Otra boda y un funeral

Pedro Ludena comenta la nueva película de Tim Burton, 'Bitelchús Bitelchús'

14/09/2024
 Actualizado a 14/09/2024
Winona Ryder y Michael Keaton en ‘Bitelchús Bitelchús’. | L.N.C.
Winona Ryder y Michael Keaton en ‘Bitelchús Bitelchús’. | L.N.C.

‘Bitelchús Bitelchús’
Director: Tim Burton
Intérpretes: Michael Keaton, Winona Ryder, Jenna Ortega, Catherine O’Hara
Género: Comedia/Terror
Duración: 104 minutos

Después de treinta y seis años Tim Burton exhuma su primer gran éxito, ‘Bitelchús’, recuperando a gran parte de su envejecido reparto original y añadiendo varias caras nuevas, puede que demasiadas, así como ese diseño de producción e ideas originales que convirtieron a la original en el clásico que es a día de hoy, pero que sin el velo nostálgico que cubre a aquella y con una trama dispersa, no consigue superarla, por mucho que repita su título.

Corría el año 1988 cuando Tim Burton, quien hasta entonces solo había dirigido un largometraje, se dio a conocer con ‘Beetlejuice’, a la que los infinitamente ocurrentes traductores españoles bautizaron como ‘Bitelchús’ en nuestro país, porque ‘zumo de escarabajo’ no tenía grandes perspectivas de mercadotecnia. El director colocaba así la primera piedra de lo que sería su estilo característico durante el resto de su carrera: una mezcolanza de comedia y terror, con personajes extravagantes e incomprendidos, que habitan mundos góticos y cuyas vidas están irremediablemente marcadas por la muerte, un concepto que siempre ha obsesionado a Burton y que este ha moldeado en todas sus formas, tanto trágicas como cómicas. Tras vivir su época dorada en los 90, con exitazos como ‘Batman’ o ‘Eduardo Manostijeras’, y su caída gradual a lo largo del nuevo milenio, Burton ha decidido sumarse a la moda de las ‘secuelas legado’, buscando capitalizar en la nostalgia de los adultos que vieron las originales cuando eran niños, moda que rara vez da buen resultado a nivel de crítica, salvo señaladas excepciones como ‘Top Gun: Maverick’, pero que siempre aseguran una taquilla considerable. Y, sorprendentemente, ‘Bitelchús Bitelchús’ no es una simple colección de referencias a la primera película, sino que busca profundizar en los conceptos ya establecidos por ella, contando con personajes viejos y nuevos una historia que justifica su existencia por méritos propios.

‘Bitelchús Bitelchús’ vuelve a reunir a la familia Deetz en su casa de Winter River para un funeral. Lydia Deetz (Winona Ryder), quien no consigue reconciliarse con su hija Astrid (Jenna Ortega), aún vive atormentada por el recuerdo de Bitelchús, el demonio gamberro que trató de casarse con ella años atrás, y el regreso a la casa encantada de su infancia solo hará que desenterrar recuerdos, y muertos, hasta que vuelva a requerir de los servicios del bio-exorcista de sus pesadillas.

 

Para empezar con buen pie, esta secuela mejora una de las fallas más acusadas de la primera ‘Bitelchús’, hay más de Bitelchús. Resulta curioso que el personaje que da nombre a la cinta original de noventa minutos solo aparezca durante diecisiete de ellos, lo que por otra parte da fe del talento de Michael Keaton, que a pesar de su limitado tiempo en pantalla interpretó a un personaje tan carismático que se instauró como uno de los baluartes de la filmografía de Burton. En verdad para esta ocasión el demonio titular tampoco es que aparezca en muchas más escenas, pero su peso en la trama aumenta considerablemente, con un mayor desarrollo y más gags cómicos que en la película de 1988, aunque aun sin ser el personaje principal, ya que el foco vuelve a estar en la familia Deetz, a la que este hostigó en su día. Sin embargo, la adición de su exmujer, Delores (Monica Bellucci), entre otros fantasmas, diluye su antagonismo para acabar convirtiéndolo en una suerte de antihéroe que, aunque no pierde sus groserías caricaturescas, bien podría haber sido el único y mejor villano. 

Así llegamos al mayor problema de ‘Bitelchús Bitelchús’, ya que además del título también se duplica el número de personajes, ramificando la historia en varias líneas argumentales que bien podrían haberse podado en su mayoría. El creciente número de subtramas, añadiendo más y más secundarios que poco o nada aportan a la principal, acaba por distraernos de los protagonistas y de lo realmente interesante de la cinta, como es el mismo Bitelchús y su jarana. Entiendo la necesidad acuciante de conectar con nuevas audiencias cuyos padres ni se conocían cuando se estrenó la primera entrega, de ahí el fichaje de Jenna Ortega, que desde que fuera ‘Miércoles’ en la serie homónima de Netflix, también de la mano de Tim Burton, está en boca de todos; lo que resulta innecesario es su inocua trama secundaria. De haber alineado sus devenires con los de su madre, cuya relación es el presunto eje de esta historia, se habría logrado una película más compacta y efectiva, tal y como la original. Mas hay otros personajes que directamente podrían haber sido excluidos de la narración sin repercusión alguna, me refiero a la ya mencionada Delores, que a continuación de una presentación que promete una gran villana pasa a rellenar escenas de cuando en cuando sin aportar literalmente nada a la trama hasta su anticlimático final. Supongo que el hecho de que Monica Bellucci esté casada con Tim Burton no tiene nada que ver con su participación anecdótica.

No obstante, y a pesar de su guion desperdigado, ‘Bitelchús Bitelchús’ también repite la creatividad y el humor de la singular ‘Bitelchús’, respetando la idiosincrasia de la primera pero ampliándola más que meramente homenajearla. Vemos más del ‘más allá’ y lo administrativo de su funcionamiento, cuyos tenebrosos habitantes siguen haciendo gala de un maquillaje y unos efectos prácticos que hacen que los muertos más bizarros cobren vida. Catherine O’Hara, que retoma su papel como Delia la madrastra, sigue siendo la principal causante de carcajadas junto con Michael Keaton, que nos brinda una vez más los mejores momentos del filme, entre los que se encuentran los diferentes números musicales, ya presentes en la mítica escena de baile en la primera película al ritmo del calypso de Harry Belafonte, que le vienen como anillo al dedo al aire desenfadado y ligero de una obra cuya prioridad es entretener, y en ese aspecto es todo un triunfo.

En definitiva, lo que podría haber sido un escaparate de nostalgia barata ha resultado ser una película que, aun a la sombra de su predecesora, tiene el potencial de encantar a una nueva generación de espectadores que se atrevan a adentrarse en el a veces decepcionante, pero nunca aburrido, mundo de Tim Burton. 

Archivado en
Lo más leído