Paz Martínez: una luz que se ha apagado en nuestros caminos

Amiga y compañera de versos, la poetisa y animadora cultural Paz Martínez deja una ausencia solo física, ya que su alma quedará presente siempre en sus poemas

Mercedes G. Rojo
14/01/2025
 Actualizado a 14/01/2025
Paz Martínez en un acto literario. | NEMONIO
Paz Martínez en un acto literario. | NEMONIO

«…Tengo un miedo que no es de carne, 
un miedo extraño bañado en prisas, 
temor a los torpes derrumbes
y a los horizontes de una justicia fingida...».
(Paz Martínez en ‘Los márgenes del tiempo’).

Hay fechas que quedan marcadas en el calendario con una nota de tristeza que sabemos permanecerá por mucho tiempo, fechas en las que el destino decide arrebatar de nuestro lado a alguien a quien durante años hemos sentido muy cerca, con quien hemos compartido proyectos, ideas, ilusiones, amistades... y con quien, finalmente, el destino ha hecho que hayan quedado pendientes muchas otras cosas que ya nunca podrán realizarse, al menos no de la misma forma en la que inicialmente podrían haber sido hechos.  

Si, además, las circunstancias de esas pérdidas han impedido la despedida, aunque sea en esos últimos momentos antes de la última y definitiva partida, ya con su vida ausente, la sensación que nos queda es aún más amarga. Eso es lo que me ha pasado a mí este pasado fin de semana cuando me llegó la noticia del fallecimiento de una persona muy especial a la que, durante los últimos años (desde el mismo momento en que nos conocimos) he considerado una buena amiga: Paz Martínez

He sentido que, en esta ocasión, esos «magos», sean reyes o no, a los que incluso como adultos nos empeñamos por estas fechas en lanzarles nuestros deseos más íntimos, no han sido benévolos con nosotros y nos han arrebatado, por contra, algunos de nuestros bienes más preciados. Y por eso hoy estas líneas se tiñen del luto que la ausencia definitiva de una persona tan especial como lo fue Mari Paz nos deja. Una ausencia solo física, ya que su alma, su esencia, su ejemplo de superación y resistencia quedará presente para siempre en los poemas que nos dejó y en el recuerdo de tantas actividades en las que puso todo su entusiasmo para dinamizar una comarca olvidada de muchos, y tan querida por otros, haciéndola bullir de cultura y de futuro. 

Hace aproximadamente seis años la presentaba en estas mismas páginas; la huella nº veintiocho en los que ya habían comenzado a ser (tras otros títulos anteriores) «caminos femeninos del arte leonés». Paz Martínez llegaba a ellos desde su particular visión de «la literatura como alimento del alma». Hoy, he querido comenzar este artículo obituario con los versos con los que entonces terminaba aquella semblanza de acercamiento. Unos versos en los que, como en muchos otros de los dejados nos mostraba su buen hacer literario acompañando, entre otros muchos otros sentimientos, el miedo ante la vida, pero también la esperanza y también la valentía. Pocas de aquellas palabras de entonces cambiaría hoy al hablar de ella de nuevo, al recordarla, por lo que voy a rescatarlas en parte.

Felicitas Rebaque, Paz Martínez, Mercedes G. Rojo e Inés Diago en uno de los homenajes a las escritoras del mes de marzo
F. Rebaque, Paz Martínez, M. G. Rojo e I. Diago en uno de los homenajes a las escritoras de marzo. | NEMONIO

Paz Martínez habitaba, hasta hace apenas un par de días, tierras donde la magia y la poética del sagrado monte Teleno lo preside todo, tierras tilenenses, en pleno corazón de Maragatería. En dicha geografía se encontró espiritualmente con la poesía; en su amada tierra maragata, más bien vista como Somoza, lugar donde situaba las que consideraba sus «humildes raíces (…) la tierra agreste del labriego, del pastor y de los pueblos que subsistían de otras labores no arrieras. Yo procedo de ese linaje de la comarca»,  un espacio de curación para el cuerpo e incluso para el alma, que finalmente no pudo alargar su corta vida, que no la permitió llegar ni al medio siglo de existencia. Paz Martínez Alonso (Andiñuela de Somoza, 1976), nacida, criada y asentada desde siempre en estas tierras reconocía de ellas que «mi pueblo y la comarca maragata han sido mi fuente de inspiración, mi medicina y el hogar al que regresan perpetuamente algunas de las personas más importantes de mi vida: mis amigos. Hoy este pequeño rincón del mundo, en esta rancia comarca, es el único lugar donde siento que mi corazón late con más fuerza…». 

Ahora, abandonados para siempre estos lugares, tendremos que seguir buscando su presencia en el silencio de las piedras y las calles de Santa Colomba de Somoza, en el rumor del agua que discurre Turienzo abajo, en el sonido del viento envolviendo la floresta que conforma estos contornos. 

Hoy volvemos a darle el protagonismo de estas líneas a Paz Martínez, una protagonista que se declaró abiertamente «elegida por la escritura», lo único que de verdad hacía desde siempre con el corazón y a través de lo que mejor se comunicaba, permitiéndole expresar con mayor claridad lo que quería decir,  incluso llegando a arriesgar mucho a la hora de expresar sentimientos o emociones, en una relación pasional que la impulsó principalmente hacia la poesía, que nacía en ella «para acallar mis demonios y para alimentar mis recuerdos». 

Paz escribía sobre su tierra y sus gentes, honrando su belleza pero increpándola también por su aspereza y su carácter huraño. Escribía sobre la amistad como el más sublime de los amores posibles; sobre la muerte y su aceptación, sobre la lucha contra ella, sobre la esperanza. «Mi escritura es un retrato de mi alma y de sus entresijos… Significa para mí… liberarme de fantasmas y atarme a la vida con un eterno nudo de tinta», señalaba.

Y con esta premisa nos dejó varios libros publicados, participó a menudo en proyectos conjuntos que la incitaban continuamente a profundizar en personas, paisajes y proyectos, mientras continuaba día a día (y a pesar de las limitaciones que a menudo le ponía por delante la enfermedad) escribiendo y compartiendo con los demás sus anhelos, sus esperanzas, sus miedos, sus reflexiones, a través de mil y un encuentros que a menudo compartía con otros amigos con los que también se encontraba en la música y los versos. 

Con el grupo participante en el I Solsticio en Turgencius en junio de 2018. | NEMONIO
Con el grupo participante en el I Solsticio en Turgencius en junio de 2018. | NEMONIO

Paz Martínez tenía, además, una marcada faceta de animadora cultural desde y para con su propia tierra: como el proyecto InSitu- Santa Colomba, que apoya «diferentes artes, literarias, artísticas y fotográficas con un plan que estriba en el trabajo de un grupo de voluntarios» del que ella misma formaba parte, o de las múltiples propuestas que desde el centro cultural ‘El Casino’ comenzaron a realizarse con su llegada a la dirección del mismo, en un proyecto dinamizador en el que los distintos caminos de  la literatura, han tenido gran parte del protagonismo, propuestas que ojalá sigan manteniendo viva quienes compartieron con ella ilusión y empeño. Tampoco podemos olvidar ese ‘Sembrando palabras’, que desde hace años venía poniendo en marcha junto a su gran amigo Oscar Valero, una convocatoria en forma de concurso literario pero que es en realidad mucho más que eso: una propuesta que durante varias semanas tiene en jaque a la localidad y a la comarca con trascendencia nacional, intentando despertar el interés de numerosos escritores y escritoras de todo el país. Y todo ello a pesar de que el premio no tiene asignada dotación económica alguna.

Además de todo lo mencionado hasta ahora, desde el mismo momento de conocernos, se sucedieron en nuestras vidas otros «haberes» que fueron para nosotras muy importantes y de los que hoy ya solo nos queda el recuerdo alentado por las circunstancias que los arrebataron de nuestras manos, eso en el mejor de los casos. Los ‘Solsticios en Turgencius’, con la poesía y la música para recibir el verano, los «filandones de difuntos» que pronto comenzaron a tomarse como ejemplo en otros lugares de la provincia... Y, cómo no, una intensa colaboración en el blog Masticadores FEM que yo misma edito y en el que, por espacio de algo más de un año, nos fue dejando afortunadas semblanzas de algunas mujeres rurales ejemplo de iniciativa, tesón y ganas de superación, algunas de ellas pertenecientes a nuestra propia provincia. Tampoco puedo olvidar los proyectos literarios que una u otra coordinamos, como los libros-homenaje que desde 2018 salen de mis manos (junto a un montón de colaboradoras) en torno al mes de marzo (en concreto los realizados sobre Concha Espina o Josefina Aldecoa), y en algunos de los cuales pudo participar directamente; o la antología ‘17 diversas’, en este caso coordinado por la propia Paz. En fin, un largo listado de encuentros y proyectos en común que forjaron entre ambas una buena amistad. 

Mercedes G. Rojo y Paz Martínez presentando el II Solsticio en Turgencius en 2019. | NEMONIO
Mercedes G. Rojo y Paz Martínez presentando el II Solsticio en Turgencius en 2019. | DARÍO SIERRA

Paz Martínez, decía a menudo haber hallado «la forma de comunicarme a través de la palabra escrita, el modo de conocerme e incluso de cuestionarme». Y no se imaginaba viviendo sin libros. En ellos encontraba la apertura necesaria hacia otros modos de pensamiento, el alimento de su imaginación para sus incursiones en el mundo del relato, confesando como uno de sus más terribles miedos «morir sin haber leído lo suficiente» (pues encontraba «en los libros mi refugio, un hogar imaginario donde sentirme a salvo de las frecuentes crueldades del mundo que tantos recelos e incertidumbres me provocan»). Consideraba la literatura como un alimento del alma, sentía que no leer es desaprovechar la vida, renunciar a una circunstancia que consigue hacernos personas más empáticas, que nos enseña a ponernos en el lugar de otros, a mirar desde otros prismas y a hacernos más sensibles ante sus necesidades, aspecto que Paz manejaba a la perfección. Tal vez por ello muchos de sus esfuerzos iban orientados a acercar esta disciplina a todo tipo de público, y los proyectos que potenciaba en su comarca trataban de incitar «crear costumbre y adeptos a los movimientos culturales», y también que «animen a los más jóvenes a escribir», pues sentía que hay un buen tejido de buenos escritores y grandes poetas que viven entre nosotros en el más completo anonimato, sin que se les dé la visibilidad que se merecen y que es necesario rescatar. Sus ansias y sus ilusiones se han truncado a medio camino. En el tintero han quedado otros poemarios en proyecto, algunas otras ideas dinamizadoras que el cansancio de los últimos meses (entre otras cuestiones ajenas a su propio desánimo) le han impedido llevar a buen término.

Paz Martínez se nos fue apenas iniciado un nuevo año. Fue amiga y compañera de versos, de proyectos, de amor a una tierra y a una historia, y el tiempo y las circunstancias ha dejado entre nosotras aún muchas cosas por hacer cuando, finalmente, ese enemigo silencioso y persistente que a veces es el cáncer minó para siempre su capacidad de resistencia.

Se fue su cuerpo, su presencia física, pero nos quedan sus versos, nos queda el aura mágica de lo mucho que trabajó por y para su tierra sin pedir nunca nada a cambio para ella. La echaremos de menos. Y la recordaremos cada vez que nuestros pasos o nuestra mente transcurran por esos caminos y lugares de Maragatería que tanto amamos ambas y que tan a menudo han sido fruto de nuestra inspiración. La recordaremos cada vez que veamos ocultarse el sol tras la línea del Teleno, cada vez que veamos florecer en sus campos las flores humildes, como lo era ella. 

Hasta siempre Mari Paz, descansa en paz. 

Paz Martínez junto a otras escritoras en el encuentro 'Viaje por la Literatura. De Concha Espina a nuestros días. 7x 7'. | NEMONIO
Paz junto a otras escritoras en el encuentro 'Viaje por la Literatura. De Concha Espina a nuestros días'. | NEMONIO

 

Lo más leído