A lo largo de los tiempos se han desarrollado diferentes culturas que han ido poblando los montes y los valles de los diferentes territorios. Con ellos llevaban su cultura y avanzaba la nuestra. Pocos restos pueden verse de tiempos muy remotos porque la mayor parte de los vestigios se han perdido. Quedan algunos restos y los más importantes están relacionados con los ritos funerarios de los diferentes pueblos. En Galicia esos enterramientos en general se llaman mámoas y son muy abundantes.
Las mámoas son túmulos artificiales de tierra con forma circular u ovalada que pueden tener piedras, como dólmenes, en su interior y que señalan el lugar de uno o varios enterramientos. También son conocidos como medoñas y su tamaño oscila entre los 10 y los 30 metros de diámetro y los 1 o 2 de altura, aunque existen algunos que pueden alcanzar los 60 metros de diámetro y los 6 de altura.
Estos enterramientos se llevaron a cabo en el Neolítico, un período de la Prehistoria donde los hombres se asentaron en diferentes lugares practicando la agricultura, dejando de ser nómadas y haciéndose sedentarios en sociedades jerarquizadas, entre el 5000 y el 3000 a.C.
Las mámoas suelen estar localizadas en lugares altos y planos. No abundan en las zonas de alta montaña, aunque sí es posible encontrar algunas.
En Galicia se han contabilizado entre 10.000 y 20.000 mámoas. Como existen tantas han recibido diferentes nombres según la zona en la que se encuentran. Mámoa es la más habitual, aunque también se conocen como medorra, madorra o medoña y es posible escuchar acepciones como tumba, anta, arca, arquiña, arquela, entre otras denominaciones.
Desgraciadamente, al hacerse los enterramientos con ajuar, la mayoría han sido desvalijadas o estropeadas en busca de tesoros y su estado actual es deplorable. La ruta fue señalizada y desbrozada hace tiempo, pero en la actualidad los paneles están desaparecidos y la señalización numerada de las mámoas en el suelo, con algunos troncos podridos o destrozados, según dicen porque los animales se rascaban en ellos. En cambio, los pequeños de señalización del recorrido se mantienen correctamente.
Para llegar al inicio de la ruta, saliendo de Noia dirección Boiro, en el lugar de Moimenta, se gira a la derecha por un desvío que indica EVA 10, no hay problemas siguiendo la carretera ya que está bien indicado. Una vez arriba, al poco de pasar la base militar, se sigue hacia el Sur encontrando un cartel de inicio de la ruta. Este es uno de los puntos desde donde se puede ver la Ría de Muros y Noia, el resto de la ruta transcurre por el interior de la Sierra del Barbanza. Aunque el número de mámoas es mucho mayor, solamente se van a ver alrededor de una docena, las más importantes la primera y la última.
La ruta
Comienza la ruta al lado de una señal de la misma, donde se puede aparcar bien, bajo el monte Iroite, que es una base militar de nombre EVA 10. En el principio es importante la visión de la ría de Muros y Noia desde la altura. Más tarde se pueden descubrir algunas mámoas, aunque la primera interesante es la «Casota de Páramo».
Siguiendo la carretera que baja del monte Iroite se llega a un cruce que va a Lidón. En este cruce se toma un camino bien señalizado que sube, procurando no meterse entre los tojos. Una vez arriba se desciende hacia otra carretera que va hacia Graña, que se toma durante unos metros hacia la derecha, para salir por un camino a la izquierda en dirección a unos prados con un árbol. Al final de ese camino se llega a otra carretera y en el mismo cruce se encuentra la primera mámoa con nombre de «Casota del Páramo», que tenía en su interior un dolmen bien conservado, aunque se encuentra un poco deteriorado porque las losas están desplazadas, ya que se movieron en la construcción de la carretera y la losa que lo cubría la rompieron para tareas de cantería tradicional. En su interior, en una de esas losas se pueden ver varias cazoletas y unos petroglifos con una capa de líquenes por encima.
Continuando por un camino que va hacia el Oeste tras un tramo de unos doscientos metros se puede ver un túmulo llamado Armadoiro que en su parte alta apenas tiene unas pequeñas losas.
Continúa el camino hacia el sur y la mámoa siguiente está al lado de una charca en época de lluvias, mientras que en el verano está totalmente seca. Subiendo al túmulo se ven pequeñas losas entre tojos, se trata de la «Mámoa da lagoa» o mámoa de la laguna.
El camino baja en la misma dirección y poco después se encuentran tres pequeños túmulos llenos de tojos, con losas sueltas esparcidas, son las mámoas «Pedra da Xesta 1, 2 y 3», la última muy cerca del tendido eléctrico de alta tensión.
La ruta sigue por debajo del tendido hasta llegar a una pista antes de la que se ven otras tres pequeñas mámoas llamadas «A cavada 1, 2 y 3», con losas pequeñas en su centro.
Se sale a la pista continuando hacia la izquierda que luego toma la dirección Sur en leve subida. En el primer desvío se sigue por la derecha, aunque si se siguiera un poco por el camino se encuentra otro grupo de mámoas menores que no se van a ver. El camino sigue por la derecha hasta llegar a unas rocas y allí se baja hacia la izquierda hacia el Rego das Brañas do Prado, que se cruza por un puente consistente en una laja de piedra.
Poco después se encuentra la pequeña mámoa «Pelouro» y frente a ella un pedrusco de granito redondeado en su parte superior. El camino en la misma dirección Sur sigue levemente subiendo hasta que comienza una fuerte bajada y, tras ese descenso, se desvía hacia la izquierda, aunque se debe continuar por la derecha, vadeando entre tojos el río de Barbanza y haciendo la última subida de unos 40 metros entre tojos hasta llegar al hito final de la jornada, el «Arca de Barbanza», una mámoa singular, aunque como todas las demás, con lajas perdidas y descolocadas, es más grande que todas las otras y aún mantiene la forma del dolmen que fue. Le falta la piedra de cabecera, parte de la cual podría estar en trozos o enterrada. Tiene una visión espectacular hacia el entorno y está orientada hacia el Este, a la salida del sol. Al lado hay otro túmulo sin nada que los arqueólogos denomina «Arca de Barbanza 2».
Tanto la inicial como esta última son las más espectaculares del conjunto y solamente por ellas merece la pena el recorrido, que añade al conocimiento arqueológico de los ritos funerarios de aquella época, la singularidad del paisaje y las vistas a las rías de Muros y Noia y a la de Boiro. Es una pena que la ruta esté bastante descuidada con la señalización de las mámoas en el suelo, que hubo en ocasiones que colocar entre los tojos para realizar las fotos.
Una vez vista el «Arca de Barbanza» se regresa por el mismo camino y en algunas zonas se puede atajar para llegar al inicio donde finaliza la ruta.