La Colección Musac será la estrella de la programación en este primer semestre del 2020 con la inauguración este sábado, a partir de las 17:00 horas, de la macroexposición ‘Cinco itinerarios con un punto de vista’ que se encuentra comisariada en su mayor parte por Manuel Olveira, director del Musac, quien en el poco tiempo libre que le ha dejado la supervisión de los trabajos de montaje ha concedido a La Nueva Crónica esta entrevista en la que habla de su accidentado aterrizaje en León en junio del 2013 y de las líneas temáticas que han orientado toda su gestión y que tienen su reflejo tanto en el incremento y reorientación de la colección como en la programación expositiva y de actividades del museo a lo largo de los últimos siete años.
– Usted llegó a la dirección del Musac en junio del 2013, en un momento especialmente delicado tras la inesperada dimisión de su predecesora en el cargo, Eva González Sancho, y con unas relaciones muy deterioradas con los entonces gestores de la Junta de Castilla y León. ¿Cómo recuerda aquellas primeras semanas y de qué manera pudo gestionar aquella difícil situación?
–Si echo la vista atrás, al 12 de junio de 2013, tengo dos sentimientos muy contradictorios y extraños. Por un lado, un tremendo dolor por las cuestiones vinculadas a las amistades profesionales que yo tenía en ese momento y por cosas que tuve que oír que eran muy hirientes y creo que muy injustas. Y luego, ese sentimiento también contrario que es una tremenda alegría por estar en un lugar para el cual tenía un proyecto que vi que era posible y que el tiempo ha demostrado que efectivamente lo era. Y la ilusión de estar en un lugar en el que me sentía como que encajaba, no solo el proyecto que yo iba a hacer sino en términos vitales, en términos de sensaciones. De hecho, yo recuerdo los primeros tiempos aquí con una enorme felicidad. Ya en términos totalmente profesionales, obviamente hubo que manejar una situación en la que el museo había caído en un descrédito muy grande producto de otras personas que tuvieron sus acciones –cada uno tuvo su responsabilidad ahí–, y cuando llegué tuve que ocuparme de enderezar una situación de falta de credibilidad, de incomodo, de levantar una programación que no existía para ya y en un museo tan grande como éste en el que hacer cualquier cosa implica un enorme esfuerzo. Creo que lo pude hacer, gracias a la profesionalidad del equipo de Musac.
–¿La gestión de aquel momento delicado se hizo con rapidez o ese periodo de inestabilidad se prolongó más de lo que hubiera deseado? –Como te dije, me sentía cómodo porque veía que encajaba muy bien en la ciudad. De hecho, expreso esa sensación personal de sentirme en el lugar que me correspondía en ese momento. Tenía también esa sensación –extraña por otro lado– de que ese proyecto era factible y de que a pesar de las incomodidades o de las incomprensiones podía llevarse a cabo, con lo cual tenía esa sensación de seguridad y también de claridad de que era el momento para hacerlo. Eso lo tenía muy claro. Pero obviamente había mucha incomodidad y dolor. No era fácil pero había que hacerlo. Por suerte yo me había presentado a un concurso y tenía una programación ya avanzada, con lo cual esa parte de tener que reaccionar ante unas salas que se estaban quedando vacías pudo hacerse relativamente rápido, porque ya había un proyecto previo. Y, como digo, con la ayuda de un equipo muy profesional, porque sin ese equipo no hubiera sido posible. –¿Qué opinión tenía del Musac en aquellos primeros años de bonanza económica en los que se acudía cheque en mano a ferias como Arco y con qué panorama se encontró pasados ya aquellos tiempos de euforia? –Esto no lo vi yo solo, lo vio todo el mundo. Yo tenía cercanía con este museo porque justo en 2005 entré como director del Centro Galego de Arte Contemporánea en Santiago de Compostela y León estaba en mi agenda. Era imposible no conocer el Musac, pues estaba en todas partes. Era un museo que salía con una bonanza económica que luego se demostró burbuja y que acompañó a este centro en sus primeros años. El museo tuvo una presencia espectacular, no ya en el 2005 coincidiendo con su apertura al público, sino incluso antes, pues la colección empezó en 2002. Se trataba de un binomio perfecto. Una situación económica muy fuerte con un proyecto muy espectacular. Efectivamente, sí funcionó mientras la coyuntura económica fue favorable. Si te fijas en el año 2008 el primer director se fue, luego vino un segundo director que estuvo escasamente dos años que coincidieron con el reajuste económico. Obviamente, ese proyecto no pudo continuar porque no estaba ajustado a la situación del presente. –¿Se imagina cómo hubiera evolucionado el Musac de no haber sucumbido a la crisis económica?–El reajuste económico que implicó el recorte de más de la mitad del presupuesto y de los trabajadores de este museo hizo inasumible que se pudiera continuar con un proyecto que estaba basado en esa idea muy espectacular, incluso banal, de la cultura entronizado con una cierta idea de la fiesta. Todo giraba en torno a una situación de cierto hedonismo festivo, muy espectacular, que precisaba de una gran cantidad de dinero. Que ese modelo hubiera podido continuar. Sí. De hecho hay instituciones que funcionan con ese modelo que es muy rentable en términos de noticias, de cierta idea de alegría, incluso de públicos. Si eso debe ser o no un museo es otro debate. Mi opinión es que un museo debe ser un espacio de reflexión, de conocimiento, de investigación, de crítica incluso. No es tanto un espacio festivo, pero esta dimensión de la cultura siempre ha existido. Si te fijas, la cultura española desde los ochenta hacia acá se identifica mucho con la movida, que participa por otra parte de esa idea de fiesta, incluso de despilfarro, de atrevimiento, de hedonismo... Es un modelo tan plausible como otro cualquiera. La cuestión es: ¿hay dinero para costear ese modelo?, la respuesta es no. Entonces es necesario otro modelo. Cuando me presenté al concurso lo que guiaba la orientación de mi proyecto era ‘Musac. Segunda fase’. Era clarísimo que este museo tenía que entrar en una segunda fase porque la primera era inasumible. – Examinando la colección, que va a ser la gran protagonista de la programación de este primer semestre, ¿se compró con criterio en aquellos primeros años de bonanza económica?–Yo no estaba aquí entonces. Lo que es muy claro es que se compró con un proyecto de museo en el cual la espectacularidad, la fiesta, el cierto sentido hedonista, la idea de participar de ese mundo de la fama, del papel couché, de las revistas, de los artistas más conocidos, era lo que primaba entonces. Es una colección muy fuerte que retrata muy bien el periodo que va de finales de los noventa hasta el 2008. Tiene las piezas más increíbles y maravillosas de ese momento, pero es una colección a la que le falta por un lado una parte histórica importantísima, porque si no sabemos lo que se hizo en los años sesenta difícilmente vamos a poder entender lo que se hizo en los años noventa. Luego, es una colección a la que le falta mucha reflexión. De hecho el eslogan de la primera etapa era ‘El museo del presente’. El presente es lo que pasa. La cuestión es que una colección está para durar y entonces tendríamos que pensar qué queda de eso que pasa. Lo que hemos intentado con esta exposición es precisamente ver qué queda de eso que pasa. En los últimos años la exposición se ha reforzado históricamente. Con el poco dinero que hemos tenido hemos intentado comprar obra de los años sesenta, setenta y ochenta para reforzarla, con lo cual hemos abierto el campo cronológico y, por otro lado, hemos procurado que la colección esté sustentada en ciertas ideas-fuerza que son las que organizan precisamente esta presentación. No son la únicas, habría otras, pero es un poco ver cómo esa parte discursiva o reflexiva asienta la colección con nuevas incorporaciones para que lo ya construido por los directores anteriores pueda reforzarse para que ese peso conceptual esté mucho más presente en la colección. –Siempre ha reivindicado la importancia del equipo humano del Musac. A nivel profesional y personal, ¿qué supuso la muerte de Araceli Corbo, responsable de la Biblioteca-Centro de Documentación del Musac?
–Uno de los grandes activos de este museo –lo he dicho muchísimas veces– es el equipo, un equipo profesional, comprometido, muy polivalente, con grandes capacidades para hacer cosas muy diversas. Y dentro de ese equipo obviamente Araceli Corbo era una parte fundamental, era una persona tremendamente activa, totalmente comprometida con su trabajo y muy polifacética. Era capaz de hacer cosas muy diferentes que enriquecían la biblioteca. Lo bueno de la Biblioteca del Musac es que no es una biblioteca en la que te ofrecen libros para la lectura, la consulta o la investigación, sino que es una biblioteca muy llena de actividades, muy activa, muy curiosa, muy implicada en cuestiones de cómo funciona hoy la comunicación, la gestión de las redes sociales, etc, y Araceli fue una persona que hizo posible todo eso. Es una gran pérdida para el museo como profesional, pero también lo es como compañera, porque era una persona que tenía unos grandes valores a la hora de hacer equipo y de dialogar. Ella sigue estando en el museo, su trabajo sigue estando presente aquí, es una impronta que va a continuar durante muchísimo tiempo, pero evidentemente notamos su falta.
–¿Por qué aspectos le gustaría ser recordado cuando abandone el cargo?
– El trabajo realizado siempre queda. En cultura todo lo que uno hace siempre queda. Queda la memoria de una exposición, queda un catálogo, quedan ciertas ideas que se han manejado, es energía en el fondo lo que se mueve cuando uno hace un proyecto. Yo creo que las grandes aportaciones que he podido hacer a este museo son, por un lado, el haberle dado estabilidad en un momento tremendo de incertidumbre, de falta de criterio y falta de dirección. Esa estabilidad es muy importante y de hecho estos años han sido años muy estables a pesar de la precariedad económica. Y acompañando a esa idea de estabilidad creo que hemos conseguido hacer un proyecto tan coherente conceptualmente como en sintonía con la situación económica y social de este momento. Creo que es un proyecto bien medido en relación con la economía del museo y cuando hablo de economía hablo de dinero y también de personal. Y luego, creo que es un proyecto que sintoniza muy bien con ciertas inquietudes que están en el aire, con una cierta idea de crisis del modelo, de reinventar nuevas formas de estar en el mundo, de repensar el mundo en el que vivimos, de la responsabilidad social de la institución en cuanto a estar cerca de lo que se está debatiendo en la calle para que esas cuestiones estén permeando en el museo. Y también creo que es un proyecto que artísticamente ha sido de un nivel exigente, en el sentido de que se han hecho exposiciones de calidad, en general buscando a artistas que no habían sido muy vistos pero que era necesario que se conocieran en España. Creo que esa idea de trabajar con este tipo de artistas le ha dado una gran personalidad al museo y una coherencia discursiva en cuanto a cómo se ha estructurado el trabajo.
–Puede decirse que se acabó la fiesta.
– La fiesta se acabó en el año 2008. Eso lo vivimos todos en nuestra vida personal y el museo también lo vivió. Esa idea no podía continuar. Y creo que en los tiempos presentes necesitamos más manifestaciones que fiestas.
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22/01/2020
Actualizado a
22/01/2020
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