Seguimos en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde también tienen cabida producciones más humildes, alejadas de las grandes compañías y de las cuales muchas no llegarán a ser vistas por un público mayoritario, a diferencia de las que hemos hablado previamente. Por suerte, festivales como el de Donostia les concede espacio para que puedan ser disfrutadas por una audiencia que, aunque reducida en comparación con los grandes estrenos, tiene la oportunidad de ver proyectos internacionales que en ocasiones tienen más que decir que sus primos mayores.
Tal es el caso de películas españolas como ‘Un amor’ de Isabel Coixet, quien, sin dejar de ser un nombre sobradamente conocido, capaz de contar con actores de la talla de Hugo Silva entre su elenco, sus películas no van dirigidas a complacer a toda audiencia, cuya opinión suelen dividir. En ‘Un amor’ se nos cuenta como una chica de ciudad, que no acaba de encajar en el pueblo al que se muda, comienza una aventura con uno de los vecinos, mucho más mayor y menos agraciado que ella. La cinta trata temas como la liberación femenina, el acoso rural y otros que vienen funcionando bien en el cine español actual. Pero que nadie se confunda, ‘Un amor’ no es ni ‘As bestas’ ni ‘Creatura’, sino una versión descafeinada de este tipo de historias, que no se atreve a contar algo verdaderamente dramático o interesante. Se que muchos salieron de la sala de cine contentos, no fue mi caso.
Nada que ver con ‘The Blue Star’, la primera película del zaragozano Javier Macipe, quien da el salto al largometraje con una película acerca del músico maño Mauricio Aznar, quien se adentró en la Argentina rural para aprender a tocar la chacarera, música folclórica originaria del pueblo Santiago del Estero, como sus ídolos y así traer este sonido fresco al saturado rock español de los 90. Con un estilo de dirección personal y vanguardista, unos personajes bien escritos y una banda sonora rasgada con guitarras y violines, que te transporta a una Argentina aún por descubrir, alejada de Buenos Aires y del tango; ‘The Blue Star’ se encuentra entre las mejores propuestas, ya no solo dentro de la sección de ‘New directors’ a la que pertenece, sino de todo el festival. No pierdan la pista de este hombre, más pronto que tarde debería estar recogiendo un Goya.
Y hablando de Argentina, son varias las propuestas de la nación de la plata en este Festival de San Sebastián. Además de la mencionada ‘The Blue Star’, coproducida con España, otros de los trabajos que he podido ver han sido: ‘Puan’, acerca de un profesor de filosofía que imparte en la Universidad de Buenos Aires en el contexto de una revuelta estudiantil en ciernes, y ‘Clara se pierde en el bosque’, que nos pone en la piel de una joven que revive el trauma de sobrevivir al incendio en una sala de conciertos de la misma ciudad, que acabó con la vida de casi 200 personas, mientras pasa unos días en casa de su suegra. No conseguí conectar con ninguna de ellas, sin embargo, me quedó muy clara la importancia de la juventud en el cine argentino, que cada vez busca retratar mejor las realidades de una generación que, sin llamarse ‘la perdida’, tampoco sabe que le depara el mañana.
Las propuestas europeas también abundan por los cines donostiarras. De entre ellas, a la hora de reservar mi entrada, me pareció que destacaba ‘Afire’, cinta alemana que sigue a un grupo de amigos que se encuentra en una casa mientras son rodeados por un incendio forestal. Esa fue la sinopsis que yo leí, pero os adelanto que no es del todo acertada. Bajo esa premisa yo pensé que se trataría de una película emocionante, donde el incendio atrapase a los personajes y todo fuera más intenso, en una palabra. En su lugar, me encontré con una película mucho más pausada de lo esperado, que se mueve entre la comedia y el drama y nos muestra, a fuego lento, como el protagonista debe renunciar a su inmenso egoísmo, que le ciega ante todo lo que sucede a su alrededor, con la ayuda de una mujer que acaba por romper todas las barreras que ha levantado ante sus inseguridades. No me cabe duda de que de haber sabido a lo que me enfrentaba, la experiencia hubiera sido muy diferente, pero, la que para muchos parece ha sido la película del año, a mi me ha decepcionado. Estoy seguro de que una segunda impresión me vendría de lujo.
Mas allá de Latinoamérica y del viejo continente, aquí se presenta a directores noveles del mundo entero, como es el caso del escandinavo Niclas Larsson, que, en su ópera prima, de producción americana, ‘Mother, ¡couch!’, ha conseguido reunir a Ewan Mcgregor, quien ademas es productor ejecutivo, y a Ellen Burstyn, toda una hazaña. El director declaró que los convenció con su guion y tomando té con ellos, no sé si tendría que tomarme un té con él, porque lo que viene a ser la historia a mí no me termina de convencer. A grandes rasgos, trata sobre una anciana que se niega a levantarse del sofá de una vieja tienda de muebles mientras sus hijos tratan de disuadirla. La película busca indagar en el luto y la aceptación con una metáfora bien hilada, pero demasiado obvia, que termina desmenuzando una propuesta con mucho potencial desaprovechado.
A la luz de todo lo anterior, no es ningún secreto que esta sección ha sido la que menos he disfrutado del festival, pero uno no puede contentarse con comer siempre patatas, como bien dice mi madre, hay que probar sabores nuevos, y lo que ahora consideramos clásicos han surgido de profesionales que alguna vez fueron novatos. Uno no le puede cerrar la puerta a la que podría ser la primera obra de un futuro maestro.