Manual de la imperfecta feminista

Yo soy feminista a mi manera, porque para mí los hombres no son el enemigo, ni las mujeres unas pobres víctimas

Sofía Morán de Paz
08/03/2020
 Actualizado a 08/03/2020
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Yo, como escribía esta semana en su columna Luz Sánchez-Mellado, soy también «feminista a mi bola». No he leído a Virginia Woolf ni a Simone de Beauvoir, y a veces creo que voy a necesitar un mapa con todo esto del heteropatriarcado, la aparición de la teoría queer o el ecofeminismo. Cuando el otro día Cayetana Álvarez de Toledo habló del feminismo ‘amazónico’, a mí ya me entraba hasta la risa floja.

Yo soy mujer, soy esposa y soy madre. En mis ratos libres soy psicóloga, y cuando hay silencio, un poco escritora. Pero en esta etapa de mi vida, soy sobre todo madre, porque la criatura ha colonizado sin dejar espacio para mucho más. Las feministas de verdad, las del carné gastado de tanto usarlo, no dudarían en tacharme de impostora, oprimida, o algo peor, quizá de feminista liberal o cosa por el estilo. Y qué quieren que les diga, después de una semana de virus estomacal infantil, limpiando vómitos y atendiendo llantos nocturnos, a lo de oprimida no les diría yo que no.

No encajo en el molde de este feminismo que no respeta las decisiones individuales de las mujeres en el ámbito profesional, porque cuando decides dedicar más tiempo a la crianza que a tu trabajo fuera de casa, eres una vergüenza para tus congéneres, ¡tanta lucha para esto!

Pero si lo que decides es renunciar a la maternidad, o al tiempo con tus hijos, y a un montón de cosas más, hasta llegar a un puesto directivo en una gran empresa, entonces no eres más que una vendida, una maldita capitalista que ha llegado ahí a base de explotar a otras mujeres.

Por el camino se han debido olvidar de que lo importante es que las mujeres podamos elegir.

Por eso yo soy feminista a mi manera, porque para mí los hombres no son el enemigo, ni las mujeres unas pobres víctimas. Porque me revuelvo contra la curia feminista que nos da lecciones, esa que nos calla la boca, que nos dicta cómo debemos pensar, cuándo tenemos que ofendernos, o a quién deberíamos votar.

Cuando veo a las mujeres de Femen haciendo una ‘performance’ en la Plaza de Callao, con el torso desnudo para protestar contra el día de San Valentín, llamándolo ‘San Violentín’, y gritando que: «ayer era amor, hoy es femicidio», no puedo evitar sentir cierto rechazo, pensar que no me representan o que me parece una puta estupidez. Y estoy en todo mi derecho, porque puedo pensar diferente, puedo no estar de acuerdo y seguir siendo tan feminista como todas ellas. Al menos, es así como debería ser. Pero el fanatismo imperante no escucha, no tolera las críticas, ‘ellas’ marcan lo que es, y lo que no. Dicen que nos quieren libres, pero nos quieren sobre todo obedientes, aceptando todos y cada uno de los dogmas, y sin sacar los pies del tiesto. Culto, pan y circo. Y es que esto empieza a ser peor que el Palmar de Troya.

A estas alturas del artículo, para muchas ya seré una hereje o una machista frustrada, pero ya les avisé de que yo soy feminista a mi bola.

El discurso manido sobre el patriarcado, el dominio masculino sobre las mujeres y la supremacía del varón opresor, es un discurso que no se sostiene ahora mismo en esta parte del mundo, y que además me cabrea porque niega, de muchas maneras, todo lo que el movimiento feminista ha conseguido, que es mucho: las leyes, los derechos, y la presencia y participación de mujeres en lugares impensables hasta hace unos años.

Hablemos entonces de violencia de género (14 mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas en lo que va de año), de brecha salarial, de la corresponsabilidad en el hogar y la doble jornada laboral con la que cargamos las mujeres, los techos de cristal y todo lo que aún nos queda por avanzar. Hablemos de la foto de la vergüenza en esa mesa por el futuro de León donde, como bien dice Alfonso Martínez, redactor jefe de este periódico: «sólo había cuatro mujeres en una mesa en la que predominaban las corbatas y los representantes de aquellos que se llenan a diario la bocona con la palabra igualdad”, mientras que aquellas que practican el “feminismo selectivo» han preferido mirar para otro lado, ¿por qué será?

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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