Nativel Preciado: "Tengo curiosidad por demasiadas cosas; no resulta fácil encasillarme"

La periodista y escritora madrileña, que pasó los veranos de su infancia en Boñar, regresa a León para presentar este miércoles su última novela, ‘Palabras para Olivia’

26/02/2024
 Actualizado a 26/02/2024
Nativel Preciado. | HUGO G. PECELLÍN
Nativel Preciado. | HUGO G. PECELLÍN

Nativel Preciado, la novelista vinculada a León tanto en su literatura como en sus vivencias personales, con los recuerdos de muchos veranos de su infancia en Boñar, regresa este miércoles a León para presentar en el Palacio del Conde Luna (a las 19:00 horas, con entrada libre) su última novela, 'Palabras para Olivia'. La escritora madrileña estará acompañada de Elena Aguado Cabezas, concejala de Cultura del Ayubntamiento; David Rubio, director de La Nueva Crónica y escritor, y Avelino Fierro, jurista y también escritor.  
 
– Leyendo su último libro da la sensación de que no se quiere quedar sólo con un género literario: hay amor, hay misterio, hay metaliteratura, hay nostalgia. ¿Tiene miedo a encasillarse en un solo género?
– A estas alturas de mi vida he probado géneros diversos y nunca me preocupo de dónde ni cómo me van a etiquetar. Lo qué más valoro de las novelas, como lectora, es que hablen de las inquietudes cotidianas de la vida de cualquiera. A todo el mundo le interesa la pasión de la juventud, el enamoramiento, las infidelidades, las traiciones, el paso del tiempo, la memoria, los secretos que todos guardamos y la suerte, un elemento fundamental que influye tanto en el éxito como en el fracaso. Tengo curiosidad por demasiadas cosas; no es fácil encasillarme. 

– Se trata mucho el oficio de escritor en ‘Palabras para Olivia’. ¿Por qué escribe Nativel Preciado?
–  Siempre digo que escribir, para mí, es un fin en sí mismo. Nunca pienso en la opinión de los críticos, a qué público van dirigidas mis novelas, si son o no oportunas, si aportan algo nuevo a la literatura … si pensara algo de eso no escribiría una sola línea. Escribir es un elemento más en mi manera de vivir.  Lo hago para aclarar mis dudas, profundizar en aspectos que me inquietan, conocer a fondo situaciones y personajes. La escritura ha tenido para mí un efecto terapéutico.

– La música juega un papel determinando en la generación de los ambientes por los que se mueven los personajes de la novela. Esto no pasaba, creo, en ninguno de sus anteriores libros. ¿Por qué sí en ‘Palabras para Olivia’?  
– Siempre hay algo de música en mis libros, pero, desde luego, no con tanta intensidad como en esta. Aquí aparece la banda sonora de mis primeros años; canciones que nunca me canso de volver a escuchar. Hay una explicación; uno de los principales protagonistas de Palabras para Olivia es un locutor de radio, Mauro del Valle, que tiene un programa de madrugada, llamado Elígeme, en el que pone música de los años sesenta, setenta y ochenta del pasado siglo; el tiempo en el que transcurre la historia de la novela. Yo fui una devota oyente de los programas del legendario locutor Ángel Álvarez, al que tuve la suerte de entrevistar en los últimos años de su vida. Con la figura del locutor he querido hacerle un homenaje de gratitud por los buenos momentos que nos hizo pasar con los mejores músicos de todos los tiempos. 

– ¿Cuánta parte de su infancia pasó en Boñar?
– Pasé todos los veranos de mi niñez y algunos días de invierno. Es asombroso que la infancia llegue como mucho a los 10 años y te marque profundamente para el resto de tu vida. 

– ¿Cuáles son sus mejores recuerdos de allí? 
–  He vuelto muchas veces y me impresiona verme con absoluta nitidez cuando era niña y montaba en bicicleta por la plaza de la iglesia, me sentaba con los amigos bajo la sombra del Negrillón, pescaba cangrejos con mis padres y mis tíos en el río Porma, comía con mis primos las tortillas de Remellán,  iba al cine de verano, me empachaba con las moras de los arbustos, comía polos amarillos, corría tras los gigantes y cabezudos en las fiestas de San Roque… No tengo ni un mal recuerdo, probablemente, se me habrán borrado. 

–  Visto ahora desde la distancia, ¿qué es lo mejor de criarse en un pueblo?
-   La libertad de ir sola por donde querías; moverte entre los animales de las granjas, cerdos, gallinas, conejos, vacas, corderos, burros y caballos; hacer excursiones a las fiestas de los pueblos cercanos, estar contacto con la naturaleza, bañarte en el río, escalar la montaña, revolcarte en la era… Cosas que no se aprenden de la misma manera cuando ahora algunos los niños tienen la suerte de pasar una semana en una granja escuela.  

– En el libro aparece Boñar hoy y hace tres décadas. Más allá de la ausencia del Negrillón, auténtico símbolo de la villa, y de la despoblación, ¿qué es lo que más ha cambiado en todo ese tiempo?
–  Los recuerdos permanecen inamovibles, a pesar de que el pueblo es otro bien distinto del que yo viví. Hay una parte dolorosa de la memoria y es que las personas que yo conocí en aquellos veranos ya han muerto y los actuales habitantes son desconocidos. Solo quedan algunas imágenes que tenía de niña: la plaza de la Iglesia, la fuente del caño de dos grifos, la farmacia de Piedad Moro en el centro del pueblo (en mi última visita vi que estaba cerrada) Puente Viejo, Pico Cueto…  

– ¿Por qué le inspiran León, como demostró en ‘Camino de hierro’, y ahora Boñar en ‘Palabras para Olivia’ si, en realidad, tampoco pasó tanto tiempo aquí?
–  Porque, como ya he dicho, la infancia te marca el resto de tu vida. Hay una frase de Proust que lo explica mucho mejor que yo: «Cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios, sino los tiempos».     

– Se habla mucho de las miserias que tienen que atravesar algunos escritores en el libro, de la crueldad del mundo editorial, pero usted es una de las más conocidas de España. ¿Se considera usted afortunada por su trayectoria literaria?
–  Yo he tenido la inmensa suerte de que nunca me hayan rechazado un libro, como le sucede a uno de mis personajes, Teo del Valle. Siempre he tenido un editor dispuesto a publicarme y, además, he conseguido premios prestigiosos y bien dotados económicamente. Los premios tienen una cara positiva: el placer de que te elijan entre otros y tus novelas lleguen a más lectores; y una cara negativa: cuanto mejor dotados están más los critican. Es evidente que lo positivo compensa con creces. Y además tengo lectores fieles, por los que siento una gratitud infinita.  

– ¿Seguiría escribiendo si tuviese tan pocos lectores y tantas dificultades para publicar como uno de los protagonistas de su novela?
–  Estoy segura de que seguiría escribiendo aunque tuviera que guardar mis originales en un cajón. Ya he dicho que la escritura para mí tiene un efecto terapéutico. Nunca he escrito por encargo; lo he hecho por la necesidad de liberarme de obsesiones, liquidar historias que me inquietan, superar penas, duelos o situaciones traumáticas. He escrito la novela que me veía en gana en cada momento, porque no pensaba en el dinero que me podían dar los libros; me ganaba la vida con el periodismo.    

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