Fue cuando tenía unos diez años que este escritor salmantino hubo de subirse a la palestra para recitar en alto ante sus compañeros del colegio una de las redacciones que su profesor tanto les acostumbraba a escribir. «Y yo, con más miedo que vergüenza leí mi redacción», rememora divertido y cuenta que su sorpresa no despertó hasta que unas palabras concretas salieron de la boca del docente. «Tú eres poeta», le dijo ceremonioso, ignorando entonces la fuerza del acontecimiento para este salmantino afincado en León, que ahora recuerda aquello, todavía inocente, como su ritual de iniciación en esa tribu de quienes bailan al calor de la hoguera de la poesía.
De poesía está llena la última publicación de José Luis Puerto, ‘Ritual de la inocencia’, que empezó a hacerse un hueco en el imaginario del escritor ya por 2016. «La poesía es un tipo de creación lenta que surge poco a poco», justifica: «Tiene que ver con convivencias, experiencias, intuiciones, aspectos de la realidad que te conmueven y te llevan a la escritura, que de algún modo va surgiendo sin que a veces el poeta se dé cuenta de ese telar psíquico, anímico, interior». Reflexiona impasible, casi recitando sus conclusiones y, sin olvidarse de parafrasear a otros como María Zambrano o Claudio Rodríguez, al que copia: «No hay nada que nos aleje de nuestro hondo oficio de inocencia».
Una inocencia propia de la niñez, que parece ir cambiando de acepción conforme se envejece. Que torna de un significado afectivo a otro, muchas veces, peyorativo a medida que uno se hace mayor. «Los niños miran el mundo desde la purificación», recita Puerto: «Con una mirada inocente, con una mirada a la que todo causa sorpresa, causa fascinación». Y, activado por el resorte de unos versos que se escriben solos, continúa: «El mundo adulto ha abandonado esa suerte de generosidad, de fraternidad; esa prosa de la vida, ese pragmatismo es lo que atenta contra la inocencia y lo que atenta, en definitiva, contra la creación».
"El pragmatismo del mundo adulto es lo que atenta contra la inocencia y contra la creación"
El poeta asocia el arte y la creación literaria con la conservación de la inocencia que cantan las estrofas de su poemario. Habla de un territorio -«de comunidad, de belleza, de verdad»- que sortea el camino «de crispación y de violencia en el que la sociedad, de alguna manera, se mueve estos días». Aun así, no considera esta cualidad del infante como algo exclusivo del artista y confiesa percibir a la perfección «en qué seres humanos está vivo el niño que hubo en ellos». Habla de «humanización» y no son pocos los autores a los que coge prestada su definición de lo que para él es ‘Ritual de la inocencia’: el acto de juntar versos a merced de lo que mande la poesía. Deja que salgan de su boca las palabras de Nelly Sachs -«poetizar es realizar un viaje a la transparencia, un viaje a la claridad; encontrar la oración que recompone las sílabas mutiladas»- y de Octavio Paz cuenta que decía que «la poesía es una pervivencia en el ser humano de los antiguos lenguajes sagrados». De propia cosecha, se empeña en añadir: «Es decir, hay una sacralidad en el decir poético que nos lleva a eso; a la fraternidad, a la belleza, a la verdad, a un itinerario para que descubramos lo que somos».
De todo ello deja fragmentos José Luis Puerto en ‘Ritual de la inocencia’. Entre todo ello, sale a relucir parte de su ser, sus inquietudes, su forma de conversar con el niño que todo individuo lleva consigo. De todo ello, también, versa el encuentro que este jueves tiene lugar en el salón de actos del Instituto Leonés de Cultura a las 20:00. Allí, el poeta se acompaña de la presencia de la investigadora María Alcalá y su libro ‘José Luis Puerto. Vida en obra’ sobre los versos del escritor, que ya tuvo su puesta de largo en Sevilla en mayo de este año. Igualmente acude José Enrique Matínez, estudioso asimismo de la obra del salmantino y autor de ‘La huella de la herida. Sobre la poesía de José Luis Puerto’.
Los tres se dan cita en el enclave de la capital provincial para charlar sobre la publicación de Puerto. Sobre la inocencia y la creación. Sobre la relación estrecha que ambas mantienen y, en definitiva, sobre poesía. De ella no faltan definiciones. Puerto, al otro lado del teléfono, se deja llevar por la literatura más visual: «Una pequeña hierba que surge entre dos baldosas en plena ciudad y a la mayoría les pasa desapercibido y la pisan... Y, de repente, hay alguien que se fija y ve en ella un símbolo de que todavía puede ocurrir; de que la vida todavía está ahí, donde ya parecía que no iba a estar».
Entre párrafos prestados e ideas cortesía del autor, este mismo acaba por decir: «La poesía es una suerte de diario en el espíritu del poeta, de su plasmación del mundo, de la realidad, de sus impresiones; de todo ese magma que es la vida». Un acto de inocencia, fruto de la inocencia y presentado a ojos del inocente niño que no quiere dejar de mirar. «Poesía eres tú», declamaba Bécquer como si nada. Y, tal vez, sea eso; que, como si nada, las estrofas surgen en un arrebato de lucidez, en un atisbo contundente de belleza, en una enajenación espiritual. O en la inocencia del ser que obvia que no hay mejor definición de poesía que la que se recita en sus propios versos.