‘Gladiator II’
Director: Ridley Scott
Intérpretes: Paul Mescal, Pedro Pascal, Denzel Washington, Connie Nielsen
Género: Acción/Aventura
Duración: 148 minutos
Veinticinco años más tarde, volvemos al Coliseo de la mano de Ridley Scott, para disfrutar de una épica histórica de venganza, fuerza y honor. Un espectáculo inmensurable, repleto de caras conocidas, referencias nostálgicas, grandes batallas, acción y violencia; un producto de entretenimiento perfecto, una lucha de gladiadores del siglo XXI. Pero entre tanto circo, ‘Gladiator II’ carece de la miga de la primera, esa que hizo que nos emocionáramos no solo por lo que veíamos, sino por lo que sentíamos.
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero esa verdad no está escrita piedra. ‘Aliens’, de James Cameron, es para muchos tan buena como su primera entrega singular. ‘Blade Runnner 2049’ , de Denis Villeneuve, fue una revisita al clásico original que se acabará convirtiendo en un clásico por méritos propios. Pero, ¿qué tienen en común estas dos películas? Que ninguna corrió a cargo del director de sus respectivas primeras partes, Ridley Scott. ‘Gladiator II’ es, aparte de la olvidable ‘Alien: Covenant’, la única secuela dirigida por el cineasta inglés de uno de sus propios trabajos, que ha elegido uno de sus proyectos más queridos para darle una continuación a la altura. Sin embargo, la pega de ser el realizador de ‘Gladiator’, ganadora del Oscar a mejor película y posiblemente una de las obras de ficción más icónicas de la historia, es que obliga a Scott a tratar de llenar sus propios zapatos, que en los últimos años parecen habérsele quedado grandes. Sus últimos trabajos, ‘Napoleón’ y ‘La casa Gucci’, dejan mucho que desear, aunque hace no tanto de películas como ‘El último duelo’ o ‘The Martian’, lo que ha confirmado su merecida fama de impredecible al octogenario director, que con cada nuevo estreno hace que la audiencia contenga la respiración y cruce los dedos, esperando ver al director de ‘Thelma & Louise’ y no al de ‘Exodus: Dioses y Reyes’. Con ‘Gladiator II’ muchos suspirarán aliviados, pero no pocos lo harán resignados.
‘Gladiator II’ nos cuenta la historia de un hombre al que los romanos le arrebatan su familia, para luego ser vendido como un esclavo y finalmente convertirse en un gladiador que buscará vengarse de quienes se lo quitaron todo, desde el corazón del mismo Imperio, la arena del Coliseo. ¿Os resulta familiar? No es de extrañar, porque el argumento principal de la secuela de ‘Gladiator’ es un calco de la película original. Solo que esta vez, en lugar de seguir la odisea de Máximo Décimo Meridio, acompañamos a Lucio Vero, nieto del emperador Marco Aurelio. al que ya vimos de niño en la primera cinta. Lucio, ahora llamado Jano, huyó de Roma tras la muerte de su tío Cómodo a manos del susodicho Máximo, y vive en paz en una ciudad extranjera. Hasta que cierto día, el Imperio atraviesa sus murallas y toma a Jano como esclavo. El que una vez fuera príncipe de Roma, tras haber perdido a su esposa a manos de los hombres de Acacio, un general romano, que resulta ser el nuevo marido de la que fuera su madre, Lucila, se embarcará en una senda de venganza que le llevará a seguir los pasos de Máximo, convirtiéndose en un gladiador.
Puede gustarte más o menos, pero es innegable el impacto cultural de ‘Gladiator’. Todo el mundo ha oído alguna vez una de sus míticas citas, desde el ‘¡Fuerza y honor!’ hasta el desafiante discurso de ‘Me llamo Máximo Décimo Meridio’, pasando por la irrepetible banda sonora compuesta por Hans Zimmer, que acompaña y eleva la épica obra como una orquesta etérea, asegurándose de que cada acción de los personajes tenga su eco en la eternidad. En mi caso, nunca olvidaré la primera vez que vi ‘Gladiator’, porque fue la primera película que me hizo llorar. Tendría unos diez años y aun solo me gustaban las películas por puro entretenimiento, cuanta más acción y colores mejor. Mi padre trajo a casa un DVD de ‘Gladiator’ y la vi esperando gozar de un espectáculo, y no me decepcionó. Lo que no me esperaba era terminarla llorando a lágrima viva. No comprendía por qué, no sabía que se podía llorar viendo películas, pero la tragedia de Máximo para volver con su familia me había estrujado el corazón como nunca nada antes lo había hecho, y tardé un tiempo en volver a sentir algo así. Con los años he ido llorando con más películas de las que me gustaría admitir, a medida que vas desarrollando un poco más el complejo espectro de tus emociones, pero a ‘Gladiator’ le bastó una historia sencilla para saber llegar a un niño pequeño, porque supo manejar la emoción. Hace días volví a verla y casi no lloré esta vez, pero supe apreciar como la seriedad de la historia, las relaciones entre los personajes, la gravedad de las actuaciones y la música remaban en la misma dirección, hacia a una epopeya magna, solemne e innegablemente pretenciosa. Sin embargo, esta segunda entrega se desprende de esa suntuosidad de la primera, relegando todo rastro de prosopopeya a nostálgicas referencias a la anterior película, que no la vuelve necesariamente peor, pero sí infinitamente menos conmovedora.
‘Gladiator II’ peca de muchas cosas, pero no de vanidad. Ridley Scott sabe perfectamente el circo que quiere mostrar en esta ocasión, centrándose en la acción, la violencia y el espectáculo colosal con el que deslumbra la cinta de principio a fin. La película protagonizada por Paul Mescal es más grande en todos los sentidos, tiene muchos más personajes, más escenarios, más acción, hasta más duración; y cumple con los requisitos de todo buen ‘blockbuster’. La secuela deja la carga dramática al principio de la trama, lo justo para ponerla en marcha, y no echa la vista atrás. Naumaquias con tiburones, babuinos sedientos de sangre, gladiadores a lomos de rinocerontes, desmembramientos por doquier en peleas y otros ingredientes son los cartuchos con los que Scott dinamita su épica histórica original y la convierte en espectáculo puro y duro. Los personajes son prácticamente unidimensionales, solo piezas, demasiadas, en el tablero de la historia, con la excepción del Macrino de Denzel Washington, que se pasea por la película como Pedro por su casa, con un tono desenfadado que le da una nueva capa de frivolidad a la ya delirante película, que tristemente pierde en cuanto adopta un rol más serio. Y es que la fortaleza de ‘Gladiator II’ está en su despropósito, en su desparpajo, en su fantasía, en cada batalla más rocambolesca que la anterior, en cada nueva locura de la, en esta ocasión, pareja de hermanos emperadores, Geta y Caracalla, cuyas excentricidades son el reflejo perfecto de una película que no busca tomarse demasiado enserio así misma, sino que asegurarse de que te has entretenido. Y vaya si lo consigue.
Malas noticias para los que esperaban un nuevo drama histórico con momentos de acción, pero Ridley Scott, a sus 86 años, se ha cansado de andarse con rodeos y quiere pasárselo bien, o hacer caja con los que vayan al cine a hacerlo. Sea como fuere, ‘Gladiator II’ es un ‘blockbuster’ en toda regla, inmenso e impresionante, pero no trata de pescar ningún Oscar a mejor película por el camino, sino que se centra en explotar el pan y el circo. Que eso diluya la reputación totémica de su predecesora es cuestión de cada uno. Mi consejo es que, por difícil que parezca, no las compares, disfrútalas.