Marquesado de Valverde de la Sierra

Por Gregorio Fernández Castañón

21/08/2023
 Actualizado a 21/08/2023
Vista parcial de Valverde de la Sierra, en la que destaca su iglesia y, al fondo, el Pico Espigüete. | L.N.C.
Vista parcial de Valverde de la Sierra, en la que destaca su iglesia y, al fondo, el Pico Espigüete. | L.N.C.

Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, volumen X, correspondiente a la provincia de León (1847), indica sobre Valverde de la Sierra lo siguiente: "Lugar en la provincia y diócesis de León, partido judicial de Riaño, audiencia territorial y capitanía general de Valladolid, ayuntamiento de Boca de Huérgano. Situado en terreno casi llano; su clima es frío, pero sano. Tiene 75 casas, escuela de primeras letras, iglesia parroquial (San Vicente mártir) servida por un cura de segundo ascenso (…). Confina con Siero, Besande y Otero de Guardo; en su término y al norte de Espiguete hay cuevas y pozos de nieve de que se surten las botillerías de Valladolid, Palencia y otras partes (…). Población: 74 vecinos, 300 almas. Contribución con el ayuntamiento".

He querido iniciar este artículo haciendo referencia al Diccionario de Pascual Madoz por un motivo muy especial: silencio absoluto sobre el Marquesado de Valverde de la Sierra. 

Actualmente, muy poco ha cambiado al respecto, o al menos así me lo demostraron los lugareños con los que tuve oportunidad de hablar. Todos ellos, muy amables, me indicaron que desconocían la historia, remitiéndome a otra persona que, aquel día, no estaba en el pueblo. Ante mi insistencia, logré varios objetivos: que me confirmaran que una de las calles del pueblo llevaba el nombre del marqués; que me acercaran hasta la vivienda que posee dos escudos en su fachada por si… (uno de los escudos correspondía a un equipo de futbol y el otro nada tenía que ver con el interés que me llevó hasta Valverde de la Sierra), y que me descubrieran a otro personaje: a Pío González, natural de este pueblo (1874), que emigró primero a Vizcaya y después a Sevilla, donde se asentó. Pío González fue el abuelo del expresidente del Gobierno Felipe González.

Historia del marquesado

La historia del inicio de este marquesado no es del todo fidedigna. Para algunos historiadores, este título fue creado por el rey Felipe IV en el año 1640, mientras que, para otros, fue el rey Carlos II, en el año 1678, quien lo otorgó. La culpa de todo ello se debe al documento “Memorial de calidad y servicios de don Fernando de Tovar y Enríquez de Castilla”, en el que, en el año 1672, solicita el título de marqués de Valverde de la Sierra al rey Carlos II, quien se lo concede en el año 1678. La duda, al parecer, radica en si lo que se le solicitó al rey fue el Marquesado por vez primera o, simplemente, una sucesión o rehabilitación del mismo.

En cualquier caso, esta es la lista oficial de los distintos titulares que se da por válida:

Fernando de Tovar Cañas y Silva (1640 − ?)
Joaquín Félix de Samaniego Urbina Pizarro (? − 1844)
Joaquín de Samaniego y Godoy (? − 1858)
Adolfo de Samaniego y Lassús (? − 1883)
Joaquina de Samaniego y Lassús (1883 − 1902)
Mª Concepción Valenzuela y Samaniego (1902 − 1946)
Manuel Vázquez de Parga y Valenzuela
Manuel Vázquez de Parga y Rogí (1989 − 2000)
Irene Vázquez de Parga y Andrade (titular actual)

Y si se da por válida, es evidente que la creación del Marquesado de Valverde de la Sierra se debe al rey Felipe IV (8 de abril de 1605 – 17 de septiembre de 1665).

El marquesado de Valverde de la Sierra a través de documentos originales

A lo largo del período de investigación, busqué, encontré y adquirí (en una librería de Madrid) una serie de documentos muy válidos para conocer mínimamente el alcance de este marquesado. Documentos que paso a reseñar.

Cuentas del marquesado en el año 1791

Don Francisco Vallejo, administrador del Marquesado de Valverde de la Sierra en el año 1791, presenta a su titular, D. Joaquín Félix de Samaniego Urbina Pizarro y Velandía (también marqués de Caracena del Valle), las cuentas generales de las rentas de su propiedad. En total son 21 folios, escritos por ambas caras.

El administrador, en primer lugar, refleja, en resumen, el resultado correspondiente al año 1790. En él, por una curiosidad relativa a las medidas, cabe destacar lo siguiente: doscientas cincuenta y una fanegas y nueve celemines de trigo; ciento setenta y tres fanegas y un cuartillo de centeno; un macizo de lino o treinta y nueve gallinas y media.

Ahora bien, lo más importante en este documento es que el administrador va enumerando cada uno de los pueblos y ciudades donde el marqués de Valverde de la Sierra tenía propiedades. Datos estos muy a tener en cuenta para conocer el alcance de este marquesado. Así, por orden, enumera: 

Del Mayorazgo y Señorío de Tierra de la Reina: Boca de Huérgano, Barniedo, Los Espejos, Portilla y Villafrea.

De la Tierra de Siero: Siero, Besande y Valverde de la Sierra.

De los Señoríos adyacentes a la Tierra de la Reina y Siero: Carande y Horcadas.

Señorío de Villamartín de Don Sancho, Señorío de Villaverde, Mayorazgo de Villamizar Genestacio, La Bañeza, León, Palazuelo de Órbigo, Riego de la Vega, Toral de Fondo, Villarnera y Barniedo.

También, siguiendo una lectura atenta a estos folios, uno se encuentra con que el marquesado tenía, entre otras, propiedades en Llánaves, Carrizo, Puente de Órbigo, Hospital de Órbigo, Santa Marina del Rey, Trobajo del Cerecedo y Huerga de los Frailes.

Las conclusiones finales son fáciles de dilucidar: el Marquesado de Valverde de la Sierra era poderoso económicamente hablando, ya que sus tierras y puertos le producían, por los foros, rentas, patronazgos, alcabalas y diezmos, importantes beneficios. Beneficios que se incrementaban por otras causas, como por ejemplo, por la venta de árboles (chopos). 

El marqués, además de las tierras de cereales y vides, disponía de varios molinos, palacios (en Boca de Huérgano –con su castillo y cárcel, así consta–, Villamartín y Villaverde), casas (3 en León) y hasta un pozo de nieve (en León, alquilado al marqués de Torreblanca).

A pesar del gran poder, en todos los sentidos, del Marquesado de Valverde de la Sierra, ello no fue obstáculo alguno para que años más tarde, ostentando el título el propio D. Joaquín Félix de Samaniego Urbina Pizarro, varios vecinos de la Villa de Portilla (así consta) iniciaran un pleito contra él por entender abusivo el cobro del disfrute de los pastos en los puertos. 

Palacio de los marqueses de Valverde de la Sierra en Valladolid

Don Juan de Figueroa y su esposa doña María Núñez de Toledo mandaron levantar este palacio en los primeros años del siglo XVI (hacia 1503), siendo adquirido, años más tarde, por don Fernando de Tovar, señor de la Sierra de la Reina y marqués de Valverde de la Sierra, que dio nombre al palacio. Como curiosidad diré que una gran parte del dinero para su adquisición procedía del negocio de la nieve que, desde los pozos neveros existentes en el Pico Espigüete, de Valverde de la Sierra, llegaba en los veranos a Valladolid y Palencia, para ser utilizada como conservante y refresco.

El palacio aglutina y fusiona diversos elementos decorativos procedentes tanto de la tradición italiana como del renacimiento al gusto español. Posiblemente, el elemento más espectacular de este palacio sea la ventana que se encuentra justo encima de su puerta principal. Una ventana profusamente adornada por dos estolones antropomórficos que adoptan la forma de un hombre (a la izquierda) y de una mujer (a la derecha). Posee, además, dos mascarones de bronce que, paradójicamente, sujetan en su boca una aldaba. 

El mascaron inferior se encuentra en el centro de una cartela, flanqueada por los escudos de los Valverde (en campo de azur, una banda de oro, engolada en dragantes de sinople) y los Figueroa (en oro, cinco hojas de higuera de sinoples puestas en aspa).

Los marqueses de Valverde de la Sierra en la literatura

Como casi siempre, todo comenzó con una leyenda, que más o menos se puede resumir así: uno de los criados de los marqueses, hombre atractivo y apuesto, sedujo a la marquesa. Su amor fue apasionado hasta que el marqués los descubrió, siendo apresados y castigados. El marqués, en un intento de lavar su ofensa y a modo de escarnio público, colocó en la fachada de su palacio los retratos de su esposa y del criado (los estolones que aparecen a ambos lados de la ventana). 

El pueblo continúo haciendo más creíble la leyenda cada día y así, los más perversos, veían en la figura femenina actual la diana que representaba claramente el adulterio: una falda levantada en actitud impúdica y una nariz rota por la acción directa de una pedrada, castigo de un grave pecado en aquellos viejos tiempos. 

Afortunadamente, los tiempos cambian, la leyenda continúa, sí, pero también el respeto por los monumentos. Esta leyenda llegó a nuestros días gracias a la obra Drama universal del escritor Ramón de Campoamor. Se trata, en concreto, de la escena XXXV, en la ‘quinta parte’, dentro del apartado que Ramón de Campoamor tituló ‘El pecado de impureza’. Ramón de Campoamor, allí, dejó escrito el poema que tituló 'Los marqueses de Valverde'. Este:

"Se alzó en Valladolid un edificio, / de Fabio Nelli en la plazuela un día, /y desnudo, en el ancho frontispicio, /el cuerpo de la dueña se veía.
Creyó, haciendo la impúdica escultura, / este Marqués celoso y delirante, /vil castigar la vil desenvoltura / de esa adúltera esposa y del amante. / Ciego, al llenar a su mujer de lodo, / no ve el Marqués que su deshonra sella, / publicando el imbécil de este modo / la infamia de él y la vergüenza de ella.
Y ¿qué diréis del escultor impío? / No supo, al retratarla, el miserable, / que si el mundo perdona un extravío, / siempre es con la bajeza inexorable.
Éste fue el escultor que hizo el retrato, / ése el marido fue, la mujer ésa: / ¿cuál tuvo de los tres, menos recato, / el artista, el marqués, o la marquesa?
Corriendo uno detrás, y otro delante, / sigue el marido a la mujer perjura, / y detrás de los dos marcha jadeante, / cargado el escultor con la escultura.
Y ‘¡malvado!’ –al Marqués, ya arrepentido, / dice el artista, de furor cegado; / ‘¡malvada!’ –a la mujer grita el marido, / y le responde la mujer: "¡malvado!"
Y el esposo a la esposa por la falda / la agarra airado, cuando huir procura, / mientras, fiero, al marido por la espalda / le pega el escultor con la escultura.
Y deshonrando al grupo sin decoro, / mientras la infame procesión seguía, / se deshonra también, silbando a coro, / un pueblo más infame todavía. 
El putrefacto sol por fin dejando, / arrebatada Paz de un santo celo, / "¡Dichosos! −exclamó, la vista alzando− / los que aman sólo lo que aprueba el cielo!".
Y al dejar aquel astro maldecido, / estas frases sobre él Honorio lanza: / ‘¡Cuán infelices son, pues no han sentido / la dicha del amor sin esperanza!’.
¡Nunca el sol con sus rayos esplendentes, / astro de maldición, tu fango dore! / ¡Dios quiera, abrevadero de serpientes, / que un diluvio de rayos te evapore!".

Interesantísimo aporte literario para dar vida a una leyenda, sí, pero también para inmortalizar, con todas sus virtudes y defectos, la historia de un marquesado que se inició en la Tierra de la Reina (en un León del siglo XVII) y que todavía hoy perdura, aunque un tanto olvidado, y lo siento. Para nada me interesa el título de marqués; lo que pretendo es destacar es la historia de un pueblo, con epicentro en Valverde de la Sierra y con ramificaciones a toda una comarca y a toda una provincia: León.

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