Esta es mi cuarta entrevista con Juan del Val, yo diría. Recuerdo cuando hablábamos, en sus comienzos, recién aterrizado en el extraño mundo televisivo (antes fue trabajador de la construcción, por ejemplo), y escribiendo ya por entonces algunos libros, también en compañía de su mujer, Nuria Roca. Ahora, mucho tiempo después, Del Val se ha asentado como participante y tertuliano del programa de entretenimiento de más éxito de la televisión, ‘El hormiguero’ y puede decirse, sin dudarlo, que es ya uno de los rostros más populares (y más polémicos) de la pequeña pantalla. Y, a pesar de su innegable omnipresencia catódica (Juan habla prácticamente de todo y no suele eludir los temas más resbaladizos), parece que le sobra tiempo para inventar historias.
Al otro lado del teléfono, Juan del Val reconoce que, como en sus novelas anteriores, aquí también hay mucho de su biografía. A fin de cuentas, el mundo audiovisual, muy presente en ‘Bocabesada’ (Espasa), es lo que mejor conoce.
-Yo siempre estoy en cada uno de los personajes. Aquí también. Te diría que en mis libros se me ve por todas partes. Incluso en ‘Candela’.
-Algunos autores aseguran que la vida del escritor es difícil. Que está llena de miedos e incertidumbres. Nunca sabes si te van a aceptar, más si vienes de un medio como el televisivo. Esa fama de la televisión, esa euforia, esas fotografías con los seguidores… No es algo tan habitual en la literatura.
-El mundo editorial es duro. Pero todos los mundos lo son. Para mi la aceptación sólo depende del público. Y mientras esto funcione… Creo que lo que yo escribo es muy reconocible. La gente es capaz de reconocerme. Para mí, eso es lo único importante. Yo estoy muy satisfecho, pero decir que yo he tenido éxito es algo muy exagerado. Lo que pasa es que una cosa es esa aceptación popular, la de los lectores en general, la que yo busco, y otra la de las elites intelectuales. A mí esta última me importa bastante poco.
-Te veo un poco resentido con respecto a eso…
-No, no, en absoluto. Describo lo que me pasa, sin más. ¿Qué me dicen? ¡Ah, ya, el libro de un famoso! Y yo contesto: ¿pues por qué no lees el libro y opinas sobre él? Creo que en otros países esto no sucede, al menos no en esta medida. Parece que aquí tienes que cultivar una pose, dedicarte a una sola cosa, no ser considerado como intruso… Hay personas que le quitan valor a lo que le gusta a la gente. Pero no se trata de resentimiento, puedes creerme.
-Pero tú, en tu novela, te enfrentas a lo que podrías llamar la paradoja de la fama. ¡Ay, la fama! Es un tema complejo… Martín, uno de los protagonistas, que es un poco tú, está huyendo. Quiere desprenderse de esa supuesta dictadura de la fama, se va a Nueva York (como te vas tú a veces), quiere escribir y considera que, si fuera menos famoso, sería más considerado como escritor. Pero hay muchos que piensan que es la fama, el perfil mediático, lo que te permite a veces colarte en el universo de la literatura, acceder a él con más facilidad.
-Todo eso es verdad. Yo vendo más libros porque salgo en televisión. No hay duda. Y también creo que salir en televisión te quita cierto reconocimiento. Es que ambas cosas son ciertas. Y ninguna de las dos tiene demasiada importancia. Martín huye, sí, ve la literatura como yo, pero te diré que nos separa un abismo. Porque yo no huiría. Yo no dejaría de trabajar en televisión. Porque el reconocimiento me da igual, llevo mucho en esto como para dejarme llevar por estas cosas. Me gustaría saber qué pasaría con ciertas novelas si salieran [al mercado] sin firmar… Por poner un ejemplo.
-Pero estarás de acuerdo en que los grandes autores, no sé, los grandes elefantes de la manada literaria, como quieras llamarlo, ya no salen en televisión (como mucho, en ‘Página Dos’). Parece que, de cara al gran público, se vende otro perfil de autor, otro contexto, digámoslo así.
-Totalmente de acuerdo. Pero en los ochenta, y antes, y en los noventa, también, los escritores eran personajes muy famosos. ¿Recuerdas? Cela, Umbral… Eran escritores y eran famosos. Salían mucho en televisión, la gente parecía encantada de escuchar lo que decían. Me da pena que eso haya dejado de interesar. Ahora parece que no salir en televisión es precisamente lo que te da un sello de calidad como autor… Pablo Motos ha entrevistado a autores como Pérez Reverte, sí, pero estoy de acuerdo contigo en que resulta muy difícil ver autores en ‘prime time’ hoy en día. Pero de eso no tienen la culpa los escritores… sino los responsables de los contenidos de la televisión, que consideran que, quizás, eso no interesa demasiado.
-La fama es algo que hay que digerir, supongo. Una cuestión de buena digestión. ¿La fama es una de tus preocupaciones? ¿La fama relacionada con las pantallas? Porque es uno de los temas centrales de ‘Bocabesada’.
-Si la fama es que te paren para hacerse fotos contigo, que te reconozcan por salir en un programa de televisión con mucha audiencia, o cosas así, entonces estoy en condiciones de decir que sí, que eso me pasa, claro. Pero me ha pasado con cincuenta años. Si me hubiera ocurrido con dieciocho, a lo mejor era un problema. Me alegro mucho de que la fama me haya pillado muy mayor. La he conocido muy de cerca (a través de Nuria [Roca], por ejemplo), pero tengo asumido que es algo muy efímero. Los privilegios de la fama se acaban con el olvido, a los cinco minutos de salir en un programa popular. Pero soy feliz. Quizás echaría de menos que no me reconocieran, no te digo que no. Pero a mí, eso de que alguien se considere importante sólo porque es famoso me da absolutamente igual. La fama tiene cosas buenas y cosas malas, como casi todo. Pero sé muy bien que es algo que dura un ratito.
-Esta novela es crítica con los que toman las decisiones en empresas o en plataformas mediáticas… Por ejemplo, sobre los guiones, sobre la aprobación de una serie... Y tú estás ahora con ‘Delparaíso’, a punto de convertirse en serie para HBO, si no me equivoco.
-Soy critico con la gente que tiene el poder de tomar algunas decisiones… Es algo que no me conviene, lo sé. Y precisamente me refiero a esas cosas que mencionas, a la valoración de guiones o de proyectos, etc. He estado en muchas reuniones, y lo que cuento es literal. Y eres consciente de la mediocridad que hay muchos casos.
-Se van a enfadar contigo… Porque lo que cuentas, beberá de tu experiencia.
-Hombre, claro. No sé contestar a la pregunta de si se van a enfadar conmigo o no. Lo que sí te puedo contestar es que me da igual. Cuando escribo no puedo estar pensando en quién se va a enfadar. Si se va a enfadar mi madre, o mi gente, o los que deciden sobre mí… No, eso no puede ser. Yo en eso no claudico. Ahora, si alguien se da por aludido, pues que lo gestione. Pero te digo una cosa con claridad: en todo lo que digo sobre eso, no miento.
-‘Bocabesada’ es muy coral. Hay un montón de personajes, y muchos responden a ciertas características propias de una sociedad plural… No sé, hay un personaje trans, hay una prostituta, etcétera. No creo que lo hayas hecho por corrección política, porque habitualmente pareces muy alejado de toda corrección política.
-No, yo no tengo nada que ver con eso. Nada de corrección. Pero es que yo hago novela contemporánea. Hablo de la prostitución, del alzhéimer, de la transexualidad… Ahora bien, no lo hago por reivindicar nada. Es que ese es el mundo de hoy. A mí me gusta hablar de la vida que tengo alrededor.
-Has dicho en algún lado que no sólo tienes cosas de Martín, sino del personaje transexual, Carlos primero, Adela después. Dices que tienes mucho de los personajes femeninos, que tu lado femenino es importante.
-Es un rasgo muy marcado en mí. Creo que conozco bien a las mujeres. Me reconozco bastante en Carlos, el niño que luego será Adela. Ese niño un poco diferente, que escucha copla… Otra cosa es que yo fuera heterosexual. La verdad es que estoy diseminado por varios personajes, como señalé antes.
-Tu novela pone en cuestión el mérito de algunos de esos personajes importantes que deciden sobre cosas relevantes de nuestras vidas.
-Mira, yo creo que los directivos están ahí por sus méritos, porque lo merecen. Lo creo. Pero habitualmente a mí esos méritos no me gustan. Yo no sería un buen directivo, ni un buen político. En eso, ellos son mucho mejores que yo. Yo no sería capaz… No sé. Yo creo, por ejemplo, que en España la función de los dirigentes no es tanto tener aciertos, sino no cometer errores. Pero yo estoy más en lo emocional, en cometer errores… Qué se le va a hacer. A mí me echarían a los dos días…
-He visto algunas declaraciones tuyas muy en contra de las elites intelectuales. También lo has dicho aquí. Y mencionas las elites intelectuales de izquierdas. ¿Por qué? ¿Crees que hay una pose política en torno a la cultura?
-Yo me considero en ese lado ideológico, pero no entiendo muy bien por qué no se respeta o no se valora lo que quiere la gente, lo que le gusta a la gente. En la música, en la literatura o en los restaurantes. Yo creo que hay que estar muy cerca del pueblo, no despreciar lo que dice, los libros que lee o las películas que le gustan. Lo que me molesta, precisamente, es que esa forma de pensar se convierta tantas veces en un pensamiento elitista.