Muñiz Alique y Sendo, dos grandes escultores y un final

Por Gregorio Fernández Castañón

19/12/2024
 Actualizado a 19/12/2024
Homenaje a la lucha leonesa. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
Homenaje a la lucha leonesa. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Muñiz Alique disfrutaba creando. Y lo hacía tan bien que su obra fue expandiéndose por diversos rincones de Argentina, donde vivió varios años, y sobre todo por su amado León, aunque él nació en La Coruña en el año 1926. Joven emprendedor, disponía de unos puños de acero, no solo para agarrar el mazo y el cincel, sino para derribar a la lona a cualquiera de los contrincantes que osaran ocupar su espacio. Él, para que nos entendamos, a la edad de 19 años, fue subcampeón de España de boxeo. Pero también tengo que destacar su lado sensible y, por ello, imitando a los pajarillos no enjaulados, perteneció al coro del padre Eduardo (no me preguntéis quién fue él) por una razón convincente: «más que nada por la merienda».  

Para continuar con la vida de este reconocido escultor, conviene decir que, antes que fraile –es un decir, no vayáis a pensar mal– fue monaguillo: mecanógrafo en varias oficinas, empleado en Antibióticos –donde según sus palabras «era tanto ingeniero, como señora de la limpieza»-, jefe de compras o descargador de barcos (en Argentina, por supuesto, donde dejó sus primeras y monumentales obras escultóricas). Sorprendentemente, tenía un don especial para los animales, tanto que… Paseando por León, primero se dejaba ver con un lobo, al que sacaba a pasear con su correa,y después, años más tarde, le gustaba cuidar en su casa a un león, que respondía al nombre de Leo.

Ángel Múñiz Alique. | PEIO GARCÍA
Ángel Múñiz Alique. | PEIO GARCÍA

Ángel Muñiz Alique se marchó de viaje a otra dimensión cuando (en 2022) tenía 95 años, pero dejó en León una extensa obra de lo más interesante. Solo hay que abrir los ojos para admirar, entre otros, los siguientes monumentos: Exaltación de la lucha leonesa (inmediaciones del Palacio de los Deportes), San Francisco de Asís (en el parque San Francisco), el Peregrino (en Mansilla de las Mulas), la Madre (en Ponferrada), los Tratantes de ganado (en Boñar), el Minero (en Bembibre) o el maestro/músico Odón Alonso (frente al Auditorio Ciudad de León). León dispone también, entre otros, de los siguientes bustos realizados por este autor: el de Francisco de Quevedo (en el parque Quevedo), el del músico Ángel Barja (en el jardín del Cid) o el del Padre Isla (frente a la Estación de Matallana). 

Ángel Muñiz Alique ante todo fue un gran artista y, porque no se daba importancia alguna, mejor persona. Él mismo, en su día, se definió dejando para la posterioridad estas frases: «El escultor debe disfrutar creando y tiene que ser sencillo». A él, también, se le atribuye esta afirmación: «esculpir es llorar». Me hubiera gustado haber estado allí para que, con mi insistente curiosidad, se explicara mejor. ¿Por qué? ¿A qué se refería? Lo cierto es que su obra, escrita a mazo y cincel o con tinta de barro para convertirla, después, en carne de bronce, la tenemos ahí, al alcance de nuestros ojos, no para llorar sino para admirarla hasta con los ojos de un alma serena. Extraordinaria.

Detalle de la escultura en honor a San Francisco. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
Detalle de la escultura en honor a San Francisco. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN


Sendo, un hombre común

No quería dejar enterrado en el polvo del olvido a un hombre que, después de recorrer Europa, regresó a su pueblo –San Justo de la Vega– para, desde su finca ‘La Judiega’, seguir admirando la belleza de la Vega del Tuerto y del Teleno. Y aquella luz le ayudaba a escoger los colores en su paleta de artista para plasmar en los lienzos la desolación de los montes quemados o los pasos pausados de los peregrinos que, sin mirar atrás, se dirigían en busca de una disculpa para encontrar el brillo de la paz con dirección a Galicia. 

Catedrático de Dibujo, trabajó en el Instituto de Astorga y en el Instituto Español de Portugal. Dos ejemplos, tan solo dos, que yo empleo para decir que, sin darse importancia alguna, Sendo fue una de esas personas que, por donde pasan, dejan huella. Igual que su obra, que fue vista y admirada en Astorga, León, Lisboa, México, Madrid, Bilbao, Barcelona, Sevilla, Praga, Varsovia o, entre otras importantes ciudades, en Okinawa (Japón). Y claro que, también, recibió muchos premios nacionales e internacionales, como el de Diseño de Múnich, pero… Insisto en que este pintor y escultor regresó a su pueblo para ejercer de hombre sencillo; un vecino más al que, si se le llamaba a la puerta, su sonrisa se encontraba, siempre, dispuesta a salir por delante de sus palabras de bienvenida. El escritor Julio Llamazares, que era su amigo, lo definió así: «no conocía la vanidad, era un hombre que lo mejor que se puede decir de él es que era un hombre común, normal, en su vida cotidiana». Y tan normal era que en San Justo de la Vega no le importó subirse a «los altares» para dejar su impronta en el retablo de la iglesia: 12 tablas, algunas de ellas de gran tamaño, donde la mayoría de «santos, santas y acompañantes» están inspirados en vecinos y amigos.

Detalle de la escultura ‘Mañana por ti’. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
Detalle de la escultura ‘Mañana por ti’. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Sendo dejó también dos preciosas esculturas en su pueblo natal: ‘Mañana por ti’ y ‘Homenaje a los cardadores de lana’. La primera en honor de los Donantes de Sangre en la que también Julio Llamazares colaboró con las siguientes palabras: «Hay algo más que unifica que la sangre y la amistad decía el poeta. Pero sin sangre y amistad no hay vida, como sin vida solo hay el vacío eterno. Esta escultura es el particular homenaje del autor a quienes con su amistad y su sangre anónima hicieron posible que siga viviendo». Con ‘Homenaje a los cardadores de lana’ lo que pretendía, y lo logró, era reconocer el trabajo de la mayoría de los ancestros de este pueblo, cuya actividad para alimentar sus días estaba en el esmerado cuidado del ganado ovino, en el que la lana era uno de los productos estrella para agradecer al cielo tanta bondad. 

En Astorga, Sendo García Ramos (1948-2022), haciendo referencia a la leyenda del encuentro de Cristo con el huidizo san Pedro en la Vía Apia de Roma, nos dejó aquel mismo interrogante: ‘¿A dónde vas?’. Solo que aquí, en este cruce de caminos, la escultura en bronce –conocida también como ‘El Caminante’–, en vez de regresar al martirio, como hizo san Pedro tras escuchar la voz del Maestro («voy a Roma, para ser crucificado de nuevo»), parte de esta ciudad –dos veces milenaria– para alcanzar «la gloria» en Santiago de Compostela. Una magistral obra, esta de Sendo, con más de dos metros de altura, a la que hay que rodear con la mirada para saborear incluso la belleza que se esconde por encima del polvo del Camino.

Escultura ‘Homenaje a los cardadores de lana’. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
Escultura ‘Homenaje a los cardadores de lana’. | GREGORIO F. CASTAÑÓN


Punto y... ¿Seguido?

Mi camino termina aquí. Punto. Pero puede ser un punto y seguido si, en cualquier momento, los dioses del Olimpo continúan ofreciéndome la oportunidad de un encuentro con nuevos artistas leoneses. Mientras tanto, conviene mirar hacia atrás para evaluar tan largos pasos que me llevaron a recorrer campos verdes, pero también lodazales inmensos. Todo comenzó a principios del mes de enero y, desde entonces hasta hoy, me encontré con cincuenta y dos artistas en cuarenta y ocho paradas de todo tipo y condición que, salvo aquellas en las que me propuse homenajear a los que ya no están entre nosotros, resultaron ser: tranquilas, «suicidas», sorprendentes, alegres, distantes… Todo dependía del encuentro con el artista en su mundo, al que yo solo le ponía la condición de que fuera sincero/a para «volar muy alto». Tan alto, como él o ella quisiera. Y para conseguirlo… Pondré dos ejemplos: en una ocasión tuve que subir a un coche todo terreno para, al sortear presas y barrancos, conseguir que la entrevista tuviera una «peligrosa y, sin embargo, sabrosa salsa», y en más de tres ejercí de «psicólogo canino» en un intento de que aquellas bestias, desafiantes y ruidosas, no fueran más allá de enseñarme los dientes antes de lograr ver a sus dueños, los artistas. Encuentros excepcionales, sí –lo aseguro–, y raros los menos, pero también; aunque la tónica en general fue de lo más amigable. «¿Ya terminamos? ¿Sí? Pues que sepas que es la entrevista más inaudita que me han hecho en mi vida profesional» –me dijo uno de los escultores más conocidos, después de estar con él dos horas largas–. Cuando leyó el artículo que le hice me llamó para, con una exagerada efusividad, decirme: «quiero felicitarte por el tratamiento que has hecho de mí y de mi obra. Acabo de comprender que no perdiste el tiempo a mi lado». Nada. La sal de la «gracia» –de existir y pensando siempre en los lectores– intentaba siempre recogerla por los jardines amigables por donde aquel día había extendido los juegos.

Termino. Lo hago agradeciendo a todos aquellos que habéis seguido esta larga serie de 'Escultores leoneses en mi camino'; también a la dirección de La Nueva Crónica, por haberme dejado el espacio difusor sin condiciones, y –cómo no– a los responsables montadores de las páginas en este periódico, por su excelente trabajo, con los resultados tan espectaculares que hicieron de mis artículos cada semana. 

Este camino termina aquí, sí, pero hay otros, y en alguno de ellos, sin duda alguna, nos encontraremos. Hasta entonces. Siempre adelante.

Detalle de ‘¿A dónde vas?’ o ‘El caminante’. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
Detalle de ‘¿A dónde vas?’ o ‘El caminante’. | GREGORIO F. CASTAÑÓN

 

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