Cualquier amante de la ópera espera cada año la llegada del 7 de diciembre, cuando La Scala de Milán inaugura sus temporadas, el día de Sant’Ambrogio, patrón de la ciudad. Esta vez, el teatro recupera uno de los grandes títulos de Verdi (‘La forza del destino’), que no se ve allí desde 2001. En aquella ocasión la interpretó la orquesta y coro del Mariinski de San Petersburgo, por el centenario del compositor, pero la última vez que la representaron músicos de la compañía italiana fue en 1999. Por si la expectación fuera poca, ahora cuenta con la única soprano capaz de agotar las entradas allá donde va: Anna Netrebko (1971). El papel de Leonora, con el que debutó en 2019 en Covent Garden, le sirve a la rusa para demostrar su fuerza, delicadeza, voz carnosa, registro grave y credibilidad como actriz. Junto a ella, el barítono verdiano por excelencia, el francés Ludovic Tézier, siempre elegante.
El director musical de La Scala, Riccardo Chailly, se enfrenta a su compositor de cabecera por novena vez en este escenario, donde ya ha abordado obras de juventud como ‘Juana de Arco’ (2015), ‘Attila’ (2018) y ‘Macbeth’ (2021). La guinda del pastel habría sido contar con Jonas Kaufmann, como estaba anunciado. Sin embargo, el tenor alemán no pudo asistir a los ensayos por motivos familiares, y terminó abandonando la producción. La buena noticia es que lo ha sustituido el estadounidense Brian Jagde (1980, Nueva York), que acaba de cosechar las mejores críticas de su vida por ese mismo papel en el Liceu. La crítica ha elogiado su arrojo, proyección, entonación, brillo y matices, como poco antes sucedió en el Real con ‘Adriana Lecouvreur’. Tenor lírico-spinto acostumbrado al verismo, a Verdi y -poco a poco- a Wagner, en Milán dejó muy buen recuerdo con ‘Cavalleria rusticana’ la pasada primavera y con ‘Turandot’ en julio, precisamente con Netrebko. No parecen intimidarle los retos: en su carrera ha aguantado el tipo a Plácido Domingo, Elīna Garanča, Anna Pirozzi, Ermonela Jaho...
El sábado 7 de diciembre a las 18.00 horas, Cines Van Gogh retransmite en directo desde Milán ‘La forza del destino’, en un nuevo montaje que se va a mantener en secreto hasta el mismo día de estreno; apenas se sabe que lo ha creado el solicitadísimo dramaturgo y director Leo Muscato (1973). Reconocido con el premio Abbiati en 2012 y con el International Opera Award en 2016, también lo avalan distintas polémicas. En 2018, su ‘Carmen’ puso patas arriba el festival Maggio Musicale de Florencia por su ‘final feliz’, en el que la gitana mataba a Don José en defensa propia. Un año después, deslumbró en Parma con una lúcida ‘I due Foscari’, y en Turín con ‘Agnese’ (de Paer), gracias a los ingeniosos decorados de su colaboradora Federica Paolini, que repite en esta ‘Forza’, igual que Silvia Aymonino (vestuario) y Alessandro Verazzi (luces).
Que Muscato domina la comedia volvió a quedar patente en ‘Xerse’, de Cavalli (Festival del valle de Itria, 2022), pero ahora en la capital lombarda le espera el universo trágico y sentimental de Verdi. El genio de Busseto (1813-1901) compuso esta obra tras cuatro años de silencio, en los que se había dedicado a la política en el parlamento de la recién fundada Italia. Después de la muerte de Cavour -el amigo que le había animado a ser diputado-, en 1862 aceptó un encargo de San Petersburgo. Le daban todas las libertades, y un jugoso salario con el que reformó su casa.
Como en ‘Il Trovatore’, acudió a una tragedia de moda, ‘Don Álvaro o la fuerza del sino ‘(1835), del Duque de Rivas. Sigue los pasos de un mestizo inca que, después de asesinar en un accidente al padre de su amada, se refugia en un monasterio… donde se topa con el hermano de ésta, sediento de odio. El libretista Francesco Maria Piave adaptó como pudo la embarullada trama, repleta de esas pasiones desbocadas, esas persecuciones y esas calamidades tan propias del romanticismo español. El escritor de ‘Rigoletto’ combinó escenas de interiores con otras de masas, entre las cuales añadió una -la del campamento militar- de una tragedia de Schiller, ‘Wallensteins Lager’; también creó la conmovedora plegaria de Leonora en el clímax, que no existía en el original.
Aunque ‘La forza’ triunfó desde su estreno, Verdi no estaba conforme: «Demasiados cadáveres», repetía. En 1869 se empeñó en revisarla para La Scala. Por un lado, el poeta Ghislanzoni (Aída) cambió el final: Álvaro, tras la muerte de su enemigo y su amada, no se suicida, sino que acepta la voluntad divina. Por otro, el compositor incorporó la famosa obertura (la única de toda su carrera con entidad de concierto), que introduce el siniestro motivo del destino, que arrastra a todos a la desgracia. La ‘tinta’ fúnebre recorre toda la partitura, moderna y fluida, con grandes arias y coros, una brillante caracterización de los personajes, una música que se funde con los diálogos y un canto más veraz que melódico.