Por suerte las sorpresas aún existen

Más de 600 espectadores arroparon a Ismael Serrano en el concierto de León, con su siempre imponente apuesta vocal y una muy original puesta en escena

Diana Martínez
11/02/2015
 Actualizado a 12/09/2019
El cantautor madrileño Ismael Serrano sobre el escenario del Auditorio de León el pasado domingo, rodeado de llamativos efectos viuales.
El cantautor madrileño Ismael Serrano sobre el escenario del Auditorio de León el pasado domingo, rodeado de llamativos efectos viuales.
Cuánta envidia al observar la capacidad de un niño para sorprenderse con tantas cosas hoy día. Hoy día, que nos parece haberlo visto todo, conocerlo todo. Aunque no hayamos visto, ni conozcamos casi nada.  Porque con sólo teclear unas letras en una pantalla podemos tener datos e imágenes de cualquier cosa. Torre Eiffel. Once letras y un espacio. Y ahí está todo. Toda la información, todas las imágenes, todos los puntos de vista. Menos el propio, quizás. Y si algún día la tenemos delante en versión real, puede que ya no nos sorprenda en absoluto. Una pena.

Debe ser muy difícil hoy día sorprender también al público con un espectáculo artístico. Robots en forma de tigre gigante, bailarinas desnudas, fuego, escenarios transformers. Hay que currárselo.

Pero cuando el talento existe, aunque  también sea necesario mucho trabajo, no hacen falta las parafernalias.

Ismael Serrano se plantó el domingo sobre la escena del Auditorio Ciudad de León. Con su esencia. Que es su voz, sus canciones y tres guitarras. Los maestros Jacob Sureda y Juan Carlos Melián ‘El Pana’ a los instrumentos  y un tremendo buen gusto de el/los ideólogos del espectáculo visual que aderezaba el concierto, hicieron el resto. Un aderezo que consiguió reactivar esa capacidad de sorpresa casi derrotada en el mundo actual a golpe de pantalla táctil.

Resulta difícil escribir la crónica de un evento intentando no reventar el justo derecho a disfrutar de las sorpresas que ofrece la gira ‘La Llamada’ a quienes piensen asistir a sucesivos conciertos. Más sabiendo que, a causa de esas citadas pantallas táctiles, este texto puede caer en cualquier momento, por suerte o por desgracia, en manos de algún ‘serraniano’. Así pues, este es el momento de dejar de leer si es que ese es el caso del lector.

Más de 600 espectadores. Tres horas menos cuarto de música. Otro tipo de artistas se cansan mucho antes. Quizás dedican demasiada energía a ese nuevo oficio de juzgar y poner nota a los posibles nuevos talentos en televisión. La osadía también causa autoagotamiento.

El espectáculo comenzó removiendo conciencias con ‘El día de la ira’. Pronto llegaron los clásicos ‘Vértigo’ y ‘Últimamente’, mezclándose en equilibrio con las bachatas y los candombes que propone el nuevo disco. Ismael prometía versiones chulas de sí mismo y algún que otro regalo. Y ahora sí que sí, es el momento definitivo de dejar el texto si al lector le ilusionan de veras esas sorpresas prometidas.
Respetuosísima y muy personal versión de uno de las grandes temas de El Último de la Fila, ahí queda, con la que el cantautor rindió homenaje a una de sus influencias artísticas. Muy buena.

Serrano contó fábulas, hizo magia, lanzó estrellas a un cielo creado sobre el escenario,  por el que pasearon dragones, cerditos y lobos y en el que aparecieron también la lluvia y la luna. Pronunció consignas que ya lucen en los muros y en pancartas en la calle, convencido de que en nuestras manos está la esperanza de que "el miedo cambie de bando". Dio algunas cifras. Niños nacidos hoy, desahucios, matrimonios, divorcios del día.

Interpretó varias de las canciones más potentes. Dejó para el final ‘Vine del Norte’ y ‘Papá cuéntame otra vez’. El público conforme y paciente. Sabía que sonarían.
En los ‘peros’, una gran tela, que, si bien necesaria para el show visual, quizá estuvo demasiado tiempo sobre el escenario difuminando al artista. Y otro quizás. Quizás faltó algún guiño específico a la grada local. Quizá a la tierra que plantó y regó a lo grande el movimiento de recuperación de la memoria histórica, le hubiera gustado escuchar, por ejemplo, ‘Al bando vencido’ o ‘A las madres de la plaza de Mayo’ . Quizá hubiera estado bien  una referencia a la ciudad, que hiciera distinguir el concierto de León de cualquier otro concierto. De esas frases que luego se cuelgan en el twitter con orgullo patrio.

Aunque quizá también le faltó al público un poco más de pasión a lo largo de algunos tramos.  No salió del todo bien el clásico coreo de "¿Ismael qué te pasa?, no estudias, no trabajas…". Y eso en un concierto de Ismael en 2015 tendría que quedar más que perfecto.

Por supuesto, los incondicionales no fallaron y reconocían en los primeros acordes de los grandes temas de siempre, arrancando el aplauso del auditorio antes casi de que empezaran a sonar.

En cualquier caso, el final con dos bises, donde hasta por tres veces el cantautor puso de pie a la bancada, fue el resumen de un espectáculo redondo para los incondicionales, cargado de originalidad y fuerza, pero sobre todo, como siempre en Ismael Serrano, de voz y de música.

También dio otra cifra. Por estadística, cuatro personas del total de las que ocupaban las butacas del auditorio se habrían enamorado ese día. Pero, posiblemente fueran más. Tres horas  dan para mucho.
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