‘Calígula’ es una obra repleta de alicientes, y también de dificultades y complejidades, para cualquier director teatral. Las versiones españolas más reputadas llevan la firma del inolvidable José Tamayo, una de las cuales, la protagonizada por el exclusivo José María Rodero, ha sido consagrada como la mejor. Quizás por el aliento que le proporcionaba su protagonista (que también se dejó dirigir en otra adaptación por Luis Balaguer), uno de los habitantes más destacados del Olimpo actoral nacional y al que el teatro le debe toda suerte de reverencias. Ha habido otros Calígulas, como Imanol Arias o Luis Merlo (ante el que un Emperador abarrotado se rindió en su momento hace ya más de veinte años), pero ninguno ha conseguido desprenderse de la sombra tan alargada del inigualable Rodero, que también interpretó al déspota emperador romano en la televisión (medio que nuevamente hincó el diente a la pieza de Camus con Eloy de la Iglesia a los mandos y Roger Pera abriendo el reparto) bajo la dirección de Jaime Azpilicueta.
Mario Gas es el responsable de la última incursión del teatro español al texto de Camus. Su espectáculo se estrenó en verano pasado en el Festival de Teatro de Mérida y luego anduvo fogueándose en Barcelona antes de emprender la gira que hoy hace escala en el Auditorio ‘Ciudad de León’ (21 horas; entradas a 26 euros). Gas, sin duda alguna uno de los profesionales que mayores y mejores contribuciones ha hecho a la escena nacional más reciente, considera que ‘Calígula’ es «un texto singular y turbador. No se trata ya de la descripción de un tirano y de las consecuencias que sus acciones provocan en sus súbditos. Hay más. Mucho más. Un texto existencial y políticamente incorrecto que sigue arrastrando sus preguntas hasta ahora mismo, al borde de la actualidad».

El texto de Camus es de tal exigencia que requiere de un actor superdotado en lo emocional y también en los físico para encarnar a Calígula. Gas se decantó por un semidesconocido Pablo Derqui, con el que ya había trabajado en su versión de ‘La muerte de un viajante’. El se pone en la piel del protagonista y, a la vista de los elogios que ha recibido, la hace suya. «Calígula se da cuenta de que nada dura, de que vivimos en una mentira, de que todo es futil y pasajero... Está decepcionado con la vida», ha declarado este actor catalán,de dilatada trayectoria, que comparte escenario con Borja Espinosa, Mónica López, Bernat Quintana, Xavier Ripoll, Pep Ferrer, Pep Molina, Anabel Moreno y Ricardo Moya.
Camus no quería que la obra se representara bajo ambientación ‘romana’. Gas acepta sus deseos y dota al montaje de un ambiente contemporáneo, casi extemperoráneo, para enmarcar una puesta en escena basada sobre todo en la acción de los actores y en el que no faltan las sorpresas, como la que proporciona una escena con Calígula a ritmo de ‘Let’s dance’. «No vamos a mostrar a un Calígula patológico, enfermo, loco... Porque eso sería un eximente de la maldad con la que Calígula opera. Desde la lucidez, el nihilismo y el afán por ir por el lado equivocado, llegamos a la destrucción y a crear un monstruo que la sociedad ha de eliminar para poder sobrevivir», dice Gas.