(Alicia López. Fragmento de un poema indestructible...).
Aún con el eco del 4º aniversario del Ágora de la Poesía en el traemos hoy a nuestras páginas a una poeta que forma parte esencial de la misma desde siempre, pues es muy raro que falte a dicha cita en la que siempre deja volar su palabra poética, pues en su concepción de la poesía está implícito el hecho mismo de compartirla con los demás para sentirla como completa. Hablamos de Alicia López Martínez (Gijón, 1969) quien particularmente se define como astur-leonesa, porque entre ambas tierras, entre ambas patrias, tiene dividido su corazón y «sus raíces», tierras que se miran la una en la otra y de las que dice: «sus ojos se admiran mutuamente». Y así cuando está allá echa de menos el secano de las tierras leonesas, y cuando lo está aquí, sus versos se llenan de ecos marineros donde la añoranza del mar, los símiles impulsados por ese mar que es vida y muerte a un mismo tiempo, se hace permanentemente presente.

Alicia López describe el hecho de su escritura como «fruto de un ardiente deseo de comunicar y comunicarme con», y elige de entre todos los géneros, el poético «en el que más a gusto me siento (…) pues a través de él describo estados anímicos, visiones del mundo, sean o no míos y me comunico con el lector con el fin de que reconstruya la obra que el yo creador ha realizado. Podría decirse que la poesía representa catarsis y complementariedad ya que la dualidad entre ella y yo está siempre presente». Concibe la poesía como belleza, pero también como «enseñanza y afán de voluntad de ser (…), un acto de rebeldía contra lo acomodaticio que aflora en nuestra sociedad y contra la ignorancia», sin negar que, también, escribe porque la divierte, la desahoga y la relaja, además de permitirle plasmar sus inquietudes y sus sentimientos en un momento dado. Cuantos conocen a Alicia López, cuantos han escuchado sus poemas entienden muy bien que en ella se hace realidad lo que dice al respecto de la escritura, sin fingimientos, sin poses minuciosamente estudiadas: «(…)escribir es dejar una parte de ti en unas letras que están dispuestas para ser escuchadas y leídas con el fin de recrear». Así es ella. Y así su poesía. Cada uno de sus versos son, en palabras del también escritor Carlos Malillos Rodríguez, «(…) una exposición pública de un ‘yo’ poético que nos descubre un ansia constante de ir más allá de lo cotidiano. Diríase que los versos son transcendentes en sí mismos, que afloran desde la profundidad de su universo interior, siempre en ebullición, siempre cambiante (…).
Poeta sensible, profunda e impactante, escucharla supone una oportunidad para quien quiera deleitarse con la belleza de sus versos».
La obra de esta poeta asturleonesa, más allá de la que podemos escuchar de sus propios labios en los distintos espacios poéticos en los que se prodiga, es aún poco accesible para el público lector más allá de su primer y por ahora único poemario editado, 'Pálpitos de luna nueva', y de sus colaboraciones en diversas publicaciones de tipo coral, pues reconoce haber cerrado hace tiempo los dos blogs en los que la compartía. Sin embargo sabemos de varios poemarios ya terminados que esperamos pronto puedan ver la luz. En cualquier caso, son múltiples los espacios abiertos a la poesía en la que podemos escucharla en persona. Mientras, para terminar este somero acercamiento a su persona, lo hago con unos versos de su poema ‘Gabriela y Josefina’ que hace unos meses dedicaría a Josefina Aldecoa con motivo del 8 de marzo.
«(…) dejad que imaginen que vuestras manos son la mías, que la pizarra difunda vuestra gesta, y en su blanco se descubra un homenaje. Recoged toda semilla y sembrad en cada fila flores de esperanza renovada(…)».