La desbordante imaginación de Tim Burton (1958) no solo lo convirtió en uno de los autores más populares e influyentes del final del siglo pasado (‘Batman’, ‘Ed Wood’, ‘Sleepy Hollow’, ‘Big Fish’), sino también en un verdadero creador de iconos. En cualquier fiesta de disfraces, especialmente en Halloween, habrá alguien vestido de Jack, el esqueleto de ‘Pesadilla antes de Navidad’, o del indescriptible Bitelchús, o del Pingüino y Catwoman de ‘Batman vuelve’ o, por encima de todos, de Eduardo Manostijeras.
En 1990, el mundo se enamoró de ese joven y bondadoso robot con tijeras en lugar de dedos (Johnny Depp), que su excéntrico inventor deja inacabado. Un pobre solitario a quien toda una sociedad juzga por su apariencia. El director y guionista lo empezó a dibujar como una especie de alter ego durante su adolescencia en Burbank (California), cuando se sentía incomprendido.
Este cuento de hadas gótico arrasó en taquilla y aspiró a los Oscar, los Globos de Oro y los Bafta, y no es de extrañar que unos años más tarde lo llevase a la danza contemporánea Matthew Bourne (1960). Probablemente no haya un coreógrafo más apasionado por el séptimo arte que el inglés: ya había adaptado otros clásicos como ‘Las zapatillas rojas’ y ‘My Fair Lady’ (premio Olivier en 2002), y en ‘The Car Man’ (su versión de 'Carmen', de Bizet) rendía una suerte de homenaje a ‘El cartero siempre llama dos veces’. Eso sí, el público lo conoce por su versión masculina de 'El lago de los cisnes', que le valió dos premios Tony en 1999 y que aparecía también al final de otro filme, ‘Billy Elliot’.
Desde que ‘Eduardo Manostijeras’ viera la luz en 2005, este ballet se mantuvo tres meses en cartel en Londres, tras los cuales comenzó una larga gira de más de una década, primero por Reino Unido y luego por Europa, Asia, EEUU y Australia. Sin embargo, nunca se había proyectado en las salas de cine. Ahora, veinte años después de su estreno, Cines Van Gogh lo retransmite este jueves, en una grabación de marzo de 2024 en el Millennium Centre de Cardiff, la capital de Gales.
Bourne respeta la gran mayoría de elementos de la película, desde los personajes hasta la reconocible banda sonora de Danny Elfman, cargada de melancolía, y aquí orquestada por Terry Davies. En cambio, los decorados y vestuario los elaboró desde cero su fiel Lez Brotherston, de quien ya conocemos ‘Cenicienta’, y se sitúan en la década de los 50 en un suburbio estadounidense de tonos pastel (su fuente de inspiración fue otra película, ‘Peggy Sue se casó’, de Coppola). Allí, el pobre Eduardo, cuyas tijeras son tan capaces de crear esculturas como de herir a los demás, solo quiere ser aceptado por una comunidad que lo ve como a un peligro y a un monstruo. Se trata, por tanto, de una fábula contra la intolerancia, el odio y la superficialidad.
Esta pieza se ha convertido en un clásico para todas las edades: las familias disfrutan de su narrativa, su impresionante aspecto visual y su sentido del ritmo y del espectáculo, mientras que los amantes del ballet apreciarán su variedad: mezcla pasajes clásicos con danzas españolas y guiños a musicales como ‘West Side Story’ o ‘Grease’. De hecho, Burton solo concedió los derechos a Bourne –tras ocho años de negociación– cuando le prometió despegarse del lenguaje de la película y no trasladarla literalmente.
El coreógrafo cumplió su palabra: reconocemos su sello en la mezcla de comedia y romance, las escenas colectivas (la compañía saca partido a sus 36 bailarines, por ejemplo cuando el famoso topiario de Eduardo cobra vida); los pasajes añadidos, como ese prólogo a caballo entre ‘Frankenstein’ y ‘Coppélia’ o como varios momentos oníricos; su gusto por los desenlaces trágicos, la atención al detalle en la descripción de ese barrio y sus vecinos… y, en especial, la caracterización del protagonista mediante los pasos de baile. Su inocencia, su torpeza, sus ganas de amar y ser amado, su ternura, se reflejan en los movimientos. En Cardiff lo interpreta el bailarín inglés Liam Mower (1992), que hace creíble la confusión, la espontaneidad, la candidez y la profunda tristeza de Eduardo. Formado en el Royal Ballet, en 2006 se convirtió en el actor más joven de la Historia en lograr el premio Olivier, con apenas 14 años por ‘Billy Elliot’, el musical del West End. Desde 2011 es solista de la compañía de Bourne, New Adventures, en la que ha encarnado al Ángel de ‘Cenicienta’, al Hada de ‘La bella durmiente’ o al príncipe de ‘Swan Lake’.