Manuel Cuenya: "Es conveniente saber a dónde se quiere llegar"

La Nueva Crónica saca a la venta este domingo, al precio de 9,95 euros, el libro ‘El manantial de las palabras’, que reúne 45 relatos del taller de escritura creativa de la Universidad de León que imparte el escritor berciano

Joaquín Revuelta
04/06/2020
 Actualizado a 04/06/2020
Manuel Cuenya durante una entrevista con el redactor de La Nueva Crónica, Víctor Vélez. | SAÚL ARÉN
Manuel Cuenya durante una entrevista con el redactor de La Nueva Crónica, Víctor Vélez. | SAÚL ARÉN
'El manantial de las palabras’ es el título del nuevo libro de la colección de  La Nueva Crónica que este domingo sale a la venta, junto al ejemplar del día, al precio de 9,95 euros y que reúne una selección de los relatos del taller de escritura creativa de la Universidad de León que imparte el escritor berciano Manuel Cuenya, en cuyo prólogo manifiesta la ilusión que para él supone presentar esta nueva Antología de relatos que La Nueva Crónica y la Universidad de León editado conjuntamente y que da continuidad a otra publicada en 2017 bajo el epígrafe ‘Alumnado de escritura de la Universidad de León’ (Editorial Piediciones).  

El libro reúne algunos de los mejores trabajos del alumnado de los cursos de extensión universitaria impartidos por Cuenya tanto en León como en Ponferrada entre los años 2014 y 2019 y que previamente habían sido  publicados en los suplementos de verano de este periódico.  Todos son de una enorme variedad temática y estilística, si bien preguntamos al autor de Noceda del Bierzo si existen algunas constantes que se repiten en varios de ellos. «Sería muy atrevido por mi parte porque se han trabajado todo tipo de relatos y en función de distintos modelos de escritores que van desde leoneses como Antonio Pereira, José María Merino o Julio Llamazares hasta Miguel Delibes, Juan Rulfo, Anaïs Nin o Henry Miller, por citar solo algunos de los que han estado presentes a lo largo de los diferentes cursos», argumenta Cuenya, que también quiere reseñar que esos modelos obedecen a los distintos niveles (inicial, intermedio y avanzado) en los que se agrupan los participantes de estos cursos de escritura creativa. «En el nivel básico se tiende más a escribir un relato en función de la estructura que se quiere plantear, en función del tiempo y del espacio, de qué conflicto se quiere generar, todo ese tipo de cosas, pero después, en los siguientes niveles, como que se toman modelos de relatos específicos de tal o cual autor y entonces se analiza ese relato, se ve cómo funciona y se intenta hacer uno que se le parezca o que tenga una inspiración en ese autor y en ese relato en concreto, como por ejemplo se ha hecho en el caso de ‘Las peras de Dios’, de Antonio Pereira; ‘El desertor’, de José María Merino,  o ‘Luvina’, de Juan Rulfo», destaca el también escritor.

Manuel Cuenya tiene claro que hablando de modelos de escritores a los que seguir los hay que son más accesibles para los alumnos y otros menos. «Por supuesto. Hay estilos que son complicados de hacer y otros que son relativamente fáciles, y eso obedece evidentemente a cómo escribe el autor más o menos consagrado. Pero, sí que hay autores que son más fáciles de ‘imitar’, por decirlo de algún modo, de tomar como modelos a la hora de trabajar», sostiene el escritor berciano,  para quien «es una manera de aprender y de ver que existen diferentes formas de abordar la escritura», si bien quiere dejar constancia de que «la escritura tiene que ser a priori sencilla, pero no por ello menos profunda, y sobre todo bastante inteligible».

Dentro de los autores más ‘complicados’, Manuel Cuenya señala a Borges y Cortázar, sobre los que también se ha trabajado en los distintos cursos, si bien en los niveles más avanzados. «También se trabaja el mundo del microrrelato, aunque priman los relatos breves que no ocupan más de tres o cuatro páginas», sugiere el director de estos cursos,  para quien se trabaja siempre «la brevedad y la intensidad».

Le preguntamos cuál es a su juicio la clave de un buen relato breve, que debe tener muy presente quien cultive este género literario. «Pienso que tiene que tener una estructura muy bien planteada y sobre todo una estructura casi clásica; es decir, de planteamiento, nudo, desarrollo y desenlace. De forma que antes de ponerse a escribir ellos deben conocer cuál va a ser el final, es conveniente saber a dónde se va, a dónde se quiere llegar.  Es más, incluso empezar a escribir por el final o que realmente el principio y el final del relato se toquen, que sea una escritura circular. En relatos más o menos breves tiene que haber una estructura bien montada, una buena planificación y saber que todos aquellos elementos que se meten en el relato  –conviene que no sean muchos– tengan todos un desarrollo mínimo. Si es un personaje mejor que dos. Si es un espacio específico mejor que si son varios escenarios. Si es un tiempo condensado en un día, unos minutos, incluso unos segundos, mejor que dilatar ese tiempo. Todo este tipo de cuestiones que se abordan durante los cursos y que son muy relevantes para aprender cómo debe funcionar un relato».

Cuenya insiste en que el relato tiene que sembrar las pistas adecuadas para llegar a ese final que además de sorprendente tiene que ser creíble. «No me parece que sean muy interesantes los relatos que no tengan un fundamento, un sustrato de credibilidad, de verosimilitud, aunque sea ficción», destaca el autor de ‘Del agua y del tiempo’ o ‘Mapas afectivos’, que no considera que el lenguaje poético sea incompatible con el relato breve. «No lo creo en absoluto. Siempre digo que la poesía debe brotar de la propia realidad o de la propia construcción que se haga, aunque sea ficción; es decir, no buscar deliberadamente lo poético de forma artificial o buscar algo que sea como muy rimbombante o que parece que suena bien pero que no quiere decir nada, sino que lo importante, evidentemente, es el estilo, cómo se cuenta la historia, porque los temas suelen ser siempre los mismos: la vida, la muerte, el amor... El lenguaje no puede ser rebuscado ni artificial, y la poesía tiene que ser como una mirada de la realidad o de la ficción que se está contando», argumenta Cuenya.

La trama o los personajes, ¿qué debería de pesar más a la hora de abordar un relato breve? «Lo importante es qué se quiere contar y cómo se va a contar eso. Y respecto a los personajes, como te dije antes, si es un personaje mejor que dos, si son dos mejor que tres. Cuantos más personajes se metan en el relato breve más complicado es resolver porque hay que darles profundidad y es complicado desarrollar eso», apunta Cuenya, que cita al poeta y escritor uruguayo  Horacio Quiroga, apodado el ‘Poe de Hispanoamérica’, que suele trabajar con un único personaje.

Aunque existen modelos ya establecidos sobre los que se trabaja en los cursos, es evidente que la vida y experiencias personales de los distintos participantes también conforman ese sustrato literario. «Yo siempre les digo que partan de un sustrato real. Se trabaja mucho sobre lo que es autobiográfico, lo que es experiencial, lo que es vivencial, lo que conocen de primera mano. Y a partir de ahí se puede llegar a una especie en encaje de bolillos de fabulación, de echar a volar un poco la imaginación, la fantasía. Pero yo estoy convencido de que debes escribir sobre lo que mejor conoces, porque si no se te rompe todo. Tienes que ser un maestro de la narrativa para poder construir de la nada un mundo de ficción, como Borges, pero por lo general tienes que partir de una base muy bien conocida, y para un principiante lo mejor es que tire de sus propias experiencias y a partir de ahí llegar a construir mundos de ficción», destaca el de Noceda de Bierzo, al que le gustaría pensar que el hecho de ser hombre o mujer no es determinante en términos literarios, si bien existen una serie de condicionantes, como la educación, que pueden influir. «Pienso que hay condicionantes culturales, pero también intervienen las lecturas que han cultivado, su sensibilidad, la educación que han recibido, etc», sostiene Cuenya, que a menudo propone a sus alumnas que cuenten el relato desde el punto de vista de un niño, un adolescente o un adulto, y a sus alumnos que hagan lo propio desde la perspectiva de una niña, adolescente o una mujer mayor que termina por hacer, si cabe, más interesante el relato.

La evolución de los cursos de escritura creativa a lo largo de estos años ha sido evidente, en opinión de su director. «Alumnos que han cursado conmigo los distintos niveles han tenido una evolución enorme. Los cursos sí que sirven, no porque yo los imparta, sino porque se ven un montón de análisis de textos, se lee muchísimo, se ensayan estilos, se ven otros modelos de escritores, un montón de cosas, y al final la gente que le pone empeño y que trabaja obtiene resultados», reconoce el escritor berciano, sabedor de que la mejor recompensa que obtienen sus alumnos es ver sus escritos publicados en un rotativo como La Nueva Crónica o en el libro ‘El manantial de las palabras’ que este domingo sale a la venta. «Ya les hizo mucha ilusión el hecho de verlos publicados en La Nueva Crónica e imagínate ahora en un libro colectivo. Para ellos es un estímulo maravilloso para poder continuar con la escritura, con los cursos o para emprender su propia senda literaria. Tanto ellos como yo estamos muy agradecidos por esta iniciativa de La Nueva Crónica y la Universidad de León y esperamos que se puedan seguir haciendo muchas más. La verdad, me parece una maravilla».
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