espectadores en primera o segunda fila antes unos actores que sólo follasen, acabaría generándoles mucha tensión. En cambio, si dentro de la situación sexual hay risa, esta acaba funcionando como una válvula de escape. La gente cuando se ríe se relaja. Por eso, la obra es sexo y también teatro y comedia". El humor constituye uno de los ejes fundamentales de la puesta de ‘Vooyeur’ y así se manifiesta a lo largo de toda la función. "Es un humor que tiene que ver con identificarse. En las pelis porno todo es muy predeterminado y estas acaban siendo una idealización del sexo para las cámaras. El teatro, algo real e inmediato, nos permite hablar de un tipo de sexo más imperfecto: querer hacer un trío, no caber todos en la cama y alguien caerse; creer que es sexy echarse miel sobre el cuerpo y quedarse pegajoso... Es decir, la comicidad surge de sentirnos identificados con ese sexo más imperfecto y un poco de andar por casa".
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Cuenta ‘Vooyeur’ con una maestra de ceremonias llamada Lilith, que, según los evangelios apócrifos, fue la primera mujer sobre la tierra. Andrés usa el personaje, expulsada del paraíso tras abandonar a Adán por no satisfacerla sexualmente, para articular las escenas. "Ella abre las puertas de la obra a la gente y además la invita a que haga de la vida un paraíso".
El espectador es siempre un ‘mirón’. Se cuela en un escenario para ver qué sucede en él y ‘Vooyeur’ le invita a serlo. "El espectador se puede divertir de una manera más cómoda. No pasa nada por ser mirones, no es ninguna perversión serlo. Los espectadores está cómodamente sentados en sus butacas para asistir a las vivencias de unas parejas que acaban encontrando el camino para el sexo, quedando así demostrando que, al contrario que en la pornografía, este no siempre tiene los caminos preestablecidos y puede ser divertido, accidentado, inesperado...". Andrés busca la complicidad con el público, "él siempre está ahí y nosotros se lo hacemos saber en algunos momentos", pero jamás traspasa ningún límite. "Que no tengan miedo, ellos sólo van a ser mirones. Si participaran dejarían de serlo".
Desde luego, el sexo constituye la razón fundamental del éxito de ‘Vooyeur’ y desde la productora se sabe. "El sexo ofrece morbo. La gente se pregunta cómo vamos a tratar el tema, si lo habrá de verdad... Tiene la curiosidad de saber cómo se trata un tema íntimo en un espacio público. El sexo se ha concebido tradicionalmente para estar oculto y cuando se plantea en un teatro despierta la curiosidad". No es habitual el género erótico en el teatro y este le sirve de un envoltorio exclusivo. "El sexo no es solo la entrepierna. Surge en muchos sitios y de diferentes maneras. Y a él debemos aproximarnos con la cabeza".