En un saludo habitual con Miguel Ángel Nepomuceno se repetía siempre el mismo diálogo. Las mismas frases una y otra vez pero ninguno de los dos la cambió jamás.
- Hombre Nepo, gran maestro.
- E hijo de maestro.
Los dos sabíamos de qué hablábamos. Yo le recordaba la admiración de sus gentes, las de nuestro pueblo, a las que para explicar lo grande que era nuestro paisano les recordaba que en ajedrez era «gran maestro».
Y Miguel Ángel recordaba y reivindicaba la figura de su padre, otro gran maestro en la vida y en el magisterio hasta que la represión le apartó de su profesión, tal y como recoge, entre otros, Wenceslao Álvarez Oblanca en su libro sobre la ‘Depuración de la Enseñanza. 1936-1943’. En las largas listas de grandes maestros apartados de su profesión y vocación se puede leer: «Separación definitiva (del magisterio) y baja en el escalafón: Laureano Nepomuceno Matanzo».
Y, sin embargo, nunca dejó de ser maestro y apostar por la enseñanza y la cultura. Lo contaba Miguel Ángel sin ningún resentimiento, todo lo contrario, cuando recordaba que «fui campeón de España juvenil pero no pude acudir al Mundial, no me dejó mi padre pues no había aprobado el curso».
Le quedó siempre el recuerdo de su padre, fallecido antes, en la figura de su madre, Pilar Salcedo, tan fiel a la memoria del maestro Nepomuceno que jamás dejó de pagar su cuota de afiliada al PSOE (y creo que la UGT pues había doble ‘militancia’) hasta su fallecimiento llegando a tener el carnet número 1 de Castilla y León.
Acaba de fallecer Miguel Ángel Nepomuceno, el gran maestro e hijo de maestro, y se han sucedido crónicas y testimonios que recuerdan todas sus facetas, que fueron muchas: el ajedrez, en primer lugar; las crónicas y libros sobre ajedrez y ajedrecistas, con Alekine como pasión primera pero no única; la música y el periodismo, como crítico y periodista, sus entrevistas a todos, a todos, los grandes de la música, desde Giuseppe Di Stefano a Montserrat Caballé merecían un libro recopilatorio y un homenaje de los periodistas de provincias por tenerlo en nuestras filas... en fin, lo habéis leído estos días, pero hay un detalle que lo dice todo, esa anécdota —o no tanto— de cuando con 11 años se fue en el coche de línea a buscar las cuatro piezas de ajedrez más antiguas de Europa que andaban perdidas —hasta que él las encontró— por el Valle del Silencio. Ocho horas de autobús, con 11 años, poco que añadir.
En los años 70 estaba Nepomuceno en plena actividad; por ello no podía faltar su imagen en ese completo archivo de la década que es el de Fernando Rubio, que localizó sus fotos y se quiso sumar a su recuerdo. «Han pasado muchos años y se me había ido el nombre pero recordaba perfectamente a la persona, la importancia en la difusión del ajedrez y en muchas otras facetas. Recuerdo que colaboraba en El Diario de León y alguna vez coincidimos. Una persona educada y de trato amable».
El trato amable es algo que resaltan todos los que han tenido un recuerdo para él. Y lo riguroso que era en su trabajo. Señala Fernando Rubio que esta colaboración semanal con La Nueva Crónica y el aporte de fotos que está haciendo en las redes sociales le han despertado muchas cosas. «Cuando comencé a digitalizar y publicar mis fotografías fue como un reto personal para recordar mi paso por la prensa leonesa. Con el tiempo se ha convertido en una especie de cruzada para recordar hechos y personas muy importantes, poco importantes oaparentemente nimios pero que permiten a los más veteranos, aflorar recuerdos y sentimientos (espero que la mayoría, agradables) y a los menos ‘vintage’ el conocimiento de aquella prodigiosa década».
Y en ella no podía faltar Miguel Ángel Nepomuceno, que deja en su cajón historias inéditas de ese Alekine al que tanto estudió, pero no solo. En los años 80 publicó otro impagable libro sobre Emanuel Lasker, ajedrecista judío, matemático,amigo personal de Einstein, filósofo, el primero en aplicar la psicología al ajedrez, 27 años campeón del mundo, perseguido por los nazis y que no se sabe dónde está enterrado ¡Cómo no iba a fascinar una biografía así a Nepomuceno! que cerraba su recuerdo del ajedrecista que hacía que las conversaciones con Nepo fueran un pozo de sorpresas e historias: «Se sentaba para jugar la partida y le decía a su rival: No me gusta jugar contra el tablero, me gusta jugar contra ti, que tienes defectos y los voy a atacar».
Nepomuceno lo sacrificó todo para ser profesional del ajedrez, como abandonar León para vivir 6 años en Asturias y 8 en Cataluña, «pues vivir del ajedrez en León era una utopía, aunque aquí me entró el gusanillo viendo las partidas que se jugaban en el Cantábrico». Siempre mostraba su admiración por Boby Fischer, que venía a representar lo que él llamaba el ajedrez romántico, el que a él le fascinaba: «Del año sesenta hacia adelante se acabó aquel fascinante ajedrez para dejarle paso a otro más técnico, conservador, aunque es cierto que a veces Kasparov tenía ramalazos de aquel viejo ajedrez».
A Nepo le gustaba este juego y jugar a mezclar saberes; así entró a un juego que le propusimos:
- Ponle música a Lasker.
- A Beethoven, por su lucha.
- A Boby Fischer.
- Mahler. La Segunda, la resurrección.
La siguiente pregunta debería ser ponerle música a Nepomuceno, pero no la puede responder.
Miguel Ángel Nepomuceno: Gran maestro... y punto
El gran pionero del ajedrez en León, ha fallecido hace unos días y Fernando Rubio rescata de su archivo imágenes en unas simultáneas
27/06/2022
Actualizado a
27/06/2022
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