Son días agitados los que corren. Más para Mauricio Peña, que sale de su zona de confort, escondido tras el objetivo de la cámara a la espera del ‘click-click’ que se traduce en captura, para ponerse precisamente frente a la misma. «Reconozco que estar al otro lado es más fácil que estar aquí», arranca diciendo durante el programa Entre Nosotras emitido por Cope León en colaboración con 987tv y La Nueva Crónica, a la que acompañan las imágenes del fotógrafo desde el primer número.
Pero el periplo periodístico de Mauricio Peña se inció hace unas cinco décadas embuchando ejemplares. «Con 14 años me escapé de casa por una ventana y aparecí en la puerta del Diario de León», relata. De embuchador pasó a repartidor después de haber aprendido de memoria la tarea de un compañero y, tras una huelga que terminó con el fotógrafo fuera, Peña tomó el relevo a los mandos de la cámara. «Yo ya hacía fotografías desde los diez u once años», explica: «Entonces, empecé, entré y me quedé». No tardó en asomarse a La Crónica de León, que le abrió sus puertas hasta la última portada.
Desde entonces, Mauricio Peña lleva en esa mochila negra que tanto le caracteriza no sólo su herramienta de trabajo; también una trayectoria que es pesada por extensa. Pesada, además, por haber cosechado triunfos como la Insignia de Oro de la ciudad de León o el nombramiento como ‘Personaje singular de la Semana Santa’ concedido por la Cámara de Comercio. Esos triunfos, sin embargo, se hacen pequeños frente a un recorrido que ha permitido a quien lo transita sacarle el máximo provecho; disfrutarlo como si todavía fuera aquel niño que se escapó de casa para llamar a la puerta del Diario de León. «Siempre he dicho que en la vida te pueden pasar dos cosas: que te toque una primitiva que te haga millonario y vivir sin dar palo al agua o tener un trabajo que te permita vivir con dignididad y disfrutar de él», reflexiona: «Eso es básico».
"Una fotografía es cuestión de cuatro ojos: los que la hacen –o uno, al guiñarlo– y los que la ven"
Han sido muchos y muy variados los reportajes a los que Peña ha ido haciendo hueco en su memoria fotográfica. Los hermanos Vicente y Paz como símbolo de resistencia durante la construcción del embalse de Riaño o las capturas de las marchas mineras que le llevaron a él y a su compañero de batallas, Fulgencio Fernández, en un Ford Fiesta cada día un poco más cerca de Madrid y más lejos de León son algunas de las imágenes que se le han quedado grabadas. A él y a todos los leoneses; afortunados por que Mauricio Peña nunca se haya planteado oficio distinto al que ha ejercido.
«Jamás me he considerado fotógrafo, me he considerado fotoperiodista porque, desde la primera vez que entré en el periódico, me enganchó el olor a la tinta, el olor al papel, la rotativa, el ruido de los teletipos... Fotógrafos son mis amigos de Focus; yo sé manejar lo básico de la cámara y, con el tiempo, he ido aprendiendo de forma autodidacta», indica, recordando la llegada a La Crónica de José Manuel López: «Venía de la escuela de Oviedo, de la que han salido muy buenos fotógrafos, y para mí supuso una revolución porque, aunque yo ya estaba curtido en mil batallas, aprendí mucho de él». De igual manera, han sido muchos los que en estos años han aprendido cosas del fotoperiodista.
Y es que las de Mauricio Peña –se ha dicho siempre– son imágenes que por sí mismas cuentan historia. En ellas «está la mitad del texto», escribió Fulgencio Fernández ante la noticia de que la Insignia de Oro sustituiría la cámara de Peña por unos instantes. «Una fotografía es cuestión de cuatro ojos: los que la hacen –o uno, al guiñarlo– y los dos que la ven», enseña el entrevistado: «Nuestra misión también es informar, pero con nuestra imagen». Demuestra sus palabras con un ejemplo. «En el recorrido que hicimos con Julio Llamazares, le hice una foto a él solo con el pantano (del Porma) de fondo», describe: «¿Por qué? Porque yo creo que Julio representa un poco la lucha de todos contra los pantanos y ese era donde estaba enterrado su pueblo». Cuenta el fotoperiodista que «las fotografías se leen exactamente igual que el texto», que «se leen de izquierda a derecha»; algo que aprendió de Jesús Egido. «Uno de los mejores periodistas con los que he trabajado», añade.
"Las cosas han evolucionado mucho; estamos en la era de la imagen, pero la de la peor imagen"
El tiempo ha ido pasando de la mano de los cambios. «La fotografía ha evolucionado muchísimo», considera Peña, que se muestra escéptico: «Estamos en la era de la imagen, pero de la peor imagen». No pasa por alto que, en sus inicios, el único utensilio capaz de capturar los acontecimientos y a sus protagonistas era una cámara; nada de móviles. «Estamos en una época en la que existen cosas tan absurdas como que en la iglesia de Peñalba de Santiago, por denro, que son todo piedras, hay un letreto grandón que pone ‘foto, no’», comenta: «Con un teléfono móvil todo el mundo puede hacer lo que quiera y el profesional de la imagen no puede hacer nada».
El tiempo ha ido pasando y no ha sido en balde. Apenas falta una semana para que el fotoperiodista Mauricio Peña firme su última imagen en La Nueva Crónica; entonces colgará la cámara como el cura cuelga los hábitos. «Intentaré hacer cosas que me queden pendientes porque, a pesar de todos estos años, me quedan algunas, pero no voy a ir con por ahí con la cámara», termina por decir: «A cosas muy puntuales y sitios muy concretos iré, al resto no».
Con cámara o sin ella, al periodismo leonés le faltarán sus carraspeos, sus comentarios jocosos y ese carácter que hace sentir cómodo a todo el el que le rodea –da igual la edad, da igual el medio–, siempre dispuesto a mostrar lo que ya tiene bien sabido. Pero lo que no faltarán serán los recuerdos. Mauricio Peña ha dedicado toda su carrera a inmortalizarlos manteniéndose fiel a ese ‘click’ que es banda sonora de su trayectoria; a esos instantes que, fruto de su cariño, capturan la esencia de la tierra que es –que ha sido– la provincia de León.