Patricia Martínez: "La mayor dificultad en poesía es la contención"

La correctora profesional y la profesora de Literatura Española en la ULE, María Luzdivina Cuesta, comparten la dirección del primer curso de Corrección de Textos para Editoriales que se impartirá en la Facultad de Filosofía del 8 al 12 de abril

Joaquín Revuelta
02/04/2019
 Actualizado a 14/09/2019
El correctora profesional y codirectora del curso, Patricia Martínez. | SAÚL ARÉN
El correctora profesional y codirectora del curso, Patricia Martínez. | SAÚL ARÉN
El Aula 22 de la Facultad de Filosofía y Letras de la ULE acogerá entre los días 8 y 12 de abril el primer curso de Corrección de Textos para Editoriales (nivel de iniciación) bajo la dirección de María Luzdivina Cuesta, profesora del Área de Literatura Española, y Patricia Martínez, correctora profesional de textos. Las sesiones presenciales se compatibilizarán entre la facultad y el edificio CRAI-TIC en horario de 16:00 a 20:00 horas, a las que se sumarán prácticas no presenciales que –según concreta la organización– se realizarán durante el mes de mayo.

Profesionales del sector ofrecerán una práctica visión del mundo editorial y del papel del corrector dentro del ámbito de las editoriales, así como los distintos tipos de correcciones, con atención al concepto, la gramática y el estilo, y la corrección en las revistas electrónicas. La ortografía y los recursos tipográficos completan un programa que incluye prácticas supervisadas en el aula y en la revista ‘Lectura y Signo’.

Este curso, encuadrado en los cursos de extensión universitaria, está dirigido principalmente a los estudiantes o graduados de las Filologías, sin embargo también está abierto a la participación de cualquier persona interesada en descubrir y ejercer la labor del corrector, así como los estudiantes interesados en su futuro desempeño, o los autores que deseen comprender mejor la labor de corrección editorial, o entregar a las editoriales textos más pulidos.

Para cumplir con los contenidos del programa, los alumnos contarán con Raquel López Varela, responsable de proyectos educativos de la Fundación María Jesús Soto y exdirectora del Departamento de Publicaciones de Editorial Everest; María Luzdivina Cuesta, profesora y directora de ‘Lectura y Signo’; Ana Rodríguez Vega, profesora de Francés y de Lengua Castellana y Literatura en el Colegio Santa Teresa de León y exeditora de Editorial Everest; Patricia Martínez, correctora profesional, y Cristina Trincado, ayudante en la edición de ‘Lectura y Signo’.

El curso consta de 40 horas lectivas, 20 presenciales y 20 de trabajo personal del alumno, está abierto a un máximo de 25 plazas y ofrece la convalidación de 1,5 créditos ECTS. El coste de matrícula es de 120 euros para alumnos de la ULE, 150 euros para estudiantes de otras universidades y desempleados y 200 euros para público general. Los interesados en matricularse deberán formalizar la inscripción a través del enlace: http://extensionuniversitaria.unilron.es/euniversitaria/curso.aspx?id=1600.

Entre los objetivos del curso figura el de buscar una posible salida laboral a los estudiantes de Filología, que habitualmente suelen tender a la docencia. «Como cada vez se escribe más y cada vez hay más editoriales, sin olvidar otros ámbitos del saber y otro tipo de publicación, la figura del corrector se hace cada vez más necesaria, que en otros campos se llama asesor lingüístico pero que al final es una persona que siempre va a buscar la calidad máxima del texto», asegura Patricia Martínez, cuya formación como correctora de textos tuvo lugar en Cálamo & Cran.

Su afición por la lectura –presume de tener una buena biblioteca en casa– y el hecho de comprobar que en los libros había erratas le llevó a investigar en torno a una figura, la del corrector de textos, que antaño estaba muy presente pero que en los últimos años se ha ido perdiendo en buena medida por la incidencia de la crisis económica. «Aprendí los diversos tipos de corrección que hay dentro del proceso editorial y fui trabajando como externa en varias editoriales desarrollando estas tareas hasta que surgió la oportunidad de venir a la Editorial Everest, donde permanecí ocho años», recuerda Martínez. En la editorial leonesa pudo trabajar tanto en el área educativa como en la relativa a la literatura juvenil. «Everest tenía muchos libros de textos y las campañas de enseñanza eran muy señaladas», recuerda la correctora, que reconoce que todos los autores tienen sus fallos recurrentes y las especialidades tampoco se libran de tener que someterse a los dictámenes del corrector profesional. «Se te hace ya el oído y el ojo a encontrar según qué cosas y sí que es verdad que durante la crisis bajó un montón el nivel de los textos académicos», reconoce Martínez, para quien el principal defecto de éstos y de otro tipo de textos en cuanto a la corrección de estilo es encontrar el registro. «Lo más difícil cuando se trata de especialistas es que consigan bajar el tono, sobre todo cuando se trata de textos destinados a estudiantes y que pueden llegar a resultar de difícil comprensión para ellos». El diálogo entre autor, editor y corrector es permanente en este sentido. «El editor tiene que hacer de puente y dar unos parámetros y unas directrices, mientras que el corrector requiere de habilidades para proponer al autor alternativas ante un texto que no funciona de la manera debida», destaca la correctora, que reconoce que en el mundo editorial hay mucho divo intratable, pero por suerte cada vez son menos. «Yo creo que cada vez somos más conscientes de que no llegamos a todo y que si te han puesto a alguien para que te pueda echar una mano, pues hay que aprovecharlo».

Una dificultad añadida que el corrector de textos para editoriales suele encontrar es cuando se trata de un libro de un autor extranjero que ha sido traducido al español. «Es muy interesante porque en este caso estamos hablando de un doble autor, el del texto original y el de la traducción. Lo que más se suele traducir es del ingles, francés, alemán..., que son lenguas que tenemos bastante próximas y siempre tienes conocimientos o encuentras a alguien que te pueda ayudar. Si no ves claro lo que ha querido decir o cómo lo ha interpretado el traductor siempre puedes echar mano del original, pero es complicado porque tienes que tener directrices claras. Por eso cuando puedes hablar directamente con el traductor es fabuloso porque si tienes alguna duda se la planteas directamente», señala Martínez, que confiesa que la poesía es el género literario más difícil de corregir por la cantidad de matices que conlleva el escrito. «La mayor dificultad siempre es la contención. Como con cualquier otro texto tienes que abordarlo con mucho respeto, pero en el caso de la poesía aún en mayor grado. Tienes que saber qué quiere decir el autor para no desdecirle, porque en poesía eso además es gravísimo. Una palabra te evoca muchísimas cosas a la vez. No la ha puesto ahí por cualquier cosa. Una coma es todavía más delicada que en cualquier otro tipo de texto. Tienes que sopesar todas las opciones con mucha contención. En este sentido es más ‘sencilla’ de corregir la prosa y cuanto más largo es el libro menos complicado resulta, porque más sabes cómo lo ha hecho el autor, has conocido sus vicios léxicos, sus errores comunes. Es más fácil pillarle el hilo y llevas ya más automatizadas en la cabeza las necesidades».

A la hora de tratar con autores noveles que se enfrentan por primera vez al mundo editorial se requiere mucha pedagogía para que sepan en qué consiste este trabajo. Igualmente los correctores pueden tener la aspiración de convertirse ellos mismos en autores y en este caso Martínez recomienda que los textos sean supervisados por terceros. «Siempre es mejor que lo vean ojos nuevos y ojos frescos, que como tú estés muy vinculado con el texto ahí pierdes toda la objetividad», reconoce la correctora profesional, que sonríe cuando le preguntan si en general los autores hacen gala de poco vocabulario. «Se ha empobrecido mucho y yo de hecho busco refugio en los clásicos para retomar palabras que ya no se usan. Se ha empobrecido mucho el léxico y los matices a los que nos referíamos con relación a la poesía te dan el punto justo para saber que esa es la palabra que tiene que ir ahí y no otra, porque esa es justo la que te da la idea precisa para que se entienda muy bien el texto y no dé lugar a ambigüedades, a deslices y a malas interpretaciones».

Los medios de comunicación han ido perdiendo paulatinamente la figura del corrector de textos y hoy es el redactor el que tiene que encargarse de casi todo el proceso hasta llegar a la publicación de la información. «Pero no solo pasa en los periódicos», señala Martínez, que reconoce que han sido varias las editoriales leonesas que se han interesado por el curso que se va a desarrollar próximamente en la ULE. «Las editoriales son muy conscientes de que existe ese vacío y que simplemente es un control de calidad de los textos, controlar que todo salga como quieres, incluida la maquetación. Hay dos maneras de leer, que lo hagas por placer y es irritante que las erratas te estén sacando del flujo del texto, o para informarte o formarte, y un mal uso del léxico o de la ortografía también te está sacando de su contenido».

El curso no sólo tiene vocación de continuidad sino que la idea es ampliarlo a otros ámbitos diferentes del mundo editorial. «El Departamento de Lengua Española, que es quien lo propone, lo ha recibido muy bien. Hasta el día 5 de abril y en función de las plazas disponibles aceptamos a todo el mundo que quiera ir a aprender y formarse en esto que tiene salidas laborales. De hecho yo me gano la vida así. Hemos empezado por el sector editorial porque son muchas las editoriales que tanto en España como en Latinoamérica y en el resto del mundo publican en nuestro idioma. La fuerza del español es imparable. Cada vez hay más gente que lo quiere estudiar, cada vez hay más gente que lee en nuestro idioma. El mercado es muy amplio. De hecho, el contacto con la Universidad para proponer este curso se hizo a través de un profesor de español para extranjeros que trabaja en una Universidad de Taiwán. Empezamos por este curso y esperamos que salga muy bien para poder continuarlo enfocándolo a los medios escritos, a las empresas, que lo necesitan como agua de mayo porque en estos tiempos si te comunicas mal estás vendido, pero para mal, y a la Administración, que si abriera las puertas habría sitio para todos los licenciados y graduados de Hispánicas del mundo, porque es terrorífico lo que te puedes llegar a encontrar. Por suerte, existe una corriente fuerte que está abogando desde ciertos sectores por el lenguaje claro de las administraciones y de las empresas. Yo he trabajado corrigiendo textos jurídicos y es agotador».

Las nuevas tecnologías no han contribuido precisamente al uso correcto del lenguaje, hasta el punto de que Patricia Martínez asegura que «a los jóvenes los tenemos que recuperar para la buena lectura. Necesitamos darles textos bien escritos para que se fijen bien y ellos puedan escribir correctamente. Se trata de hacerles ver que hay un aprecio social por escribir bien, por la cultura. Vamos a dejar a un lado el Gran Hermano, por ejemplo, y acercarles a otros modelos de pasar el tiempo, de entretenerse pero a la vez de formarse, porque la cultura es una industria importante y económicamente tiene su aquel. Hay que hacer ver a la juventud que si aprendes a leer de buenos libros después sabrás escribir bien y podrás ser un ciudadano hecho y derecho al que no podrán engañar».
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