La conversación con elPremio Cervantes 2023, el escritor lacianiego Luis Mateo Díez, discurre de manera distendida sentados en los escasos peldaños que dan acceso al patio exterior del Centro Leonés de Arte, donde una hora después tendría lugar el acto oficial de inauguración de la exposición itinerante ‘Luis Mateo Díez. Vivir contando. Homenaje al Premio Cervantes 2023’ con presencia de autoridades y no mucho público que se acercó a contemplar una muestra que anteriormente pudo verse en Madrid y que recorre la vida y la obra del autor de ‘La fuente de la edad’, un título que me permitió recordarle una conversación que mantuvimos en un caluroso julio de 1991 en el gran salón de la Unión del Círculo Mercantil ubicado en la Gran Vía madrileña y que el gran director artístico Rafael Palmero convirtió en el casino de una ciudad de provincia donde transcurre uno de los momentos más relevantes de la adaptación cinematográfica que de la novela homónima de Luis Mateo realizó Julio Sánchez Valdés con guión del propio director y de Julio Llamazares. «Claro que me acuerdo y de aquel comentario de Agustín González que decía que el cine es una gran mentira. Ha pasado mucho tiempo de aquello», comenta con cierta melancolía Luis Mateo, que parece llevar bien toda la vorágine en la que se ha visto inmerso desde la concesión de la máxima distinción de las letras españolas, el Premio Cervantes en su edición de 2023. «Lo llevo primero con alboroto, porque esto es algo que despierta muchos requerimientos, muchas complacencias, muchas cosas, pero también con tranquilidad. Yo soy un viudo octogenario y creo que he llegado a estas edades ya en un cierto punto de pacificación y de poder administrar las cosas que me pasan de esa manera, pero oye encantado de haberme conocido. No me voy a poner yo ahora a hacer quejas que no vienen a cuento».
Pregunto a Luis Mateo si el Premio Cervantes conlleva muchas servidumbres que le obligan por ejemplo a tener que viajar, incluso fuera de España, y si está en su voluntad llevarlo a cabo. «No, obligaciones no. Lo que hay son muchos requerimientos que tú te administras. Hay alguna cosa concreta. Este año la Feria de Guadalajara en México está dedicada a España y aunque no se trata de una obligación sí parece que es lógico que vayas allí a concurrir aquello con tu hacienda y un poco tus deberes. Pero como te decía lo que hay son muchos requerimientos. No es porque me lo hayan dado a mí, pero el premio tiene la fascinación del nombre: ¡es Cervantes!», exclama Luis Mateo, para quien este reconocimiento «concita una curiosidad especial».
Luis Mateo se ríe abiertamente cuando le pregunto si de joven llegó a soñar alguna vez que lo ganaba. «No era ‘Un soñador para un pueblo’ de Buero Vallejo. No, no, no, en absoluto. Sabes, siempre he sido un escritor y un creador bastante ensimismado, muy metido en el reto personal y la verdad que con pocas expectativas. También con la conciencia, no lo sé, de hacer un tipo de escritura, no voy a decir elitista porque eso es una estupidez, pero, bueno, un poco dificultosa. Tampoco era un escritor facilón que tuviera un destino abierto de muchísimos lectores. Siempre encontré, eso sí, a través de una cierta aureola de prestigio, por decirlo de esa manera, algo así como mucho lector cómplice y muchos editores entregados. Eso sí. Y eso sí que me dio siempre mucha seguridad. He tenido lectores que me han seguido insistentemente y editores que me han cuidado mucho».
La curiosidad me lleva a preguntar al creador de territorios imaginarios como el Reino de Celama y las Ciudades de Sombra si los escritores que son poseedores de un universo propio, como es su caso, juegan con una cierta ventaja respecto a otros autores que no han tenido la fortuna de explorar esos mundos literarios. «No lo sé. Yo creo que el marchamo del escritor de un estilo propio y un mundo personal concita a lo mejor cierta admiración o cierta atención un poco especial, pero probablemente también minoritaria. Muchos escritores de mirada abierta, amplia, que cuentan muchas cosas, que no responden a lo mejor a una creación unitaria desde dentro, tienen mucho más reconocimiento», señala Mateo, al que confieso la sorpresa que me llevé con el comentario de que en su casa hay más películas que libros. Y es que el cine ha jugado un papel muy importante en la vida y la producción literaria del Premio Cervantes 2023. «Tu y yo somos de esa ralea. Ahora cuando veas la exposición comprobarás que también hay una referencia a ello. Es verdad, soy un cinéfilo desde joven. Yo era el hombre de los cines. Hasta tal punto que una de mis últimas publicaciones, ‘El limbo de los cines’, hace referencia a mi querencia por los cines. Hubo un momento en que esto era tan abusivo que llegué a pensar que me gustaban más los cines que el cine. Es que no podía vivir sin estar metido en el cine. Y luego hice algunas experiencias disparatadas propias de una juventud un poco loca».
Incidiendo en el tema, le pregunto qué papel juega ahora el cine en el otoño de su vida. «Un alimento de reposo total porque mientras te vas haciendo mayor, yo por lo menos he ido perdiendo curiosidades. Soy una persona cada vez más retirada, más recogida, y en ese aspecto el alimento personal me lo sigue dando el cine, más intensamente todavía que la lectura. Mis mitos personales son de cine y es un poco en lo que invierto el tiempo. Yo veo dos o tres películas diarias».
Con relación al motivo que nos ha reunido este jueves en el Centro Leonés de Arte, como es la exposición ‘Vivir contando’, tengo la impresión de que esta exposición pública de su vida personal lo vive con un cierto pudor. «Me da un poco de grima. Esto ya sabes que es un elemento que conlleva el Cervantes. Hay una serie de requerimientos, la entrega del premio, tu discurso, los reyes, todos estos líos, todo muy bien organizado y todo muy enormemente satisfactorio para ti, para tu familia, para toda la gente que está contigo. Pero sí, la exposición me daba cierto pudor y es que no me hacía yo a la idea. Luego, en manos de gente experta y de un comisario como Jesús Marchamalo, acabo viendo que hay una exposición en la que me reconozco en su contenido. Me reconozco en el niño que fui, pero sobre todo me reconozco en los ambientes que hay en la exposición. En fín, en la trama familiar, en mis débitos en ese sentido, en la vecinal, en la ciudadana, y veo que tal vez hay muchas cosas que pueden observarse en la exposición, hay como muchos rincones, está Claraboya, está Sabino Ordás, está el cine, está mi hermano Antón. Al final, me encanta la idea de que es una exposición que cualquiera que la vea puede tener una conexión emocional o sentimental que te permita apropiarse de aquello. Yo me veo un poco distanciado, pero esta gente que lo ha tramado lo ha sabido hacer francamente bien», reconoce.
No quería terminar la conversación con Luis Mateo Díez sin hacer alusión a la reciente publicación por Reino de Cordelia del libro ‘Mi hermano Antón’. «Es un libro peculiar, especial, yo qué sé. No es ningún tipo de homenaje sentimental o sensiblero, para nada. No, Antón es un hermano. Es un libro sobre la fraternidad, la curiosidad y sobre todo el mundo de un creador, que es él, y que yo conozco mejor que nadie, mejor que él mismo, como él conoce al Mateo escritor mejor que nadie, mejor que yo mismo. Entonces, bueno, hay una conexión de ese tipo y el libro tiene ese punto, pero es un libro un poco especial. En Antón se da el contexto del artesano, del artista, la conciencia de la creación artística, y luego la vida. Antón tiene una vida muy curiosa, interpretó mucho a Samuel Beckett, a Michel de Ghelderode, y anduvo por ahí en mil peripecias. Pero bueno, yo me detengo más en una especie de retrato afable de una persona sustancial en mi vida, no ya en la cosa puramente familiar sino en la conexión un poco creativa e intelectual».