Mucho ruido y pocas nueces

Preocuparse es humano, y estamos programados para ello. El miedo, o la preocupación ante un posible peligro, aumenta nuestro nivel de adrenalina y prepara nuestro cuerpo para actuar (salir corriendo, luchar, defendernos)

Sofía Morán
26/01/2020
 Actualizado a 26/01/2020
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Cuando escucho las noticias sobre el nuevo coronavirus de Wuhan y las medidas que se están tomando para intentar atajar el contagio, las cuarentenas, los hospitales blindados, las ciudades ‘selladas’… enseguida pienso en las probabilidades de que ese virus viaje por tierra, mar y aire, acercándose cada vez más. Le doy vueltas a la posible crisis sanitaria, la pandemia mundial, y ¡vaya usted a saber a cuántas cosas más! Tengo una mente florida, qué le vamos a hacer. Menos mal que desde que soy madre, ya no me queda demasiado tiempo para divagar.

Preocuparse es humano, y estamos programados para ello. El miedo, o la preocupación ante un posible peligro, aumenta nuestro nivel de adrenalina y prepara nuestro cuerpo para actuar (salir corriendo, luchar, defendernos). Es por tanto una respuesta adaptativa.

El problema viene cuando nos preocupamos en exceso, y por demasiadas cosas, ya saben, eso de estar siempre sufriendo por lo que pueda pasar. Los famosos «y si…» que muchas veces nos quitan el sueño, nos inquietan y nos perturban. A pesar de que el 90% de las cosas que nos preocupan, ni han ocurrido, ni ocurrirán jamás.

Y si su mente no le juega estas malas pasadas ‘inventándole’ peligros y amenazas, ya hay quien se ocupa de hacerlo por usted. La cosa es no dejarnos vivir tranquilos. Ahí tienen la polémica vacía del ‘pin parental’, ese supuesto derecho de padres y madres a vetar los contenidos complementarios que se imparten en los colegios de sus hijos, cuando no los consideren apropiados, sin importar que estén incluidos en la programación anual del centro, que sean obligatorios y evaluables, y que se impartan en horario lectivo.

Lo que pretenden es demonizar todas esas actividades o talleres donde se abordan temas fundamentales como el bullying en las aulas, la educación sexual, la prevención de embarazos no deseados, alimentación saludable, prevención de violencia de género entre adolescentes, seguridad informática en las redes o reciclaje. Charlas impartidas por policías, enfermeras, guardia civil, cruz roja… con la supervisión del profesor y su presencia en el aula. Todo muy revolucionario.

Si tienen hijos en edad escolar, ustedes ya lo saben. Nada de esto es nuevo, hablamos de actividades que llevan años realizándose en los colegios, y que no eran un problema para nadie. Lo que nos han vendido es humo. Un debate vacío, que pretende cuestionar el trabajo y la credibilidad de docentes y educadores a la hora de organizar y escoger los contenidos que se imparten. A la hora de hacer su trabajo, ni más ni menos. Y créanme cuando les digo que, despertar suspicacias y abrir aún más la brecha que ya existe en la confianza entre padres y profesores, es un camino peligroso. El colegio de sus hijos, y sus profesores, no son el enemigo. Son las personas en las que depositamos nuestra confianza cada mañana, cuando dejamos allí a nuestros hijos en jornadas maratonianas, un día detrás del otro. O al menos, así debería de ser.

Nos hemos vuelto locos con el puto ‘pin parental’, padres que no han ido a una tutoría en su vida, y que sólo han pisado el colegio para la función de Navidad, muy preocupados por imponer el veto parental. Quizá, más adelante, también quieran decidir si leer y analizar ‘La Celestina’ en la clase de literatura, es algo apropiado, o demasiado subversivo para su familia. Y si la prueba oral de inglés, estresa mucho a su retoño, quizá también debería quedar exento de ir.

Y es que, si pusiéramos las mismas ganas, la misma vehemencia y determinación en debatir sobre si los niños con necesidades especiales tienen los apoyos que necesitan en el aula, o sobre modelos de aprendizaje obsoletos que ya no funcionan, las elevadas ratios de alumnos por clase, el desastre de los actuales proyectos de bilingüismo, o cómo mejorar las tasas de abandono escolar, otro gallo nos cantaría.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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