A medio camino entre el relato ficticio y la realidad histórica, emerge el nuevo título que llena la cartera literaria de La Nueva Crónica. Título que, por cortesía de pluma e imaginación de Luis Grau Lobo, muestra esa mirada, “menos indulgente o afligida, más ecuánime” del forastero que es cada uno de sus personajes, igual que lo fue el propio autor hace tres décadas, cuando el Museo de León le dio la bienvenida. En esa mirada, cuenta Grau, reside no sólo una especie de objetividad, también lo que llama “virginidad de juicio”; algo que él perdió hace ya tiempo.
“Llevo mucho más tiempo viviendo en León que en ningún otro sitio, este es mi hogar y, por lo tanto no soy uno de esos forasteros", analiza el autor: "Lo mismo le pasa a alguno de los personajes del libro; algunos se quedan, otros se marchan y, en ese sentido, el viajero cuando llega tiene una -o debería tener- una mirada, si no más virginal, por lo menos más cándida porque no está mediatizado por lo que sabemos los habitantes de la ciudad de nuestro propio entorno”.
Y es que sus cartas enviadas por imaginarios legionarios, viajeros del futuro o viejos mozárabes a familiares, superiores o amos dejan que el lector se enfrente en cada una al doble protagonismo de remitente y destinatario. Todo en un reflejo de la biografía de esta tierra que, bajo el título ‘Cartas leonesas. Una historia epistolar de la ciudad’, ha reunido al autor y sus editores, David Rubio y Elena Aguado, en el Palacio del Conde Luna para su primera puesta de largo. Y, del futuro de esa historia, concejala y autor tienen opiniones muy distintas.
“Tiene muy mala solución, es un asunto que en nuestro país viene de muy antiguo y no solamente depende de decisiones políticas, sino también de tipo sociológico", añade Grau: "Esa pandemia que nos enseñó algunas cosas, por ejemplo, nos enseñaba que, volviendo a determinados lugares estábamos mejor y, sin embargo, hemos vuelto a lo mismo que hacíamos antes, así que igual necesitamos una cierta reflexión”. Mientras, la concejala, que insiste en la confianza del Ayuntamiento hacia el escritor y en la importancia de su papel como director del Museo de León, ha mostrado una visión más positiva sobre el futuro de esta tierra: “Lo veo un poco mejor que esa especie de distopía que hace Grau en la entrega, donde, en uno de los capítulos, precisamente, hace una evolución desde los años noventa en que llega a León y, desde entonces, creo que no hemos dejado de mejorar, con momentos y paréntesis de todo tipo, pero no hemos dejado de mejorar, por lo tanto, lo normal es esperar que sigamos mejorando”.
Una sala repleta da cuenta de la ambición de éxito de estas particulares cartas, escritas por personajes de a pie, pues “se trata de nuestra historia”, como señalaba Grau, y no de la esos personajes más espectacularizados que espectaculares en los habituales retratos históricos. Aferrado a su interés por la época actual, el escritor no puede disimular nervios ni sonrisilla tímida ante los elogios del director de este medio. Junto a la concejala y los numerosos espectadores, editor y autor continúan su charla, entusiasmados, agradeciendo lo oportuno de la lluvia para cobijarse en el interior del Conde Luna. Entusiasmados, también, por dotar al panorama cultural de León de un reflejo airoso y sincero de la que es su rica historia.