La posible retirada de los restos mortales de Francisco Franco del Valle de los Caídos, anunciada para finales del presente año, hace emerger la imagen olvidada de una de las construcciones más inquietantes de la historia de la arquitectura, ese gigantesco mausoleo que alberga casi treinta y cuatro mil muertos en la guerra civil española, construido en la sierra de Guadarrama, en el valle conocido como Cuelgamuros, donde se horadó un cerro rocoso para hacer una basílica y una cripta, en cuya cúspide se erigió la cruz más alta del mundo, visible a cuarenta kilómetros de distancia.
En el valle conocido como Cuelgamuros se horadó un cerro rocoso para hacer una basílica y una cripta El conjunto es impactante porque nadie espera encontrar un monumento funerario de tales dimensiones en la cima de una cordillera y que este, a la vez, penetre la tierra y se eleve, buscando las nubes y el cielo mismo. El joven que contemple por vez primera el faraónico panteón, o el viajero que llegue a Madrid en avión y lo vea desde el aire, han de percibir que alberga algo estremecedor.
En el frente una hilera de arcos clásicos con el vano intensamente oscuro conduce la mirada a las entrañas del cerro. Al principio esta construcción da la sensación de ser la base de un edificio que no existe, un edificio que hubiera desaparecido o que la montaña hubiera capturado, pero luego se ve que el edificio es la misma montaña.
Las esculturas fueron encargadas a Juan de Ávalos; los cuatro evangelistas colosales, claramente inspirados en el Moisés de Miguel Ángel, parecen estar esperando algo trágico que va a ocurrir en el instante; las virtudes, al pie del fuste de la cruz, están resignadas ante lo fatal y La Piedad que sostiene a Cristo yacente —cuya primera versión rechazó Franco por demasiado pequeña— tiene el rostro casi oculto, con ojos hundidos en los huesos del cráneo, como si no fuera la Virgen María sino el cadáver de la Virgen María en piedra.
Una vez que se sabe que el Caudillo yace allí, bajo la cúpula de mosaico con cinco millones de teselas, todo el conjunto se figura una plataforma que habría de propulsar el alma del difunto directamente al cielo.
Se dice que el lugar fue localizado por el mismo Franco en paseos a caballo o a pie, y que sobre los sucesivos bocetos —algunos de los cuales dibujó él mismo— exigía aumentar la altura de la cruz. En la obra participaron presos que entraron en el programa de redención de penas por trabajo y, aunque en un principio se había pensado que albergara tan sólo los restos de los caídos en el lado vencedor, luego se depositaron también restos del bando contrario; no se sabe si porque, ante la negativa de muchas familias a trasladar a sus muertos allí, sobraba espacio o por un sobrevenido sentimiento de reconciliación del régimen franquista. Se habla de que estos restos se colocaron en cavidades de la cripta de tal forma que habrán formado un único cadáver colectivo debido a la humedad y el paso del tiempo, impidiendo la exhumación que algunos descendientes reclaman.
Pertenece a un género arquitectónico siniestro emparentado con el campo de exterminio nazi de Auschwitz El Valle de los Caídos pertenece a un género arquitectónico especialmente siniestro emparentado, efectivamente como apuntan varios, al campo de concentración nazi de Auschwitz en cuanto a que nos traslada la memoria de algo extremadamente trágico. Sería muy difícil convertirlo en otra cosa, por más que se reconstruya el relato y se ajuste a la verdad histórica, ya que fue diseñado con la estética puesta al más estricto dictado de los vencedores.
El Valle de los Caídos es siniestro no sólo porque en él haya tantos cadáveres que se mataron entre ellos habiendo sido amigos, vecinos o al menos compatriotas; es siniestro no sólo porque se den en él honores a la memoria de un dictador,Francisco Franco,sino porque lo que allí se levantó fue un monumento a la muerte misma, la muerte como una herramienta más para crear la Historia.
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