«Mi vida no se merece la belleza de este libro». Así de contundente y sincero se mostró este jueves el escritor Luis Mateo Díez en la presentación del libro ‘Los días y las cosas’, «un poema visual» con fotografías de la venezolana Lisbeth Salas y textos del propio Premio Cervantes 2023 que ha visto la luz precisamente coincidiendo con la entrega de este galardón, que tuvo lugar el pasado 23 de abril en el Paraninfo de Alcalá de Henares. «Lisbeth es una poeta del retrato que con una imagen del el exterior es capaz de ahondar en el interior de cada persona que retrata. Y eso mismo ocurre en el libro, donde ha conseguido llevar a Luis Mateo Díez a su propio desván, convirtiéndole en poesía gráfica», aseguró el subdirector de Cultura del Instituto Cervantes, Ernesto Pérez Zúñiga, en la presentación de esta obra que recorre la trayectoria vital del escritor leonés, desde la infancia –con imágenes cedidas por el propio Díez– hasta su cotidianidad actual a través de fotografías de objetos y momentos que están acompañadas de la certera y singular pluma del narrador de Villablino.
En una maravillosa conversación entre los dos, en la que el periodista Jesús Marchamalo actuó de maestro de ceremonias a modo de voz de la conciencia para intentar encarrilar el diálogo cuando se perdían en anécdotas, Díez y Salas mostraron la complicidad que han desarrollado durante la creación de este libro que ahora se publica. «Ya dije que nada me interesa menos que yo mismo. Y que todo estuviera relacionado con el mundo personal a mí me creaba cierta inquietud. Pero para mí es un honor maravilloso que haya entrado en mi casa con afán de búsqueda», remarcó el Premio Cervantes que con humildad reconoció que ‘Los días y las cosas’ no es un libro de Luis Mateo, «es un libro de Lisbeth sobre Luis Mateo». «Es una obra maravillosa porque no está comprometida conmigo, sino con la creatividad», aseveró.
«Lisbeth llegaba a casa con afán y espíritu de búsqueda, pero con instinto lírico», detallaba el escritor antes de que la fotógrafa le agradeciese que se hubiera mostrado «como un libro abierto desde el primer día». No faltó en la charla el reconocimiento de alguna de las manías de aquellas largas jornadas –sus ‘citas’ en casa del escritor arrancaban antes de las 9 de la mañana– en las que «hablamos mucho». «Yo llegaba, me lavaba las manos y él me daba un vaso de agua. Era como parte de nuestra rutina», apuntó la artista venezolana al tiempo que intentaba explicar cómo llegó a captar la esencia del leonés a través de su cámara: «Yo me metí en la persona de Mateo. Era lo que me interesaba. Más que el Mateo escritor». De hecho, reconoció que se sorprendió en la casa del leonés porque esperaba libros por todos los sitios. Y no. Lo que se encontró fueron películas. «Estaban por todas partes… Menos en el baño creo», indicó entre risas.
Sobre el título, la venezolana reconoció que «tuvimos muchos hasta que llegamos a este». En cuanto a la portada, el escritor, que volvió a exhibir en la presentación ese sentido del humor tan característico de su obra, pero también de sus diálogos, se confesó un «enamorado» del color verde que impregna la portada. «Me encantó», confesó con picardía hasta que Marchamalo aclaró la broma: «Es una fotografía de una de las camisas de lino que Luis Mateo suele utilizar en verano».
«A su edad y con este Premio Cervantes recién recibido, podría hacer cosas más cómodas que este libro… Pero él es así», subrayó el subdirector de Cultura del Instituto Cervantes, Ernesto Pérez Zúñiga. Una idea que respaldó la directora general del Libro, del Cómic y de la Lectura, María José Gálvez, al dar las gracias a ambos protagonistas por haber sido «muy generosos» con esta obra.