El próximo 18 de junio acude con la novela a la Biblioteca Municipal de Astorga, en un acto que dará comienzo a las 19:30 horas, presentación que viene precedida de la firma de ejemplares de este homenaje a la novela detectivesca clásica llevada a cabo por su autor el pasado 29 de mayo en el marco de la 43 edición de la Feria del Libro de León clausurada el domingo. «Acudir a la Feria del Libro de León ha sido una experiencia muy grata. Para mí es muy importante que me hayan cedido un hueco en la Feria de León junto a otros escritores y otras escritoras tan relevantes como los que se han dado cita y siempre para mí es un motivo de celebración el poder compartir con los lectores, con las personas, la publicación de un libro. Así que muy agradecido a los organizadores de la feria y muy agradecido especialmente a las librerías que tuvieron expuesto mi libro para la venta», valora el autor, cuya publicación salió al mercado el pasado mes de febrero, mostrándose Paco Santos muy satisfecho de la respuesta que ha tenido por parte de los lectores. «Estoy muy contento porque en ese corto periodo de tiempo la verdad es que ha tenido muy buena acogida y estoy recabando reseñas muy generosas y muy positivas del libro. Aparte, ha conseguido suficiente resonancia para poderlo presentar en la Feria del Libro de León y también en la Feria del Libro de Zamora, donde he tenido la ocasión de presentarlo, en Valladolid, en Palencia y próximamente también en Astorga. Así que muchas buenas cosas me ha traído la novela en este corto periodo», sostiene este filósofo y escritor, que reconoce que su vida es bastante recogida pero a la vez se considera una persona muy sociable a la que le gusta el contacto con la gente y aprovechar este tipo de eventos para contactar con sus lectores. «Me gusta mucho compartir el tiempo con otras gentes y especialmente con personas que, como yo, aman o gustan de la lectura. Así que para mí siempre es un momento muy grato. Hay que decir que al igual que le ocurrirá a la mayoría de los escritores después de los peores momentos de esta pandemia que estamos viviendo y el confinamiento que conlleva es especialmente gratificante y un alivio poder interactuar con los demás», argumenta este escritor, para quien el lenguaje filosófico adquirido durante sus años de formación y de docencia ha actuado como «un corsé abstracto y conceptual» que no encajaba muy bien con la mayor libertad que proporciona la literatura. «Mi primer amor, ni siquiera juvenil sino infantil, ha sido siempre la literatura. Posteriormente, cuando entré en la Facultad de Filosofía y Letras y a continuación inicié mi carrera profesional como profesor, me volqué en la Filosofía y por tanto en el lenguaje filosófico. A la Filosofía y en concreto al lenguaje filosófico le debo sobre todo el cobrar una conciencia muy aguda de la importancia del lenguaje, de la importancia de las palabras que estamos utilizando. A la hora de escribir filosofía es un requisito imprescindible el estar definiendo o redefiniendo los términos que se están utilizando. Por ejemplo, el término libertad, si se está hablando del término libertad en el sentido hegeliano, kantiano y demás. Esa conciencia aguda de la importancia del lenguaje y de lo que conlleva el uso de unos términos u otros es muy importante en literatura porque para mí la literatura no solo es escribir sino que es escribir con una especial conciencia de las palabras que se están utilizando en cada momento. Eso se lo debo a la Filosofía, pero es verdad que al mismo tiempo el lenguaje filosófico no es apto para la literatura, porque el lenguaje filosófico se atiene a un entramado lógico, a un entramado argumental, a unos requisitos académicos que no se llevan bien con la libertad que debe tener la literatura y en ese sentido no resulta de gran utilidad».
Paco Santos reconoce que el lenguaje literario cuando entra en verdadera combustión, cuando roza el límite, es en la poesía. «Para mí la idea de la poesía es la de llevar el lenguaje a sus límites, forzarlo al máximo. Yo soy un amante de la poesía, he leído mucha poesía y debo seguir leyéndola, y evidentemente atraído por ese fulgor intenté escribir poesía. Pero la poesía no me aceptó. Siempre digo que los que escribimos prosa somos pájaros con un ala rota. La poesía lo que sí que me sirvió es como una especie de ablución, purificación de todo ese lenguaje conceptual filosófico, como puerta a escribir literatura y liberarme de esos ticks que yo tenía como profesor de filosofía o como filósofo, esos ticks que a la hora de escribir pues hacen que lo que estás escribiendo parezca un ensayo o una disertación más que una novela».
![| SANDRA CABELLO](https://www.lanuevacronica.com/uploads/static/la-nueva-cronica/migration/imagenes/tinyMCE/CULTURAS/2021/autor_libro_08_06_21_web.jpg)
Preguntado cómo llega a la novela detectivesca en el caso de ‘El mérito de ser detective y no fumar’, Santos confiesa no ser un lector de género y menos aún un escritor de género. «Soy un lector de buena literatura e intento ser un escritor de buena literatura. Los géneros me gustan como herramientas con las que jugar. Me interesan los géneros como escritor para saltármelos y tratar de ir más allá. No me gusta escribir del género detectivesco para que sepa el lector lo que se va a encontrar. No me interesa eso ni como lector ni como escritor. No soy ni mucho menos un experto en novela negra y como lector me considero muy clásico. Como diría Quevedo ‘sobre todo leo muertos’. A mí las historias me surgen acabadas. Cuando me pongo a escribir tengo la historia de principio a fin. Sí es verdad que tenía muchas ganas de plasmar mi amor a estos libros de detectives y de novela negra clásica, desde Conan Doyle hasta Agatha Christie, Chesterton, Poe, también Vázquez Montalbán con su detective Carvalho. Pero en general es una declaración de amor a los libros, a todos ellos, independientemente del género», asegura el mallorquín, que guarda un gratísimo recuerdo de su estancia en la montaña leonesa. «Esa experiencia ha sido una de las más hermosas de la vida de mi mujer y mía. Recalamos en un pueblo precioso al cual nunca me cansaré de nombrar, La Mata de Curueño, y tuvimos una acogida maravillosa de aquella gente, una acogida que casi se podría llamar una adopción porque nos abrieron los brazos como si fuéramos hijos pródigos. La verdad es que fue una experiencia maravillosa y reciente, pues residimos allí hasta justo antes de empezar la pandemia. Con mucho pesar tuvimos que dejar la casa en la que estábamos de alquiler porque no reunía condiciones de habitabilidad. Los inviernos son muy duros y hacia más frío dentro de fuera. Nos tuvimos que ir a nuestro pesar y no encontrando ningún otro sitio en las cercanías donde alojarnos decidimos instalarnos en la provincia de Palencia. Mentiría si no dijera que ardemos en deseos de volver a aquella zona y entre los mejores recuerdos que me llevo de la Feria de León es que se presentaron dos amigos de La Mata».