No queda ni una piedra del "sueño de la FP agraria"

El derribo definitivo del Colegio Rural de Gradefes borra de manera definitiva la memoria de un sueño de otro modelo de enseñanza para el medio rural

Fulgencio Fernández
12/02/2023
 Actualizado a 12/02/2023
La piqueta (las máquinas más bien) no dejaron ya piedra sobre piedra del Colegio Rural de Gradefes. Se borra definitivamente la memoria de lo que un día se presentó como «un sueño de una nueva forma de enseñanza para el medio rural, vinvulada a los postulados de la añorada Institucion Libre de Enseñanza y definida como una especie de FP Agraria y Ganadera». No es menos cierto que el derribo ya era una casi exigencia vecinal pues el estado del edificio hacía temer cualquier indeseado accidente y ya hace muchos años que el sueño se había esfumado, aunque el edificio era testigo de que existió.

Para entender el largo conflicto —aunque tiene muchas más aristas— hay un ejercicio simple. Vayamos al León rural de 1971, cuando se abrió el centro (no hace falta centrarlo en Gradefes, seguramente sería parecido en cualquier pueblo del León rural) y además de cuestionar los métodos tradicionales de enseñanza , pedir unos específicos y adecuados para el medio rural, los hacen visibles en un gran mural en el que se pueden leer tres palabras, tres ideas, tres conceptos (en 1971, faltaban aún 4 años para la muerte de Franco): «Participación. Ecodesarrollo. Paz». Y la de paz, por cierto, nada tenía que ver con el sentido que el franquismo le había dado a aquel viejo lema de «veinte (o treinta o cuarenta) años de paz»; para referirse a los años que llevaba la dictadura; según reconocía el entonces director del colegio.

Ya resultaba sorprendente que el proyecto tuviera, al margen de una subvención del ministerio, un apoyo fundamental, incluso financiero, de la Asociación de Padres (APA, entonces) que durante muchos años fue amortizando un crédito para este centro, pensado para 120 alumnos aunque se cubrieron habitualmente menos de de la mitad. Era mixto, también poco habitual, en regimen de internado mixto pues pasaban parte del tiempo en el colegio y otra parte en casa, realizando las prácticas reales en el campo y con la ganadería; también en otros campos, como el deporte y el ocio. Se practicaban deportes ‘alternativos’ en aquella época, como el atletismo, tuvieron la primera escuela de lucha leonesa, acudieron invitados I Congreso de Animación Sociocultural en España... pero también comenzaron a aparecer los problemas, los recelos, que se sustanciaron en la «llamada guerra de los crucifijos» cuando alguien «filtró» una patición del director del Colegio, Leoncio Álvarez, para que en la escuela del pueblo se retiraran los crucifijos de las aulas, tal y como marcaba la ley. Llegó aquello a la prensa nacional y el propio Álvarez concedió una entrevista a La Crónica de León titulada significativamente: «No somos unos quemasantos» y en la que denunciaba interés en utilizar el hecho como arma arrojadiza contra el Colegio Rural, que nada tenía que ver, pues su solicitud erav«a título personal, como padre de alumno».

Ramiro Pinto, líder entonces de Los Verdes (junto a IU, los únicos apoyos en los tiempos duros), emitió ayer una nota pública contundente:«Aportaron una visión crítica que a veces les enfrentó a los poderes fácticos porque educaron contra el caquismo en los pueblos y en los sindicatos agrarios. Siempre a favor de la participación directa. Su labor fue reconocida a nivel nacional con premios deportivos y siendo aquel lugar de encuentros de diversa índole del movimiento asociativo, jornadas campesinas, ecologistas y por la paz. Han seguido defendiendo la vida de los pueblos para que no se conviertan en un simple consumo turístico, ni se falsifiquen sus costumbres sino que se entienda el sentido de aquella cultura».

En ese mismo sentido realizaron en la época (el colegio funcionó de 1971 a 1987) denuncias sobre, por ejemplo, «la ignorada agonía del mundo rural» al dejar pasar, por ejemplo, campañas europeas para revitalizar la agricultura y la ganadería.

Las instituciones les dieron la espalda, las deudas crecían, los profesores no cobraban y quince años después del nacimiento llegó el cierre. Las peticiones de los partidos señalados (IU y Los Verdes), de los sindicatos de enseñanza, APA, no surtieron efecto; se convocaron reuniones a las que sólo asistieron, nuevamente, los dos partidos ‘de siempre’ y 25 personas de toda a comarca...y el distanciamiento fue tan patente y traumático que el acuerdo para la cesión del edificio (a coste cero) llegó cuando el propio edificio ya estaba absolutamente inservible para los fines sociales que se le habían asignado y que si llegan será partiendo de cero. Pues ya no queda piedra sobre piedra de otro de aquellos sueños del campo que solo fue «un corto verano».
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