C. Tangana cambia los escenarios por los platós y debuta en la dirección con ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’, un documental sobre la vida y obra de un joven guitarrista de flamenco, ya melodramáticamente castiza de por sí, pero refinada por medio del particular estilo vintage del Madrileño, logrando emocionar con personajes imperfectamente reales acompasados a ritmo de bulería.
Por mucho que Tangana rompa con su contenido habitual, no lo hace con su forma. Cualquiera que haya visto algún videoclip de sus últimos lanzamientos reconocerá al momento su firma en toda la estética de la cinta. Esa fotografía granulada, como filmada en los años noventa, con destellos de luz y marcas de quemado, como si fuera una cinta casera encontrada en el desván de la abuela; vigoriza las imágenes de ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’. Un estilo poco común en el cine. Aunque, tras años de soberanía de C. Tangana en la industria musical española, influenciando infinidad de videoclips, anuncios y marcas, que han hecho suyo ese carácter ‘facherito’ del músico; ya está casi tan quemado como el celuloide con el que se rueda. A pesar de la reiteración de los mismos recursos cinematográficos, la verdad es que le sientan como un guante a una historia como la de Yerai Cortés y su familia, contada por un gitano urbanita, que se remonta a un pasado de costumbres y bajezas, pero lleno de un duende que alivia una vida complicada y que hechiza al espectador.
La música ha moldeado la vida de los gitanos protagonistas, cuya cultura y tradiciones no se tratan de maquillar, sino que presentan con sus luces y sus sombras. La cinta no es una apología del pueblo gitano, ni mucho menos, pero sí que destaca en la exposición tan natural de una gente a la que el cine ha contribuido a estigmatizar, y no de la mejor manera. Las diferencias entre payos y gitanos son tan evidentes como profundas, pero cuanto más se observa y conoce su realidad, se antojan más conciliables. Y aunque seas del barrio de Salamanca o del barrio alicantino donde se crió el protagonista, el hilo de una y otra vida, por diferentes que sean, siempre se acabarán enredando en el nudo de la tragedia. Solo que mientras que uno posiblemente la sufrirá en silencio, es probable que el otro te la cante en una soleá, tal y como hace Yerai Cortés.
‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’ se presenta como la crónica de la elaboración del último disco de su protagonista, pero encubre la historia de una pena, un dolor que Yerai arrastra desde niño y del que se libera a través del documental. La película comienza centrándose en la relación con sus padres: Miguel, quien se autodenomina ‘Maikel Nai’, y María, quien asegura ser una especie de bruja, capaz de hacer rituales a base de vinagre y pimienta para mantener a su mencionado exmarido fuera de su vista. Pero cuando crees que la trama va a seguir la tumultuosa situación de sus padres, la narración se va por seguidillas y le dedica buena parte de su segundo acto a los gitanos y su idiosincrasia, para reconducirse por vía de la emoción en el tercer acto, donde Yerai culmina su viaje enfrentándose al secreto familiar que inspira sus letras y sus quejíos. El documental cierra así el círculo de influencias que han llevado a Yerai Cortés a ser el artista que es, un gitano moderno, como le llama C. Tangana, capaz de exorcizar sus demonios a través de la guitarra.
Puede que no a todo el mundo le guste, pero salta a la vista que, tanto delante como detrás de cámaras, todos los involucrados en ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’ hablan y respiran flamenco, y el director es otro apasionado del arte. C. Tangana graba el flamenco como una conversación, como un tiroteo de música en el que la cámara imita la mirada del espectador, constantemente moviéndose y acercándose a las voces, los instrumentos y los bailes, queriendo atrapar por un momento la intensidad de una pasión que no puede disfrutarse quieto. La sala de cine no es un tablao flamenco, pero Pucho se sirve de la magia del celuloide para transmitir dicho arte desde una perspectiva única, personal e íntima, como solo un auténtico enamorado de aquel podría verlo, haciendo a los espectadores partícipes de su fascinación y de la emoción que Yerai Cortés alberga en su interior, moldeada, y ahora contada, a través del flamenco. Que bendición el poder compartir tu corazón con el de la guitarra.
El tiempo dirá si este estreno será recordado como un intento aislado de un músico jugando a ser cineasta o como el inicio de una prolífica filmografía, pero el arte y la pasión están del lado de C. Tangana en esta ocasión, y así se mantendrán mientras dure el amor del artista por lo que filma. Desde luego, es capaz de lograr que la emoción traspase la pantalla, aunque servirse de un arte tan conmovedor como el flamenco y de unos personajes tan honestamente auténticos como los que abarrotan ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’, es como hacer trampa.