Apenas dos días después de alzarse con dos nuevas estatuillas, Néstor López responde al teléfono después de un sólo tono. Se nota su emoción, aunque mantiene una serenidad característica. Acaba de alzarse con el Goya como director al Mejor Cortometraje Documental por ‘Semillas de Kivu’ y su producción ‘La gran obra’, dirigida por Álex Lora, se ha llevado el galardón en la categoría Mejor Cortometraje de Ficción. «Lo que importa es celebrarlo con la gente que ha trabajado en el proyecto, con el equipo y las personas que están cerca», resuelve austero: «Y aprovechar el altavoz que te dan para intentar que sea útil».
Aunque fueron dos las ocasiones en las que el cineasta hubo de subirse a las tablas del escenario granadino durante la ceremonia de los 39º Premios Goya, el leonés confiesa sentir una «vinculación más fuerte» con el fruto de su trabajo como director. «‘La gran obra’ es una pieza fantástica –si no, lógicamente no estaría ahí–, pero nace de otras personas», revela: «‘Semillas de Kivu’ nace de mí... Llevo siete años en ese proyecto». Siete años de trabajo a la dirección junto con Carlos Valle traducidos en un galardón al tiempo esperado e inesperado. «Siempre hemos sido fuerte en los dos premios», analiza: «Posibilidades había muchas, lo que pasa es que no puedes esperártelo porque hay otros cuatro compitiendo y nunca sabes lo que va a pasar».
No es la primera vez que el director leonés recoge el busto de Goya de casi tres kilos. En 2022, la cinta ‘Mama’ se erigía también como el mejor corto documental. Una semana antes de la última edición de los premios, Néstor López hablaba con la agencia Ical sobre la posibilidad de alzarse con una segunda estatuilla, vaticinando «mayor seriedad» en la percepción de su trabajo y, quizás, una «manera más ágil» para «levantar los siguientes proyectos»; algo que ya experimentó tras el galardón de hace tres años. «Te toman más en serio, tus trabajos interesan más y te llaman para seguir trabajando», asegura, apostillando la visión «errónea» de las categorías de cortometrajes como «un premio a gente que está intentándolo».
"La cultura no tiene que ser complaciente; tiene que ser una herramienta para prosperar y mejorar"
«Yo llevo ya muchos años dedicándome al cine», dice el leonés, que ya ha formado parte de varios largometrajes en calidad de productor: «No creo en los saltos al largo porque parece que no vuelves al corto, parece que tienes que saltar dos veces... Yo hago 80 minutos o hago 20 según considere en términos artísticos». A finales de este año, rodará su primer largometraje documental como director. «Luego me dirán que para cuándo el salto a la ficción... Es que no hay saltos, tú vas haciendo la historia que mejor consideres en cada momento como creador».
‘Semillas de Kivu’ refleja una parte de la historia convulsa de la República Democrática del Congo en la que problemáticas como la violencia sexual tienen cabida y la violencia estructural tienen cabida. Igualmente y a pesar de su carácter ficticio, ‘La gran obra’ pone de relieve una realidad prejuiciosa y la desigualdad entre clases sociales. A estas tramas se suma la carga reivindicativa de discursos como el de Aitana Sánchez-Gijón –Goya de Honor– y Richard Gere –Goya Internacional–, en un reflejo de la implicación política y social de la cultura. «La cultura no tiene que ser complaciente y a veces incomoda a muchas personas», opina el galardonado: «En el cine trabajamos con la verdad y la cultura tiene la obligación –lo dije en el discurso– de abrir un agujero en un muro con un pico e invitar a la gente a asomarse a ese agujero». Sin dejar a un lado el «entretenimiento» subyacente en el mundo audiovisual, en sus palabras, «la cultura tiene que ayudar a prosperar y ser una herramienta de mejora». «Mejorar consiste en poner en duda, en ser muy críticos con algunos elementos», continúa el leonés: «Ponerlos en el centro de la cuestión, enseñar que esto está pasando y discutir sobre ello».
Poco después de llevarse a casa dos nuevos Goya, el cineasta reflexiona sobre la posición del arte y la cultura en la sociedad. «No sé si alguna vez han corrido buenos tiempos para la cultura o el arte», relata: «Sí que hay una gran mejora en el cine en los últimos años porque crece la inversión privada, la desgravación fiscal y las herramientas para hacer un cine que no depende de las plataformas». Aun así, describe el asunto como uno «un poco relativo». «¿La gente de menos de 25 años va al cine? Bueno, no sé si va al cine... La gente de menos de 25 años no va al cine, ¿pero ve contenidos con una clara intención cultural? Bueno, creo que ahí corremos malos tiempos; entonces, según dónde nos situemos, la respuesta varía».