Por tierras zamoranas y por tanto leonesas

Hasta la comarca de Sanabria, zamorana y por tanto leonesa, nos lleva Abel Aparicio, con visitas al lago glaciar más grande de Europa, un pueblo que un día quedó sepultado al romperse la presa de un pantano, asomarse a la frontera de Portugal y muchas historias más

Fulgencio Fernández
21/06/2021
 Actualizado a 21/06/2021
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Abel Aparicio es uno de esos irreductibles de todo aquello en lo que cree. Y cree en muchas cosas: en la poesía; en la literatura; en los olvidados; en las mujeres; en la ecología; en San Román de la Vega, su pueblo, y todo el mundo rural; en la amistad; en el viejo reino de León; las lenguas maternas... y con la misma pasión combate aquello en lo que no cree: la ignorancia cultivada desde el poder; los poderosos; los que miran por encima del hombro; los que destrozan la naturaleza, los que se niegan a contestar a la pregunta de ¿dónde está nuestro pan? que es, a su vez, el título de su primera obra en prosa, tres novelas cortas en una sola que han sido un verdadero hallazgo para todos los lectores, una obra que con buena prosa, la de alguien que antes fue poeta, recupera episodios interesadamente silenciados, a mujeres que jamás deberían ser olvidadas...  
Abel Aparicio, apasionado de los viajes en bicicleta, es quien nos lleva hoy hasta uno de sus rincones favoritos. Curiosamente en vez de responder es él quién pregunta: «¿Tiene que ser en León?».

- Hombre, sería preferible.
- Tranquilo, no pasa nada, os voy a llevar a la tierra zamorana —y por lo tanto leonesa— de Sanabria (Senabria en asturleonés).
- Ganas por la mano. Vale Sanabria, ahí al lado de la raya, en la cercana Zamora, en la que también crees y, por tanto, defiendes.

- Ya que aceptas mi recomendación, un buen lugar para establecer el campamento base a la hora de recorrer esta zona es el pueblo de San Martín de Castañeda. En este pueblo, según cuentan, Miguel de Unamuno se inspiró a la hora de escribir una de sus obras más célebres, ‘San Manuel Bueno, mártir’, publicada en 1931. Carretera arriba, a unos cinco kilómetros de San Martín, tenemos la Laguna de Los Peces, una laguna que permanece helada prácticamente todo el invierno y que es un lugar idílico si queremos disfrutar del silencio y del paisaje.

Como para llevarle la contraria cuando nos propone una visita con la autoridad moral de la recomendación, nada más y nada menos, que de Miguel de Unamuno.

San Martín de Castañeda


Nos conduce Abel Aparicio hasta es campamento base que nos ha propuesto en San Martín de Castañeda: «Carretera abajo nos encontramos con el Lago de Sanabria, el lago glaciar más grande de la Península Ibérica y uno de mis cuatro lugares místicos, junto a la cima del Teleno, la Cruz de Fierro y el Cuetu los Frailes. Este lago es un paraíso tanto en invierno como en verano, donde se convierte en uno de los puntos turísticos más reclamados del noroeste interior. Como casi todo lago, este también cuenta con su leyenda. En este caso, la llegada de un pobre al pueblo de Valverde de Lucerna pidiendo limosna al que nadie recibió salvo una casa en la que dos mujeres se encontraban haciendo pan. Al darle cobijo y alimento, la masa del horno creció hasta salirse por las ventanas de la casa y fue la única que se salvó de la inundación. Para realizar dicha inundación, el hombre pronuncio estas palabras: «Eiquí finco mi estacón/eiquí salga un gargallón./Eiquí finco mi estaquete/eiquí salga un gargallete».

Ribadelago y la tragedia


Una vez reconocida la pasión de Abel Aparicio por el lago de Sanabria surge otro nombre, ligado a una de las páginas más negras de esta comarca zamorana. «Otro de los lugares de obligada visita es Ribadelago, conocido por la tragedia ocurrida el 9 de enero de 1959 al reventarse la presa de la Vega del Tera. Ciento cuarenta y cuatro personas murieron, de las que solo se recuperaron veintiocho cadáveres. Las causas fueron dos principalmente, el nivel de agua acumulado y la chapuza de su presa, hecha con materiales de baja calidad y sin los tiempos adecuados, para que produjese energía eléctrica lo más rápido posible. El precio a pagar fue caro. Un acto de justicia fue quitar el apellido del dictador genocida del nuevo pueblo, que pasó de llamarse Ribadelago de Franco a Ribadelago Nuevo».

Salimos de este lugar de triste recuerdo y el cuerpo nos pide una compensación, una visita que anime el alma y levante el ánimo. Lo tiene Abel Aparicio: «Aguas abajo se encuentra una de las villas amuralladas más impresionantes que uno puede visitar, Puebla de Sanabria, a la vera de la desembocadura del río Castro en el Tera. En ella, a parte de las vistas, destacan el Castillo de los Condes de Benavente (S. XV), la iglesia de Santa María del Azogue (S XII) y su ayuntamiento. En puebla de Sanabria podemos disfrutar de su cocina tradicional, entre la que destacan la trucha asalmonada, la carne de ternera, el pulpo a la sanabresa, los habones sanabreses y las setas de temporada».

Que no falte de nada. Rica gastronomía zamorana que alimentará los deseos de volver por estas comarcas hermanas. Va siendo hora de rematar el viaje. «A menos de veinte kilómetros de Puebla si sitúa Ruidenore, bautizado nadie sabe muy bien por qué como Rihonor de Castilla, pueblo fronterizo con un barrio perteneciente a Zamora y otro a Portugal. Un lugar indispensable para conocer la ligazón de la frontera leonesa con el país vecino. Anímense a visitar la zona, desde la Laguna de los Peces hasta Ruidenore. Un patrimonio natural y cultural sin salir de casa».

León, Zamora, Portugal... en todos ellos también cree Abel Aparicio.  Y, por tanto, los defiende.
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