«Cada fotografía cuenta una historia, a veces la historia tenemos que construirla nosotros, en otras no llega a un fragmento de la realidad». (Olga Orallo. Fotógrafa).
Por tercer año consecutivo, en esta suplemento veraniego que nos ofrece LNC, me gustaría dejar mi granito de arena para ir descubriendo nuestra provincia desde el prisma de otras miradas, solo que en esta ocasión las miradas serán exclusivamente la de la fotógrafa Olga Orallo, que pone la parte gráfica, y la mía, que pongo el texto a esos lugares sobre los que ella misma me ha devuelto la mirada, una mirada que en algunos casos es primeriza para mí pero que en otros me ha servido para refrescar la memoria sobre los pasos que un día me llevaron a esos mismos parajes. Y otra característica más separa estos reportajes de los de años anteriores, y es que ese recorrido se hace sobre las ruinas de los lugares, de esos lugares que un día estuvieron llenos de vida y que hoy solo están poblados de silencios, de los ecos de historias que fueron... También quiero advertir que en algunos de los casos nos salimos de las fronteras de la provincia en sí para transitar por lo que un día fue el Reino de León. Y es que realmente las fronteras son solo líneas trazadas sobre mapas de papel que son casi imposible de distinguir en el terreno real.
¿Qué por qué este recorrido a través de las ruinas? Porque es una atracción que tanto Olga Orallo como yo hemos sentido desde siempre, un interés común que hemos descubierto, fruto de la casualidad, tras coincidir en otra serie de diferentes proyectos en los que hemos colaborado, y que además se une a una particular inclinación hacia la fotografía en blanco y negro, aunque no siempre sea esta la que vaya a estar presente en este proyecto. Esa especial atracción por las ruinas que se desperdigan por doquier, y que también llenan mis archivos fotográficos, a los que de vez en cuando recurro como fuente de inspiración para algunas de mis historias, es lo que nos ha impulsado a compartir con quienes nos quieran seguir en este viaje, nuestras impresiones acerca de algunos de dichos lugares, conscientes de que esta atracción que ambas compartimos está hoy bastante extendida.
El verano, con más tiempo para nuestro esparcimiento personal, con más horas de luz para disfrutar de los lugares que queramos disfrutar y con mejores condiciones climatológicas, es la época perfecta para comenzar un viaje por nuestra memoria que sin duda nos permitirá disfrutar de nuestra provincia de una manera un tanto diferente. Titularla ‘La voz de las ruinas...’ no es ni más ni menos que un recorrido por lugares que nos hablan de un pasado diferente, esa voz que es «memoria», esa voz que nos trae el eco de otros tiempos y otras vidas, haciéndonos a veces soñar, a veces reflexionar y, en ocasiones, incluso hasta sufrir.
He de decir, como muchos de ustedes ya saben, que esta atracción que tanta gente hoy siente hacia los lugares en ruinas no es nueva ni fruto de lo «fácil» que los actuales medios de transporte han puesto al servicio de una gran mayoría de personas. Ya en su momento esta atracción fue manifestada, por ejemplo, por viajeros y artistas del Romanticismo inglés, que fue extendiéndose por otros países hasta crear una corriente artística que dio lugar a libros de viajes, grabados, pinturas, fotografías posteriormente…, surgidos en torno a ese vínculo emocional que las ruinas producen en muchas de las personas que bien las encuentran bien las buscan, dejándonos, a su vez y en no pocas ocasiones, verdaderas joyas artísticas que han servido de inspiración para otras personas, como estos versos que a mí misma me surgieron en torno a una de las imágenes de las ruinas de Sintra, captadas por otra fotógrafa amiga que, a su vez, ilustró la exposición surgida en torno a textos propios de mi primer poemario Días Impares. El diálogo se convirtió en un feed-back creativo que concluyó con este nuevo poema, ilustrativo -creo yo- de lo que unas ruinas pueden inspirarnos en un momento dado: «Con el tiempo / sé que retornaré a aquel lugar /que tal vez soñaron por mí, / ajenos, / mis sentidos. / Encontraré paisajes antes no pisados / y arquitecturas no vividas./ Pasaré por ellas / como si las recordase de otros tiempos. / Escucharé entre sus muros / músicas y sonidos ahora inexistentes. / Sentiré junto a mí / la presencia de otros cuerpos. / Caminaré entre ruinas / por lugares que se han perdido / en el tiempo y sus paisajes. / Y al deslizar mis pasos / por sus rincones / sabré si alguna vez estuve en ellos / y si entre ruinas perseveró de algún modo / mi presencia, / esperando a que volvieran a recobrarla / -con el tiempo». (Del poemario ‘De este lado de la luz’, M.G.R.).
Las ruinas nos hablan de lugares que fueron, que tuvieron su momento de utilidad y -tal vez- de esplendor, pero también nos hablan de las vidas que los llenaron dejando en ellos la huella de sus alegrías, de sus sufrimientos,…, sentimientos y emociones que tal vez trasciendan el tiempo y el espacio como en un hecho mágico que hace que para determinadas personas tengan estos lugares esa atracción tan especial, como si fueran capaces realmente de contarnos sus historias. Es la memoria, la voz, de cada uno de esos lugares y de las vidas que por los mismos transitaron más allá del tiempo y las circunstancias.
Con los versos anteriores dejo entrever esa memoria por rescatar que tantas ruinas tienen, esa voz oculta que habla desde ellas y que han inspirado los reportajes inspirados en las fotografías de Olga Orallo que conformarán esta nueva serie, así que, para darles pie, permítanme que les presente a la autora de las mismas de la mano de una pequeña entrevista que le he realizado para conocer un poco más de cerca que hay detrás de esta elección temática que marca gran parte de su obra.
– ¿Cómo y cuándo te surge esta pasión por fotografiar espacios en ruinas?
– No podría concretarlo en un momento determinado, sí en el hecho de que un día vi un edificio en ruinas y me trajo buenas sensaciones; ahora salgo cada vez que puedo en busca de estos lugares. El amor por la fotografía y una cierta pasión por todo lo antiguo son los motivos que me han impulsado a descubrir, desde hace varios años, estos rincones con la peculiaridad que les da el hecho de estar olvidados y abandonados.
– ¿Qué es lo que encuentras en estos lugares que la diferencia de otros objetivos?
– La grandeza de lo que fueron, las historias que transmiten... Es fascinante ver como la naturaleza se adueña de ellos, lugares que tienen una historia que solo sus muros pueden contar, pero que, a su vez, guardan celosamente hasta el último instante de su existencia. Es maravilloso ver espacios abandonados que han quedado congelados en el tiempo. Lo que a unos les parece un horror, a otros nos parece de una belleza absoluta; es solo cuestión de los ojos de quién mira.
– ¿Qué aportan estos espacios a tu fotografía? ¿Por qué consideras importante rescatar estos lugares para el ojo de quien puede conocerlos a través de tu fotografía?
– Estos lugares en ruinas son los que nos dan la posibilidad de dejar que la historia se nos manifieste más allá de las palabras. A todos los edificios les llega el momento de perder su utilidad original. Algunos quedan abandonados, pero otros pueden gozar de una segunda oportunidad con funciones muy distintas a aquellas para las que fueron proyectados en su origen, como ha ocurrido en algún caso. Yo los fotografio porque alguno de ellos desaparecerán, y es bonito recogerlos en imágenes, por si el tiempo no llega a darles esa otra oportunidad; también lo hago para que permanezcan en la memoria de las personas que los habitaron o, simplemente, para los que sentimos nostalgia por estos lugares.
– ¿Cómo eliges los lugares que fotografiar y qué tratas de recoger a la hora de realizar tu reportaje?
– Ahora en las redes sociales, encuentras un buen nicho de estos lugares, pero en mi caso a veces son meras casualidades. Cuando viajo, siempre me encuentro algo curioso, pero cuando salgo a propósito a la caza de estos edificios o lugares, antes de hacerlo me informo y visualizo con bastante precisión en Google Earth, porque no es la primera vez que llego al destino, y me encuentro con qué ese edificio está en obras, para la construcción de un próximo hotel rural, o algo parecido...
– ¿Blanco y negro o color? ¿Qué aporta cada uno de ellos a la fotografía de este tipo de lugares?
– Para este tipo de fotografía casi siempre utilizo el monocromo. Creo que al eliminar el color centramos más la atención del espectador en elementos como la textura, la forma o el contraste. Los amantes del monocromo, de algún modo, sabemos que la fotografía en blanco y negro tiene esa particularidad de capturar la esencia eliminando lo superfluo, de transmitir un mensaje, y de generar misterio; eso es lo que yo trato de hacer a la hora de capturar la imagen en estos lugares. Y en lo que se refiere al uso del color, también es verdad que hay veces que el propio escenario me lo pide, y en el momento de la captura decido si roba atención, qué rol juega dentro de la imagen, como es de representativo o si me comunica algo a mayores; en otras palabras, si es fundamental para que la historia que cuento sea todo un éxito.
– A lo largo de los diferentes reportajes que has ido realizando en relación con esta temática ¿Cuál ha sido la mayor dificultad con la que te has encontrado? ¿No entraña un cierto peligro acceder a estos lugares?
– Nunca me he encontrado con obstáculos difíciles que me hayan impedido cumplir con mi objetivo, aunque sí es cierto que cuando frecuentas estos lugares, te invade el silencio y la extraña sensación de verlo todo vacío, y te da bastante respeto. Cuando se practica este tipo de exploraciones es importante saber ante qué estamos para diferenciar claramente si estamos realizando una acción que puede ser ilícita o no. En mi caso nunca accedo al interior de propiedades privadas sin haber solicitado el correspondiente permiso o autorización. Y en cuanto al peligro de sufrir un accidente que pueda conllevar acceder a ese interior, si percibo peligro, no arriesgo. Lo habitual en mí es disparar desde el exterior.
– ¿Qué tipo de precauciones tomas al respecto?
– Nunca realizo la exploración en solitario y antes de acceder a un determinado lugar hacemos una revisión de la zona. Además, antes de visitar el lugar que me interesa fotografiar, como ya he mencionado, busco información y visualizó el lugar desde Google eart, y si no lo veo claro, siempre tengo un plan B.
Hasta aquí la entrevista realizada a Olga Orallo, que me acompañará en estos viajes de verano, por caldas, monasterios, minas, palomares, pueblos hundidos bajo las aguas... Con sus respuestas y sus fotografías, espero haberles despertado el suficiente interés como para animarles a viajar con nosotras cada dos semanas, entre letras e imágenes, para descubrir algunos de esos parajes en ruinas que conforman nuestra geografía. Lugares donde las ruinas «dan voz» a la memoria. Les emplazamos para una próxima cita.