‘Nosferatu’ contrarrevolucionario

Pedro Ludena comenta la película de Pablo Larraín, 'El Conde'

22/09/2023
 Actualizado a 22/09/2023
‘El Conde’ es un original acercamiento a la figura del dictador Pinochet. | NETFLIX
‘El Conde’ es un original acercamiento a la figura del dictador Pinochet. | NETFLIX

‘El Conde’
Director: Pablo Larraín.
Intérpretes: Jaime Vadell, Paula Luchsinger, Alfredo Castro, Gloria Münchmeyer.
Género: Terror/ Comedia.
Duración: 110 minutos.

No todo el mundo obtiene su merecido en vida, así como muchos infames dictadores que mueren con la paz que nunca concedieron a sus conciudadanos. Tal es caso de Augusto Pinochet, quien gobernó Chile con mano de hierro durante casi 20 años y que murió tan inocente, a nivel estrictamente penal, como las víctimas de su régimen. Sin embargo, muchos artistas y autores, al igual que la mayoría de la cultura popular, no dejarán que el comandante en jefe descanse en paz en nuestra memoria colectiva, denostando su figura con cada nueva obra en la que siquiera se le menciona. El último duro golpe a su legado se lo ha propinado Pablo Larraín, con su película ‘El Conde’, donde expone de manera surrealista al dictador ya muerto tal y como se le consideró en vida: un monstruo. 

La trama nos sitúa en el Chile de hoy en día, donde un avejentado Pinochet aún sobrevive gracias a la ingesta periódica de corazones humanos. Así es, Larraín ha caracterizado al tirano precisamente como el vampiro que era, uno que vive alimentándose de sus compatriotas, y cuya sombra todavía se cierne sobre un país que no ha conseguido librarse de su influjo. A pesar de lo fantástico de la vida inmortal del Conde, sus problemas son más terrenales, concretamente la asignación de su herencia, forzosamente donada por todos los chilenos a favor de su inepta familia. De manera que, al igual que otro célebre conde vampírico, recurre a un profesional para disponer sus asuntos contables. No obstante, mientras que el Drácula de Bram Stoker engaña a su invitado, el señor Jonathan Harker; en ‘El Conde’ es Carmen, su señora Harker particular, quien burla la necedad de su anfitrión, bailando en la boca del lobo. 

Pablo Larraín no es ajeno a las películas acerca de personajes históricos. En 2016 saltó a la fama internacional con su esporádico retrato de Jacqueline Kennedy, con su cinta homónima, ‘Jackie’. Ese mismo año ya había estrenado ‘Neruda’, acerca del poeta chileno, y repitió su fórmula en 2021 con ‘Spencer’, que narraba un fin de semana clave en la vida de Diana, la princesa de Gales. Además del marcado patrón de sus títulos, las ‘falsas biografías’ de Larraín comparten un distanciamiento de los usos del género, donde la mayoría de ejemplos rara vez se alejan de una estructura conservadora y repetitiva. En lugar de repasar la vida y logros de sus protagonistas, el director elige centrarse en períodos de tiempo limitados, a veces un par de días, donde no trata de enseñarnos todo lo que hizo la persona en cuestión, para eso está Wikipedia, sino quien era. Más que biografías, sus filmes son ensayos acerca de figuras que todos creemos conocer, pero de forma anecdótica, como el ojo de una tormenta de sucesos. El chileno coge a estas efigies y las reduce a meras personas, con sus pensamientos y emociones a flor de piel. Pero esta vez le da la vuelta a la tortilla, mistificando aún más el nombre de Pinochet hasta deshumanizarlo por completo y, así como acostumbraba a poner los pies en la tierra a nombres deificados, a este último lo desciende aún más, hasta el infierno al que pertenece. 

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Si sus otros retratos de celebridades destacaban por su sensibilidad, ‘El Conde’ sobresale por todo lo contrario. Pablo Larraín le dedica póstumamente al dictador una soberana peineta cinematográfica, donde en ninguna escena pierde la oportunidad de humillarlo. Cada diálogo encierra una dura crítica a la impasividad su dictadura, hablando de asesinatos y demás delitos perpetrados bajo su mandato sin torcer el gesto, como quien te cuenta un chiste negro totalmente serio. Esta frivolidad se extiende a la abundante violencia libre de censura, especialidad de la casa Netflix, debido a la cual, sin ser una cinta cómica, ante lo desproporcionado de las barbaridades que se muestran, uno solo puede reír de incredulidad. 

‘El Conde’ no es solo un escarnio al general Pinochet, a su vez es un homenaje al cine expresionista alemán, cuyas huellas están a lo largo y ancho de toda la obra. No solo desde una perspectiva estética, con el uso del blanco y negro y una escenografía lúgubre y austera, casi teatral, dándose la mayor parte de la acción en una villa tan decrépita como sus habitantes; sino también temática, un relato de monstruos y tiranos, con su respectiva dosis de mordacidad, un ‘Nosferatu’ sátiro. Las crisis son el caldo de cultivo para este tipo de películas y al igual que el expresionismo fue una respuesta a la depresión vivida en Alemania tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, esta es la respuesta de Larraín a un período que parece cosa del pasado, pero que el mero concepto de un Pinochet inmortal nos cuenta que este nunca se fue del todo. No es coincidencia que ‘El Conde’ se haya estrenado casi coincidiendo con el 50 aniversario del golpe de Estado que coronó al caudillo de Chile, el 11 de septiembre de 1973, una fecha que debería recordarse como una advertencia, pero que gran parte del país conmemora como una victoria. Larraín sabe que su patria está dividida y ha ideado su recordatorio particular de Pinochet, para que efectivamente nadie lo olvide, pero para que se le recuerde como el vampiro que fue, uno que desangró, en más de un sentido, a su pueblo y cuyo germen aun infecta las mentes de muchos chilenos. 

En resumidas cuentas, el último trabajo de Larraín no rehúye, una vez más, una trama conflictiva, que para algunos puede ser un acto de banalizar a uno de los dictadores más importantes de la historia de Latinoamérica, así como las oscuras consecuencias de su mandato. Sin embargo, cualquiera que aprecie la condena eterna a la que somete el cineasta chileno a don Augusto Pinochet, bajo esa apariencia satírica y exagerada, para que no resulte una experiencia tan tenebrosa como lo fue su régimen, podrá disfrutarla con una sonrisa. 

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