Manuel Cortés Blanco: "El cuento tiene un poder sanador impresionante"

Entregado en su condición de epidemiólogo a combatir el Covid-19, el médico y escritor aragonés residente en León habla del poder terapéutico de la literatura en estos tiempos de angustia e incertidumbre

Joaquín Revuelta
06/05/2020
 Actualizado a 06/05/2020
Manuel Cortés Blanco en una caseta durante una de las ediciones de la Feria del Libro en la capital leonesa.
Manuel Cortés Blanco en una caseta durante una de las ediciones de la Feria del Libro en la capital leonesa.
Aragonés de nacimiento pero afincado desde hace años en León, Manuel Cortés Blanco es médico, psicólogo, cuentacuentos, escritor… Y durante esta epidemia por Covid-19, también bloguero: http://manuelcortesblanco.blogspot.com. Si por el día realiza su trabajo como epidemiólogo, cada noche –después de haberles contado algún cuento a sus hijos– reflexiona en su blog sobre distintos aspectos relacionados con esta pandemia que profesionalmente está viviendo tan cerca. Además de ser su hobby, la literatura le permite desconectar de esa realidad que a menudo no le agrada y ser fiel a su máxima de vida: escribir para compartir. Con lectores tanto en España como en Latinoamérica, en el último mes su blog ha multiplicado por diez la media diaria de visitas. Crítico desde el respeto, a veces irónico pero siempre positivo, asegura que si no aprendemos nada de esta crisis, volveremos a caer.

– Esta crisis sanitaria nos ha pillado a todos desprevenidos, tanto física como mentalmente. Los riesgos físicos ahí están con las estadísticas que se publican cada día, pero de los riesgos mentales no tenemos todavía una evaluación. ¿Podemos pagar en este sentido una alta factura?
– Cierto es que casi nadie esperaba que esto sucediera y mucho menos como ha sucedido. Pero también es cierto que estábamos teniendo otras emergencias como la climática, con un riesgo potencial de desastre medioambiental, a la que globalmente tampoco hacíamos demasiado caso. Evidentemente, la pandemia por Covid-19 supone una tragedia a muchos niveles: sanitario, económico, psicológico, social... Aún es pronto para saber qué está pasando y, por supuesto, qué pasará cuando termine, si bien parece claro que podría haber consecuencias sobre nuestra salud mental. Unos hemos tenido fallecidos entre nuestros allegados, con la imposibilidad de darles el adiós que merecían… Otros se han contagiado o ha podido contagiarse su familia… Muchos temen por la pérdida evidente de poder adquisitivo, por sus negocios, por si podrán afrontar los compromisos adquiridos… Sin duda son situaciones de estrés e incertidumbre alta que pueden traducirse en un aumento de las patologías psicosomáticas, con especial incidencia en aquellos colectivos que las hayan vivido con mayor intensidad.

– ¿Cree que esta pandemia puede llegar a cambiar el modelo de sociedad en el que hasta ahora estábamos cómodamente instalados?– Lo lógico sería que en muchos aspectos sí, que estemos abocados a una «nueva normalidad». Quizá vivíamos demasiado deprisa sin saberlo. La propia Naturaleza aún se resiente por ello. Como especie nos hemos creído invulnerables, todopoderosos… Y de repente, un virus diminuto ha sido capaz de parar nuestra rutina, nuestra economía, nuestras vidas. Hemos descubierto que en estas situaciones un sanitario –o cualquier otro profesional que haya estado en primera línea– «vale más» que un futbolista, que de repente admiramos por su labor a personas sencillas, que parte del trabajo puede hacerse desde casa, que esta situación podría repetirse de nuevo, que tal vez necesitábamos parar para reordenar nuestra escala de valores. E incluso que esa Naturaleza sigue su curso, sin que seamos imprescindibles para ella. En la Vida, unas veces se gana y otras –las más– se aprende. Quizás este sea un buen momento para revisar nuestros ritmos e incluso la relación que mantenemos con nuestro planeta. De seguir como hasta ahora, la próxima crisis podría ser por una causa medioambiental.– ¿Cómo se gestiona el miedo en estos casos? – El miedo es una emoción humana y como tal resulta normal que aflore. Desde luego, motivos ha habido para ello. El problema surge cuando se gestiona mal, pues nos bloquea y hace que reaccionemos de manera equivocada. Obviamente, en estas circunstancias hay muchos tipos de miedo: el miedo a contagiarte, a transmitir la infección incluso a tu familia, a morir, al abismo económico… A menudo se acompañan de sentimientos de culpa y remordimientos. Para gestionarlo es importante reconocerlo, aceptarlo e incluso compartirlo –al verbalizarlo suele disminuir su intensidad–, no juzgarse negativamente por ello, romper con la expresión del miedo en nuestro cuerpo –por ejemplo, controlando conscientemente la respiración–, mantener la confianza en uno mismo y en nuestras fortalezas… E incluso enfrentarse a él, de manera consciente, gradual, poco a poco, en situaciones controladas. En definitiva, se trataría de no vivir a medias por miedo a vivir. – ¿Qué papel puede llegar a desempeñar la Cultura en esta situación de alarma social? –La Cultura, en cualquiera de sus formas, puede ser un gran recurso ante una situación estresante. Sea a través de la lectura de un libro, de la audición de alguna obra musical o del visionado de una película podemos evadirnos por un tiempo, relajarnos, poner otro paréntesis a lo que estamos viviendo. En definitiva, protegernos. Me consta que con tal fin, a través de las redes sociales, muchos artistas han puesto libremente sus obras a disposición del público general… Y que otros muchos se han refugiado en sus creaciones. En mi caso, con ese mismo objetivo, después del trabajo diario procuro publicar algunas reflexiones en mi blog –a medio camino entre mi condición de epidemiólogo, escritor de cuentos y ciudadano– sobre distintos asuntos relacionados con esta pandemia. Ciertamente estoy sorprendido con la cantidad de visitas registradas y con el hecho de que alguno de sus contenidos haya sido compartido por distintos colectivos sociosanitarios.– Las nuevas tecnologías, las redes sociales, no tuvieron protagonismo en otras graves crisis sanitarias anteriores. ¿Cómo operan en la situación que hoy nos toca vivir?
– Durante este periodo de confinamiento, las operadoras han registrado máximos históricos en el tráfico de información a través de Internet. Ello ha permitido que todos nos sintiéramos más próximos e informados, que nuestros estudiantes pudieran realizar sus tareas, que muchas personas pudieran trabajar desde casa… aunque también ha existido un riesgo real de saturación del sistema y han proliferado las noticias falsas. Además, parece probable que haya habido cierto abuso de esas redes sociales –en especial por jóvenes y niños– al haberse utilizado en exceso como medio de juego, distracción o de comunicación. Indudablemente sus beneficios son muchos y debemos aprovecharlos, pero siempre procurando un uso responsable. Si fuera preciso, limitando los tiempos y moderando sus contenidos. Si no, podrían volverse en nuestra contra.

– Nuestros jóvenes consumen hoy más audiovisuales que libros, lo que limita la creatividad y el poder de la imaginación. Como psicólogo y también literato, ¿qué opina al respecto?
– Aunque entiendo esa tendencia acorde con los nuevos tiempos, yo siempre he sido –y me da que seguiré siendo– del libro de papel. Al leer, me resisto a renunciar a su tacto, a su belleza visual, a la historia que esconde cada ejemplar. Al marcapáginas, a sus posibles anotaciones, a las dobleces. Leer así resulta más entrañable. Sé que nunca me dejará tirado porque se agote la batería o no reconozca un formato. Sé que siempre será un buen regalo para dar o recibir… Y sé que leer en papel hace que haya un mayor recuerdo y mejor comprensión de lo leído.

– En su actividad literaria ha reivindicado el poder terapéutico del cuento. ¿Cómo se puede materializar en esta situación de confinamiento?
– Siempre he defendido la validez del Cuento para resolver conflictos, mejorar la autoestima, desarrollar facultades psíquicas, trabajar habilidades o invitar a la reflexión. Con tales fines se ha empleado en hospitales, residencias para mayores, empresas… e incluso en nuestro caso, en centros de enseñanza. Estoy convencido de que durante este confinamiento muchas personas habrán recurrido a ellos. En mi caso, lo hago cada noche con mis hijos. De hecho, me constan algunas iniciativas que se cuelgan abiertamente en la red, como ‘Cuentarentena’ –Instituto Leonés de la Cultura, Diputación de León–, que reúne distintos cuentos tradicionales contados por actores y actrices de nuestra tierra… o ‘Cuentacuentos de guardia’, avalado por mi amigo y maestro del género Manolo Ferrero. Y es que el Cuento tiene un poder sanador impresionante.

– ¿Sacaremos algún tipo de enseñanza de esta situación una vez alcancemos un cierto estado de normalidad o tendemos a olvidarnos pronto de lo que hemos experimentado?
– Parece probable que al menos por un tiempo preservemos las normas de higiene que hemos practicado, mantengamos cierta distancia, nos mostremos más precavidos, estemos concienciados de que podría volver a pasar… En definitiva, que asumamos esta «nueva normalidad» que nos ha venido impuesta. Pero también es posible que, como dijera Mary Poppins en una de sus escenas, «los adultos mañana lo habrán olvidado todo». Si no aprendemos nada, volveremos a caer.
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