Unas mil trescientas copas esperan en la primera sala que el Museo de León presta al escultor. La mayoría, resquicios de la rotura cristalina de su material y todas ocupando buena parte del espacio. Allí se levanta una calavera que dice ‘Mírame a los ojos’ desde su pedestal. No faltan adornos de formas poéticas, cortesía de la pluma y letra de Patricia Vergara o Belén Ordóñez, y fotografías de Carmen Coque, Julia G. Liébana y Belén Sánchez Campos.
Cinco mujeres y un cráneo inquisidor que suman seis. Ocho, con el comisario Pablo Martínez y el artista Juan Carlos Uriarte, que, al mismo tiempo, hacen dos. Por ello explica el artista el nombre de la exposición, ‘2/8’, situada en las dos salas de la primera planta del centro museístico hasta el próximo 21 de enero.
El delegado territorial, Eduardo Diego, visita junto al artista -al que protocolariamente agradece y felicita- el espacio que ahora se llena de una obra escultórica que se erige bajo el tinte mezquino y divertido de la ironía del escultor. Un zapato de Cenicienta algo versionado, ‘El libro que mata la literatura’ a base de títulos de cabecera, una máquina que va cosiendo la España monárquica, convirtiéndola luego en republicana hasta hacerla un guiño a País Vasco. “Por afinidades”, dice Uriarte.
Grifos que lloran a África y que hacen del mar uno de lágrimas. Un hacha que parte a la mitad un libro, confesando ‘Los contundentes métodos de la inquisición’. Un viejo vinilo que permanece estático y que, con su movimiento, pondría el ‘Bésame mucho’ de banda sonora. Dentaduras que, por su ‘Exceso de adhesivo’, yacen pegadas a una copa sin ambición de separación.
El espacio se entrega a la obra de Uriarte, que vuelve “a casa”, según dice, “después de treinta y tantos años”, convirtiendo sus ‘inútiles’ en ‘útiles’, no sólo por la belleza del oxímoron, sino por la sutil manera de construir arte a partir de lo que nada parece ser. Por su destreza para denunciar el acoso silenciosamente a base de picos acristalados que dañan, frágiles como son, a quien se acerca envalentonado.
“A causa de las especiales características de esta exposición, se ruega máxima atención”, hace un pareado el cartel cauteloso. Mientras, guiándose por la reflexión, pasean delegado, artista, comisario y director del Museo, Luis Grau, por entre estos dos octavos de arte. Dos octavos de creaciones que se hacen ironía, protesta y franqueza, casi sin quererlo, a costa de la devoción creativa de su escultor.