Polémicas provincianas

Por José Javier Carrasco

22/05/2024
 Actualizado a 22/05/2024
Villa Evarista fue uno de los centros de reunión más frecuentados durante décadas. | FERNANDO RUBIO
Villa Evarista fue uno de los centros de reunión más frecuentados durante décadas. | FERNANDO RUBIO

En una entrevista concedida por Francisco Umbral a Eduardo Martínez Rico, al preguntarle por cómo había sido su vida social en León los tres años que permaneció en la ciudad responde: «¿Mi vida en León? Muy aburrida; la radio, el periódico, una ciudad aburridísima y muerta, nada, un rollo». No resulta extraño que pensando eso de León, el escritor aprovechara la primera oportunidad que se le presentó para escapar a Madrid. Umbral llegó a  León el año 1958,  el mes de abril, con una carta de recomendación de Miguel Delibes para Victoriano Crémer. La razón de su viaje desde Valladolid, donde residía, era trabajar como administrativo en La Voz de León, que dirigía su primo José Luis Perelétegui. Pero muy pronto empieza a colaborar en la emisora de radio con un programa nocturno ‘Buenas noches’, que daría paso el año siguiente a ‘El piano del pobre’, y a continuación, compartiendo horario con el popular programa ‘Luces de la ciudad’ de Victoriano Crémer en Radio León, presenta ‘El tiempo y su estribillo’. Colabora en prensa – tiene columna diaria en  ‘Diario de León’ –  y actúa  como asesor cultural del Círculo Medina, dependiente de la Sección Femenina de Falange, donde participa en las actividades de su cine club que empieza a funcionar en noviembre de 1960 con la proyección de ‘El chico’ de Charles  Chaplin.  

La programación del cine club de la Sección Femenina incluía ‘Orfeo’ de Jean Cocteau. La película se proyectó el 8 de enero de 1961 en el teatro Emperador. No gustó y Umbral, que salió en su defensa, fue abucheado por los asistentes. Aquella noche en su programa radiofónico tildó a quienes le abuchearon de «labriegos ignorantes». Al día siguiente se despachó a gusto de la humillación criticando la ramplonería vulgar de León en una entrevista a la pintora María Antonia San José, una ciudad donde únicamente se compran  «bodegones cursis y acuarelas de la Plaza Mayor en día de mercado». Ese mismo día el diario ‘Proa’ publicaba una carta de la directora del Círculo Medina, Delfina García Cela, responsable de la Sección Femenina de Falange de León, titulada ‘Un malentendido que debe deshacerse’, calificando la presentación de Umbral de ‘Orfeo’ como colección de tópicos manidos. Umbral responde conciliador con ‘Carta abierta a Delfina García Cela’, pero le deja patente, sin complejos, su preparación de intelectual dotado.  El ‘Diario de León’ se suma a la polémica mediante un editorial – ‘Pensamos’ –   en el que sale en defensa de su columnista y critica la actuación vergonzosa del público. Rizando el rizo, el director de ‘Proa’, Federico Miraz, en un extenso artículo, exigía a Umbral más respeto con la ciudad que le daba de comer. 

Umbral cierra la polémica con una emotiva declaración en su programa ‘El tiempo y su estribillo’: «Lleva uno algún tiempo ejerciendo como apasionado de todo lo leonés y de todo leonesismo. Si he dicho lo que se me atribuye la contradicción es manifiesta con todo lo que vengo escribiendo, día tras día, en función de rendido leonesista. Dentro del amor puede equivocarse uno, más no por eso deja de amar; discutible es mi labor, pero no el amor que hay en ella». Poco después dejaba León. Muestra de ese leonesismo, son sus artículos publicados en La revista ‘León’ de la Casa de León de Madrid entre mayo y agosto de 1962, ‘Crónica de las tabernas leonesas’, una colección de trece artículos reeditados por ‘El Mundo-La Crónica de León’. Fulgencio Fernández, que prologa el librito, indica que aparte de los artículos aparecidos en ‘León’, Umbral escribió otros tres, uno titulado ‘Juego de bolos en Villa Evarista’. Situada en el barrio de El Ejido en un lateral del Instituto Giner de los Ríos, fue un concurrido merendero con bolera y cuadras, cerrado desde hace tiempo. Hoy solo refugio de algunos gatos y desde donde al amanecer y atardecer se escucha cantar a los tordos en los árboles que crecen en su patio. El mismo tiempo congelado de los artículos de las tabernas de Umbral.

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