Los duros negociadores del Comité de Empresa de la Vasco y los representantes de la HVL no han olvidado la llegada a la reunión en el Gobierno Civil de un joven secretario general (gobernador en funciones por ausencia del titular) que les dijo: «No veo los pijamas, es buena señal, parece que vamos a ponernos de acuerdo sin necesidad de dormir aquí; porque no tengáis ninguna duda, o salimos con un acuerdo o no salimos». Era primera hora de la tarde. A las 12 de la noche pidió bocadillos y a las tres de la mañana salían todos por la puerta. El joven negociador cogió su coche particular y se fue a la fiesta de Genicera. «Uff, por un momento temí que iba a faltar, por primera vez a la Diana del Cristo».
No faltó a la cita el joven José Antonio González Mancebo, Pepe Mancebo. Le sacaron en el recorrido las útimas perras para la orquesta. Tampoco había faltado a su palabra de negociador y, feliz por ello, hasta bailó a lo suelto. Muy mal, por cierto. De haber tenido que fallar a uno era evidente que sería a la diana, pero le hubiera dolido.
Eran las dos caras de Pepe Mancebo, fallecido este sábado en Panamá, donde estaba destinado, a los 63 años. Trabajador hasta la extenuación, fiel a sus amigos hasta más allá, infiel a sus cuidados hasta lo poco razonable, pero lo tenía tan claro, siempre, todo.
En Pepe descubrías al tipo brillante a la primera. Después de mostrarse como buen estudiante, cinéfilo y líder en la Facultad de Derecho, comenzó a llegar con cara de niño a puestos de responsabilidad. Después de pasar por la Delegación de Cultura de Ávila y el Inserso en Vigo fue secretario general de Educación en León y en 1993, con poco más de 30 años, llegó a la Secretaría General del Gobierno Civil, siendo gobernador civil en funciones en diversas ocasiones. Allí se hizo notar mucho más su perfil de diálogo y compromiso, con una manera de hacer radicalmente diferente a su antecesor en el cargo, Luis Aparicio, que llevaba ‘media vida’ en la casa, buena parte de ella durante el franquismo y muy cuestionado en los incidentes del cierre de Riaño.
Pasó Mancebo después por diferentes embajadas de España (siempre en cooperación, en solidaridad, en compromiso social) en Guatemala, Colombia o Panamá, donde falleció. También trabajó en la sede de la ONU en Nueva York, destino que le hizo especial ilusión pues allí había emigrado, desde Villanueva de Pontedo, su padre después de estar en Cuba. En algún destino, como Colombia, su compromiso con las gentes fue incluso «más allá de lo razonable». Era así. Lo explicaba con un gesto muy suyo, encogerse de hombros, «es lo que tiene que hacer un paisano de León; es más, de Villanueva».
Hace unos días sufrió un grave percance de su salud y permaneció varios días en coma en un hospital de Panamá, hasta el fatal desenlace, que sus amigos ya temían pues no recibían esos audios de wasap, a cualquier hora del día o de la noche —su horario siempre fue misterio— con algunas reflexiones y, siempre, unas palabras de cercanía y cariño pues no tenía otro dios mayor que la amistad.
Irrepetible el grandullón, Pepón.