En el Festival Internacional de Cine de San Sebastián se dan cita algunas de las películas más importantes y prometedoras de la próxima temporada de estrenos. He tenido la suerte de estar disfrutando del mismo esta semana y de los múltiples títulos con los que nos deleita a todos los apasionados del cine que tenemos la oportunidad de acudir a un evento tan especial.
En mi caso, el festival no comenzó de la mejor manera con la ‘Zona de interés’, una cinta abstraída de sí misma. Esta trata acerca de la familia de un coronel nazi que vive puerta con puerta, literalmente, con el campo de exterminio de Auschwitz, el cual se mantiene como telón de fondo en todo momento, mientras que la atención se centra en los devenires cotidianos de los afortunados vecinos. La película de Jonathan Glazer juega en todo momento con el fuera de campo, presentado situaciones aparentemente inocentes, pero que están salpicadas con la sangre y los gritos de los judíos, que se hacen eco en el silencio de la noche, como un problema que la familia elige ignorar, y nosotros con ellos. Las atrocidades cometidas intramuros, solo se dejan entrever en los diálogos de los personajes, fríos e impasibles durante sus monstruosas conversaciones, hablando de personas como quien habla de ganado. El concepto es más que interesante, y daría para una gran película. Sin embargo, aunque lo que no vemos tiene el peso dramático suficiente para mover la historia, lo que alcanzamos a mirar es infinitamente más aburrido, llegando a desconectarte de la trama por momentos. Tanto se aparta de lo que la rodea, que uno puede terminar abstrayéndose a su vez de la propia película.
Esa misma noche conseguí ver el último trabajo de Hayao Miyazaki, ‘The Boy and the Heron’ (‘El niño y la garza’), cuya carrera se especulaba que terminaría con esta cinta, pero el octogenario y legendario cineasta asegura que aun le quedan un par de ases en la manga. Aún así, ‘El niño y la garza’ podría servir como el broche perfecto a su trayectoria, encapsulando en una sola historia todos los elementos que han situado a su cine en la cúspide de la animación nipona: mundos fantásticos, la influencia de la IIGM, niños que se transforman en adultos, una trama emocionante y críptica, que no tienes por qué entender absolutamente para apreciar la importancia capital de lo que está contando; y, esta vez más que nunca, una animación de primer nivel, que da vida a un cuento que solo podrías ver en tus sueños más delirantes.
Madrugué, muy a mi pesar, para llegar a primera hora a la proyección de ‘Fingernails’, película que se estrenará en la plataforma de streaming de ‘Apple TV+’, la cual nos sitúa en un futuro cercano donde el amor entre dos personas supuestamente es mesurable mediante un proceso que concluye con la extirpación y posterior análisis de las uñas de los enamorados en potencia. Es una película sencilla, con una premisa interesante pero un guion que no está a la altura, quedando mucho en el tintero, especialmente en su tercer acto, donde pierde el rumbo que hasta entonces le había permitido a la historia zozobrar sin hundirse. Una película muy de ver online.
Llegados a este punto de la mañana, aún no era consciente de que tenía por delante, hasta el momento de escribir estas líneas, el mejor día de todo el festival. Fue entonces cuando tuve la oportunidad de disfrutar de ‘Monster’, de Hirokazu Koreeda, un relato contado desde tres puntos de vista distintos: el de una madre preocupada porque a su hijo le están agrediendo en la escuela, el del profesor que supuestamente le violenta y finalmente el del propio niño. Koreeda sigue la senda marcada por Kurosawa, padre del cine japonés, recurriendo a la fórmula que este patentó con su clásica ‘Rashomon’, acondicionándolo a una trama actual y con unas situaciones tan delicadas como probables. La película te insta a recolectar todas las piezas para resolver el puzle de mentiras, rumores y malentendidos que responde a la pregunta de: ¿quién es el verdadero monstruo?. Una gran película, que se podrá ver en salas españolas ya desde este mismo viernes 29.
Cuando parecía que ‘Monster’ sería la cabeza del cartel diario, ‘Perfect days’ la adelantó por la izquierda y sin mirar atrás. La película de Wim Wenders gira entorno a la rutina diaria de un apacible limpiador de los baños públicos de Tokyo, posiblemente el empleo menos cinematográfico que uno pueda imaginar, pero que el maestro alemán es capaz de dotar de una magia especial, como solo el cine consigue, para hacer de cada escena, por reiterada que sea, un deleite para la vista; y para el oído, con una recopilación de música incidental digna de estar en cualquier colección de casetes que se precie. Puede que de primeras un filme que sigue a un paisano haciendo lo mismo todos los días no sea plato de buen gusto para todo el mundo, pero todos aquellos que sienten que las pequeñas cosas pueden redondear un día punzante, que cuando suena la canción que les gusta se les olvidan todos los males y que se esfuerzan por sonreír para que su felicidad, por superficial que sea, se contagie a los demás; serán los primeros en disfrutarla como se merece.
Y la guinda del pastel a este gran día de cine fue el trabajo más reciente del realizador español J.A. Bayona, a quien la mayoría conocerá por ‘El Orfanato’ o ‘Lo imposible’, quien vuelve con un blockbuster producido por ‘Netflix’ pero destinado a la gran pantalla: ‘La sociedad de la nieve’. El argumento no deja de ser una historia real de supervivencia ampliamente conocida, la del equipo de rugby uruguayo cuyo avión se estrelló en medio de los Andes, donde tuvieron que aguantar en condiciones infrahumanas, recurriendo a la antropofagia incluso, para poder sobrevivir durante 72 días hasta ser rescatados. Aunque casi todos creamos conocer dicha historia, gracias en gran medida a la otra reputada cinta acerca de este suceso, ‘Viven’ (1993), Bayona nos muestra la tragedia sin tapujos, atrapando a la audiencia con los pasajeros, y haciéndoles mirar en lo más profundo del alma humana, que es capaz, con la motivación adecuada, de hacerse a un lado para dar paso al puro instinto de conservación. Sin embargo, son esos vestigios de humanidad los que mantienen con vida a unos jóvenes que habrían perdido la esperanza de no haberse tenido a los unos a los otros, de no haber conformado esa comunidad nívea; de que a pesar de como fueran en la montaña, jamás olvidaron quienes realmente eran. Un relato de superación, drama y aventura, con una dirección que recuerda a la del más inspirado Spielberg, son las claves de la mejor obra de la filmografía del enorme Bayona, quien vuelve a demostrar que España se le quedó pequeña hace ya mucho tiempo.